Para votar en serio
La democracia no est¨¢ amenazada por la maldad de los mal¨ªsimos populistas neonazis tardocruzados anarcoterroristas: su amenaza viene de s¨ª misma
La democracia sufre: en todo el mundo la democracia sufre. Cada vez menos ciudadanos participan en sus elecciones; cada vez m¨¢s ciudadanos declaran que les importan poco. Entonces los dem¨®cratas culpan a las ilusiones populistas, las simplificaciones, las razones del coraz¨®n y dem¨¢s trabalenguas. No suelen pensar que, en buena parte del mundo, la democracia es el sistema bajo el cual millones pasan hambre, m¨¢s millones no viven como deber¨ªan, y no tienen por qu¨¦ responder a un sistema que no responde a sus necesidades. No suelen pensar que hay millones que no sienten que sus gobiernos los representen, porque no los representan. La democracia se justifica en esa representaci¨®n: si no lo hace, su base se desarma.
La democracia no est¨¢ amenazada por la maldad de los mal¨ªsimos populistas neonazis tardocruzados anarcoterroristas: su amenaza viene de s¨ª misma. De su incapacidad para convocar a los ciudadanos que dice representar, de su insolvencia para cumplir sus menguadas promesas. No es dif¨ªcil: la mayor¨ªa las ignora. Y as¨ª cada vez votan menos: si acaso dos tercios de los que podr¨ªan. En Estados Unidos, ejemplo del sistema, hace tiempo que la mitad no vota.
Sabemos c¨®mo suele ser: dos o tres partidos pol¨ªticos dominantes instalan a un jefe/candidato, lo promueven como pueden y, en ¡°la campa?a¡±, lo hacen hablar y debatir unas poquitas veces, con frases almibaradas cristalizadas dise?adas por equipos de dise?adores de frases caramelo. E inundan las calles y pantallas de fotos y m¨¢s frases y los ciudadanos, llegado el d¨ªa de marras, deben elegir entre unos personajes de los que saben poco y, sobre todo: de cuyos planes concretos saben, habitualmente, casi nada.
S¨ª, algunos ciudadanos se informan y piensan y sopesan, aun sabiendo que entre lo que un partido ofrece en su campa?a y lo que hace despu¨¦s media un abismo. Pero la mayor¨ªa vota por una identificaci¨®n m¨¢s simple ¡ªes mi partido, es el partido de los m¨ªos, es cat¨®lico como yo, est¨¢ cabreado como yo, es mujer, es guapo y alto, parece decente¡ª y as¨ª se forman los gobiernos. Y as¨ª merecen el desd¨¦n o el desinter¨¦s de gran parte de esos ciudadanos que supuestamente representan.
Est¨¢ claro que votar es un derecho b¨¢sico, ganado en siglos de peleas. Pero tambi¨¦n deber¨ªa ser un deber ganarse ese derecho cada vez. Si votar es decidir c¨®mo va a vivir una comunidad, para tener el derecho de hacerlo cada individuo de esa comunidad deber¨ªa hacer el esfuerzo de informarse, pensar y discutir cu¨¢les ser¨ªan las mejores formas.
Yo imagin¨¦, hace tiempo, una manera: que, al votar, cada ciudadano debiera responder, en la misma papeleta, una docena de preguntas ¡ªtipo multiple choice¡ª sobre los programas de los partidos en pugna. Es f¨¢cil de hacer y procesar, ser¨ªa una boleta tipo 1X2. Y los votos que no incluyesen un m¨ªnimo de respuestas correctas ser¨ªan anulados, sobre la base de que el derecho de votar supone el deber de saber qu¨¦ se vota.
As¨ª, los ciudadanos que no quieran botar su voto deber¨ªan averiguar qu¨¦ les proponen los partidos. Y los partidos, en lugar de buscar caras bonitas que lancen chascarrillos o improperios, tendr¨ªan que explicar qu¨¦ es lo que ofrecen: sabr¨ªan que si no lo hacen los votos de sus votantes no valdr¨ªan. (Al final se podr¨ªa incluso computar qu¨¦ programas provocan m¨¢s respuestas erradas y sancionar ¡ª?moralmente?¡ª a los partidos que se explican peor).
Ir a votar ser¨ªa un poco m¨¢s dif¨ªcil. Quiz¨¢s, para que la dificultad no sea disuasoria, convendr¨ªa hacerlo obligatorio. O incluso pagado, como en la vieja Atenas: que los ciudadanos por debajo de ciertos ingresos cobraran por ejemplo 50 euros por voto v¨¢lido, lo cual les dar¨ªa tiempo para estudiarse las propuestas. Eso en Espa?a podr¨ªa costar unos 400 millones: ?es un exceso gastarlos cada tres o cuatro a?os para mejorar la democracia y todos sus efectos?
Algunos dicen que ser¨ªa un voto calificado. Yo digo que es una manera de calificar el voto: de darle su valor. La perversi¨®n del viejo voto calificado era que lo calificaban la riqueza y el g¨¦nero; primero solo votaban los hombres ricos, despu¨¦s solo los hombres. Aqu¨ª, si acaso, lo que lo califica es el entusiasmo y el esfuerzo: las ganas necesarias para votar en serio, o al menos m¨¢s en serio.
La democracia fue una conquista ardua: ahora es un engorro, un modo de evitar males peores. A veces parece que crey¨¦ramos que deber¨ªa ser siempre como es: que, a diferencia de todo lo dem¨¢s, no debe ni puede ser perfeccionada. Pero precisa recuperar su m¨ªstica, y su m¨ªstica siempre consisti¨® en su promesa de que, gracias a ella, todos podr¨ªan intervenir en el gobierno de la cosa p¨²blica. Si todos se informan, todos pueden exigir. Una democracia con examen deber¨ªa tambi¨¦n ser puesta a examen: que los ciudadanos puedan reclamar a sus gobiernos sus promesas concretas en plazos concretos, que haya mecanismos de intervenci¨®n para apurarlos y, eventualmente, desalojarlos si no hacen lo que hab¨ªan prometido.
Parece una tonter¨ªa. Tambi¨¦n lo parec¨ªa, en tiempos de mi abuela, que votaran las mujeres.
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