Condecoraciones
Escrib¨ª cosas hoscas, quiz¨¢ injustas, desde luego impertinentes contra Madrid, la ciudad a la que culpaba de haberme robado la ni?ez. Pero ella no se dio por enterada ni me devolvi¨® mi antipat¨ªa
A mi edad las condecoraciones llegan junto a los achaques: el m¨¦rito que distinguen m¨¢s inequ¨ªvocamente es la supervivencia. Aunque me fastidie dar la raz¨®n a Camilo Jos¨¦ Cela, admito que en Espa?a el que resiste suele ganar. Esta consideraci¨®n rebaja el trip narcisista, pero no voy a negar que recibir la Cruz del Dos de Mayo de la Comunidad de Madrid me agrada m¨¢s de lo que mi falsa modestia quisiera reconocer. Sin embargo, tambi¨¦n me hace reflexionar sobre este pa¨ªs al que pertenezco en cuerpo y alma. Ver¨¢n ustedes, por una rabieta biogr¨¢fica ¡ªverme alejado de San Sebasti¨¢n en la adolescencia¡ª nunca he tenido una relaci¨®n entusiasta con Madrid. El traslado de mi familia a la capital coincidi¨® con el final irreversible de mi infancia y las primeras muertes entre mis familiares m¨¢s queridos, as¨ª como el despertar de una conciencia pol¨ªtica que choc¨® con la realidad abrupta de la dictadura franquista. Por supuesto de nada de esto tuvo la culpa Madrid, pero a m¨ª me dio por cargar a su cuenta los fastidios de la vida adulta que estrenaba. Escrib¨ª cosas hoscas, quiz¨¢ injustas, desde luego impertinentes contra la ciudad a la que culpaba de haberme robado la ni?ez. Pero ella no se dio por enterada ni me devolvi¨® mi antipat¨ªa. La cruz generosamente concedida esta semana fue precedida hace casi una d¨¦cada por un premio literario tambi¨¦n de la Comunidad¡ Cuanto m¨¢s me empe?o en sentirme desterrado en el c¨¦lebre ¡°poblach¨®n manchego¡± m¨¢s recibo aqu¨ª lecciones de tolerancia y libertad.
He escrito todo un libro y muchos art¨ªculos piropeando a San Sebasti¨¢n, he sido fiel a la Yeguada Donostiarra, incluso creo haber celebrado alg¨²n triunfo de la Real sin haber visto un partido en mi vida. He luchado contra los que asesinaban a mis convecinos, arrostrando algunos riesgos. Pero todo se diluy¨® como l¨¢grimas en el sirimiri¡ Ahora, si pudiese, yo condecorar¨ªa a Madrid.
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