Nuestro trabajo sostiene el mundo
Los lectores escriben sobre el trabajo femenino no remunerado, la guerra en Ucrania, el espionaje y el uso de los verbos o¨ªr y escuchar
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El D¨ªa de la Madre, a m¨ª solo me sali¨® hablar de este sistema infernal que se sustenta en torno a todo el trabajo gratuito que hacemos las mujeres. Os regalamos nuestro tiempo. Un tiempo que no podremos invertir en crecer profesionalmente, en nuestra propia salud f¨ªsica y mental o en nuestro ocio y autocuidado. Y todo porque aqu¨ª nosotras nos hemos incorporado masivamente al mercado laboral, pero vosotros no hab¨¦is hecho lo mismo de puertas para dentro. Algunas pensar¨¦is que ese no es vuestro caso; joder cuanto me alegro, de verdad. Pero tambi¨¦n os dir¨¦ que, seg¨²n Save the Children, Espa?a es el tercer pa¨ªs de la UE con mayor pobreza infantil y, aunque mis hijos ni de lejos rocen esa realidad, no puedo negarla. Que no te pase a ti no significa que no pase. Y por eso cada vez me gustan m¨¢s los datos. La brecha salarial existe, las pensiones miserables de las mujeres existen, las excedencias y las renuncias son siempre mayoritariamente femeninas y la mayor¨ªa de las veces que un menor o persona vulnerable o dependiente acude a un centro de salud lo hace en compa?¨ªa de una mujer. El sistema es tan perverso que, cuando las mujeres no podemos estar ah¨ª y se externalizan los cuidados, tambi¨¦n lo hace otra mujer, normalmente en condiciones precarias y dejando de cuidar a los suyos. Es una pesadilla. A m¨ª, ser madre me ha servido principalmente para ser consciente de todo esto. Y por eso no entiendo cuando se habla de la sensibilidad femenina en nuestro sector. Sirve para todo, desde ocultar el talento real de una en¨®loga hasta describir un vino menos t¨¢nico. Mirad, somos m¨¢s sensibles y emp¨¢ticas porque es lo que ocurre cuando est¨¢s en contacto con el lado m¨¢s vulnerable de la vida. As¨ª que, hijas m¨ªas, os abrazo fuerte hoy, a las madres y a todas las mujeres que cuid¨¢is. Nuestro trabajo sostiene el mundo y sois las putas amas.
Irene Guede. Pamplona
Guerra sin piedad en Ucrania
Llevamos m¨¢s de dos meses de guerra. Miles de muertos y millones de desplazados. Ruina y desolaci¨®n. Familias rotas y separadas. Ciudades arrasadas. Hospitales, teatros y colegios hechos escombros. La gente sobrevive escondida en los s¨®tanos, sin agua, sin luz, sin medicamentos y sin comida. No se respetan los corredores humanitarios. Solo se habla de guerra, de armar a Kiev y muy poco de paz. El fracaso de la diplomacia es m¨¢s que evidente. Parece que nadie quiere que regrese la paz a este rinc¨®n de Europa. Nadie niega el derecho de Ucrania a defenderse de una agresi¨®n. Rusia no parar¨¢ hasta acabar con Ucrania, como hizo en Chechenia. Vlad¨ªmir Putin tiene armamento suficiente como para hacer saltar por los aires a Ucrania. Fracasada la acci¨®n militar de Rusia, a Putin solo le queda desplegar todo su poder¨ªo militar para aplastar a Ucrania y forzar una rendici¨®n.
Patricio Simo Gisbert. Valencia
Desconfianza
Tengo un amigo que es un profesional inform¨¢tico. Comenz¨® cracker, sigui¨® como hacker y, finalmente, recal¨® en una multinacional de las gordas. Hace cosas que sorprenden: tiene la c¨¢mara del port¨¢til tapada con esparadrapo y le ha eliminado el micr¨®fono; utiliza un tel¨¦fono m¨®vil muy antiguo; no hace gestiones bancarias ni con el tel¨¦fono ni con el ordenador; si le buscas en internet, no aparece ni existe. ?Qu¨¦ ser¨¢ de nosotros!
V¨ªctor Cassi. Renedo (Cantabria)
Desaparici¨®n del verbo o¨ªr
Hace meses que observo, incr¨¦dula, la inexplicable y paulatina desaparici¨®n del verbo o¨ªr. Entre amigos, en la calle o en los medios, parece que nadie recuerde que ese verbo existe. Durante la erupci¨®n del volc¨¢n de La Palma, se ¡°escuchaba el rugido¡± o en Ucrania, se ¡°escuchan las sirenas o los bombardeos¡±. No. No se escuchan, se oyen. El verbo o¨ªr existe y es la manifestaci¨®n de la actividad de uno de nuestros cinco sentidos, el o¨ªdo. Soy int¨¦rprete de profesi¨®n y, sin o¨ªr, nada puedo hacer, se lo aseguro. ?Alguien podr¨ªa ayudarme en mi campa?a por la recuperaci¨®n del verbo o¨ªr?
Maite Bouyat Salamanca. Barcelona
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