La izquierda y el fetiche de la paz
No quieren hablar de Ucrania ni de Putin ni de Rusia, no vaya a ser que la realidad les obligue a dudar y a revisar sus impolutos ideales

?C¨®mo es posible desentenderse tan alegremente de asuntos tan ineludibles como la paz o la guerra, la dictadura o la democracia, y hacerlo adem¨¢s en el contexto de una guerra europea? La reflexi¨®n no es m¨ªa sino del fil¨®sofo marxista ?tienne Balibar, y pone el acento en un debate que escondemos una y otra vez bajo la alfombra del discurso identitario y el pacifismo de los buenos deseos. Es la pregunta sobre el espacio ¨¦tico de la izquierda, una vez que ha abandonado las tres patas que legitimaban su propuesta pol¨ªtica. Progreso, internacionalismo y defensa de los m¨¢s d¨¦biles: tal era nuestra tr¨ªada santa, descafeinada y desacralizada con el paso de las d¨¦cadas y que hoy, con la invasi¨®n de Ucrania, ense?a sus costuras a las claras.
Me lo pregunto al recibir en mi m¨®vil el cartel de una convocatoria que parece sacada de otra ¨¦poca: ¡°No a la OTAN. No a las guerras por la paz¡±. Lo acompa?a la fecha de la concentraci¨®n, prevista para un domingo pr¨®ximo a la celebraci¨®n de la cumbre atl¨¢ntica, que tendr¨¢ lugar en Madrid. Pero el mensaje, de aparente claridad, es en realidad extra?amente abstracto. ?Las guerras por la paz? ?Cualquier guerra? ?Cualquier paz? ?O es que acaso no hay hoy una guerra en nuestro continente? Piensen en todo lo que no dice ese eslogan, en todo lo que silencia de forma deliberada: ?d¨®nde est¨¢ Vlad¨ªmir Putin? ?D¨®nde Ucrania? Ausentes, claro. El problema es la OTAN y querer parar una cruenta invasi¨®n con una respuesta militar. La paz como fetiche discursivo: un s¨ªmbolo vac¨ªo.
Es extra?a esta izquierda tan anclada en los patrones ideol¨®gicos de los a?os ochenta y que, tal vez por eso, cada vez representa a menos gente. Hay en ella un descorazonador negacionismo que la emparenta demasiado a menudo, y demasiado ¨ªntimamente, con la extrema derecha. ?C¨®mo entender si no la b¨²squeda intrincada de argumentos para defender un supuesto derecho de Rusia a tutelar su ¡°esfera de influencia¡±? ?C¨®mo digerir que el pacifismo incluya justificar la guerra con ese c¨ªnico ¡°Algo habr¨¢n hecho¡± que les escandalizar¨ªa en una violaci¨®n? Porque defender la paz no puede significar ceder al matonismo de Putin. Aunque lo peor de tama?a desubicaci¨®n ideol¨®gica ni siquiera es su abierta liviandad, que el estatus impoluto de ese pacifismo nuestro, a costa de la vida de otros, impida formular cr¨ªtica alguna, o que esa izquierda que se reivindica como ¡°aut¨¦ntica¡± no intente siquiera buscar aliados en una oposici¨®n rusa que se atreve a salir con un cartel contra la guerra de Putin en un telediario ruso. Lo peor es el silencio de quienes tantas veces nos martillean con su imparable elocuencia ante las injusticias, pero que hoy, cuando las bombas caen en un pa¨ªs amigo, no quieren hablar de Ucrania ni de Putin ni de Rusia, no vaya a ser que la realidad les obligue a dudar y a revisar sus impolutos ideales.
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