De rebajas
Formamos una tupida red en la que espiamos y somos espiados sin otro objetivo que el de conocer nuestro precio para compararlo con el de los dem¨¢s
Los paranoicos llevamos a?os informando a nuestros psiquiatras de que nos vigilan, pero solo hemos conseguido que nos aumenten la medicaci¨®n. Salta, en cambio, la noticia de que esp¨ªan a cuatro pol¨ªticos y se arma un cristo. Quiz¨¢ sea tarde ya para actuar. Tal vez el perseguidor haya logrado infiltrarse de tal modo en nuestro sistema circulatorio que nos hayamos convertido en nuestros propios perseguidores. Cuando creo, po...
Los paranoicos llevamos a?os informando a nuestros psiquiatras de que nos vigilan, pero solo hemos conseguido que nos aumenten la medicaci¨®n. Salta, en cambio, la noticia de que esp¨ªan a cuatro pol¨ªticos y se arma un cristo. Quiz¨¢ sea tarde ya para actuar. Tal vez el perseguidor haya logrado infiltrarse de tal modo en nuestro sistema circulatorio que nos hayamos convertido en nuestros propios perseguidores. Cuando creo, por ejemplo, que estoy viendo la tele, resulta que es la tele la que me ve a m¨ª. Cuando vuelvo angustiado a casa porque he olvidado el m¨®vil, regreso en realidad a por mi perseguidor. Cuando me pongo frente al port¨¢til, y pese a haberle tapado la c¨¢mara, deduce mi estado de ¨¢nimo de la violencia con la que golpeo las teclas y obtiene informaci¨®n de mis anhelos por las p¨¢ginas que visito. Conoce el grado de niebla mental con el que me levanto cada d¨ªa, y es sin duda capaz de medir mi tensi¨®n arterial y mi colesterol, entre otros par¨¢metros.
?Que a qui¨¦n se informa de todo ello? A todos y a nadie, por supuesto. El perseguidor ha dejado de ser una persona concreta, un organismo, un ente ajeno, un pa¨ªs enemigo. Formamos una tupida red en la que espiamos y somos espiados sin otro objetivo que el de conocer nuestro precio para compararlo con el de los dem¨¢s. Cuando leo un libro electr¨®nico, el libro electr¨®nico me lee a m¨ª y averigua el t¨ªtulo que debe ofrecerme a continuaci¨®n. Todo es objeto de compra, venta o alquiler. Nos perseguimos a nosotros mismos para calcular por cu¨¢nto podr¨ªamos vendernos y transmitimos esa informaci¨®n de inmediato a nuestros posibles compradores, que nos env¨ªan a su vez las cantidades que estar¨ªan dispuestos a ofrecer. Lo que nos fastidia del asunto Pegasus es que hemos descubierto que nuestros secretos nacionales valen dos duros, de ah¨ª que nos esp¨ªen al por mayor.