Socialdemocracia insumisa
El acuerdo en Francia marca un hito en la evoluci¨®n de la pol¨ªtica europea, como 2015 lo fue el ¡®sorpasso¡¯ de Syriza al Pasok
El acuerdo entre La Francia Insumisa y el Partido Socialista franc¨¦s (PS) por el cual este se sumar¨¢ (si lo que resta de sus bases finalmente lo ratifica) a la uni¨®n de izquierda radical que lidera Jean-Luc M¨¦lenchon marca un hito en la evoluci¨®n de la socialdemocracia europea, como 2015 lo fue el sorpasso de Syriza al Pasok.
Ser¨¢ la primera vez, en la ¨¦poca contempor¨¢nea, que uno de los grandes referentes (particularmente para Espa?a) de la izquierda mainstream europea acepta incorporarse a ¡ªmuchos dir¨ªan diluirse en¡ª un proyecto pol¨ªtico que aspira a priori a la demolici¨®n de lo que los socialdem¨®cratas han ayudado a construir desde la Segunda Guerra Mundial: la conciliaci¨®n entre Estado y mercado, la unificaci¨®n europea, la alianza atl¨¢ntica.
Es cierto que no puede entenderse bien el trasfondo de esta decisi¨®n sin tener en cuenta el contexto franc¨¦s. En su IV Rep¨²blica, el liderazgo electoral de la izquierda ya lo ostentaba el partido comunista, aunque los cargos gubernamentales progresistas los ocuparan luego radicales y socialistas. Ese trauma instal¨® en el socialismo franc¨¦s una fuerte reticencia a despegarse de la tradici¨®n marxista y abrazar la identidad socialdem¨®crata, como en cambio, s¨ª hac¨ªa el SPD por entonces. No olvidemos que hasta 1969, el socialismo franc¨¦s se organizaba como la Secci¨®n Francesa de la Internacional Obrera (SFIO), de la que se hab¨ªan ido escindiendo todos aquellos j¨®venes que, como Michel Rocard, propugnaban su incorporaci¨®n a la tradici¨®n moderada encarnada por el laborismo brit¨¢nico y la socialdemocracia alemana o escandinava.
Y, por eso, el PS siempre ha vivido en su interior una tensi¨®n ideol¨®gica entre la ret¨®rica radical de muchos dirigentes y la pr¨¢ctica social-liberal de sus gobiernos, como explican Alain Bergounioux y G¨¦rard Grunberg en su historia del socialismo franc¨¦s (L¡¯Ambition et le remords, 2005). Una pulsi¨®n centr¨ªfuga que facilit¨® pactos de gobierno con los comunistas en 1981 y 1997, pero tambi¨¦n actitudes m¨¢s oportunistas como la oposici¨®n promovida por el ex primer ministro socialista Laurent Fabius contra la misma Constituci¨®n Europea que su partido impulsaba.
Adem¨¢s de la clave hist¨®rica, tambi¨¦n las reglas institucionales de la V Rep¨²blica favorecen el acuerdo entre socialistas e insumisos. La deriva personalista del semipresidencialismo franc¨¦s acelera, especialmente tras la ¨²ltima reforma, la l¨®gica cortoplacista con la que operan muchos de sus dirigentes cuando deben tomar decisiones estrat¨¦gicas. La pol¨ªtica francesa se entiende hoy mucho mejor con el ritmo vertiginoso de Baron Noir que con la perspectiva cartesiana de Pierre Mend¨¨s France, para quien la moral pol¨ªtica deb¨ªa impedir que estrategia y convicci¨®n divergieran.
No obstante, tras ese acuerdo hay probablemente m¨¢s ruptura generacional que ideol¨®gica. En los c¨¢lculos de los j¨®venes dirigentes socialistas cuentan sin duda los negros pron¨®sticos apuntando la p¨¦rdida de sus esca?os en la Asamblea Nacional. Y la juventud de todos ellos alienta hip¨®tesis inveros¨ªmiles sobre la reconstrucci¨®n del espacio pol¨ªtico tras la salida de Macron de aqu¨ª a cinco a?os y el incierto futuro de M¨¦lenchon y otros dirigentes actuales.
Sin embargo, la trascendencia del pacto de la izquierda francesa va mucho m¨¢s all¨¢ del contexto nacional. En realidad, ilustra dram¨¢ticamente la mutaci¨®n del entorno en el que se ubica la socialdemocracia hoy. Y nos recuerda una vez m¨¢s que, lejos de despreciar las formas frecuentemente demag¨®gicas de las nuevas fuerzas emergentes, debemos centrar la atenci¨®n en la decepci¨®n ciudadana que las impulsa. Por eso, se tiende a hablar m¨¢s de los riesgos de la socialdemocracia por cuestionar algunos de sus principios pol¨ªticos, pero mucho menos de c¨®mo preservarlos en el futuro.
Dos estrategias pol¨ªticas se contraponen como respuesta. Por un lado, la de quienes defienden la integridad socialdem¨®crata rechazando los tratos con los nuevos movimientos radicales a su izquierda, a menudo te?idos de ret¨®rica populista. Con esa oposici¨®n, sugieren esperar a que el temporal amaine y confiar en la lealtad de sus antiguos electores. Por otro lado, la de quienes recurren al pragmatismo de la renovaci¨®n mediante una entente con estas nuevas fuerzas, como manera de recuperar el pacto social que muchos creen roto. Son dos estrategias te¨®ricas, porque en la realidad los partidos hacen lo que pueden.
Con todo, la observaci¨®n de c¨®mo ha operado la socialdemocracia institucional en los ¨²ltimos a?os apunta a una pauta com¨²n: con formas y discursos variables, la supervivencia del liderazgo pol¨ªtico de la izquierda est¨¢ pasando por pactar con la izquierda radical desde una posici¨®n de predominio m¨¢s que de fuerza. Y de hacerlo para conjugar el pragmatismo con la incorporaci¨®n de las nuevas demandas sociales, tamizadas por la experiencia gubernamental de quienes deben aplicarlas. Pedro S¨¢nchez es quien probablemente mejor ejemplifica esa postura y sus contradicciones.
Es una interesante divergencia con lo sucedido en la derecha, donde se replican los mismos dilemas estrat¨¦gicos, pero con un resultado diferente. Mientras que la entente entre radicales y pragm¨¢ticos en la izquierda est¨¢ sirviendo, de momento, para moderar a aquellos, esa misma entente en la derecha est¨¢ arrastrando en muchos casos a democristianos y conservadores hacia posiciones m¨¢s radicales. Ese parece ser el incierto precio que ha aceptado pagar el socialismo franc¨¦s, aunque con ello apunta al horizonte que espera a la socialdemocracia, si no materializa sus promesas de reforma social: tras el sorpasso, viene la subordinaci¨®n.
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