Una jornada interminable
El horario concentrado en la escuela llega sin una reflexi¨®n profunda sobre sus beneficios o perjuicios
Algunas de las medidas de prevenci¨®n adoptadas de forma provisional durante la pandemia se han perpetuado en las nuevas condiciones de relativa normalidad. En la ense?anza infantil y primaria ha sucedido tambi¨¦n. En los dos ¨²ltimos a?os ha aumentado el porcentaje de escuelas que han introducido la jornada intensiva de ma?ana en los centros, como se tendi¨® a hacer durante la pandemia para prevenir los contagios, sin que hubiese evidencia cient¨ªfica que lo aconsejase. Eso significa que los muchachos asisten a clase, sobre todo en la ense?anza p¨²blica, de 9.00 a 14.00, sin apenas descansos, sin actividad lectiva por la tarde y con un horario de almuerzo necesariamente tard¨ªo. Solo Euskadi, Navarra y Catalu?a mantienen de forma mayoritaria la jornada partida, de ma?ana y tarde, con la pausa del almuerzo. Al menos un 73% de los estudiantes de 3 a 12 a?os ya tiene este tipo de jornada concentrada.
El problema es que aquella decisi¨®n provisional ha empezado a ser adoptada de forma permanente por los centros. Sin embargo, la investigaci¨®n difundida el martes por el Centro de Pol¨ªticas Econ¨®micas de la Escuela de Negocios Esade (EsadeEcPol) aporta conclusiones contundentes sobre sus efectos perjudiciales tanto en los ni?os como en las familias. Afecta en primer lugar al estado socioemocional del alumnado y perjudica su rendimiento acad¨¦mico. Desde el punto de vista social, agrava la desigualdad entre ni?os de familias que pueden pagar extraescolares de calidad para ocupar las tardes y los que no pueden hacerlo. De forma indirecta, alimenta tambi¨¦n la segregaci¨®n social por centros al propiciar que las familias con recursos y que aspiran a conciliar lleven a sus hijos a colegios concertados, a veces muy lejos de casa, porque en ellos s¨ª se mantiene, en una medida mayor, la jornada partida.
El otro gran efecto colateral de la jornada intensiva afecta a las madres porque contribuye a ampliar la brecha de g¨¦nero. Porque todav¨ªa hoy suelen ser ellas las que se ocupan de los ni?os por las tardes y, por primera vez, un estudio ha demostrado el fuerte impacto econ¨®mico que tiene en el empleo de las madres. Seg¨²n esa investigaci¨®n, la p¨¦rdida anual de ingresos asciende a 8.048 millones de euros para las familias con hijos sujetos a la jornada continua. Pero el reparto de costes es muy desigual: las madres pierden 1.850 euros brutos anuales de ingresos laborales en comparaci¨®n con aquellas cuyos hijos tienen horario de ma?ana y tarde. Los padres pierden solo en torno a la mitad, 970 euros.
El horario concentrado tambi¨¦n tiene ventajas, por ejemplo para aquellas familias cuyos empleos les permiten atender a sus hijos por la tarde. Pero lo que subraya el estudio es que el procedimiento por el que se adopta la jornada compacta pasa por que las familias voten las propuestas de los propios profesores. A ellos mismos les conviene ese modelo en la medida que facilita su propia conciliaci¨®n. Es verdad que el profesorado vio muy deterioradas sus condiciones laborales en la anterior crisis econ¨®mica y afront¨® durante la pandemia medidas complejas y duras que resolvi¨® de manera ejemplar. Pero la mejora necesaria de las condiciones laborales de una profesi¨®n imprescindible como la ense?anza no deber¨ªa generar un perjuicio a los alumnos con ma?anas interminables ni agravar la discriminaci¨®n laboral de sus madres. Profesores, escolares y familias merecen un aval mejor documentado y meditado para una decisi¨®n que marca el d¨ªa a d¨ªa en numerosos hogares espa?oles.
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