El nuevo lenguaje de la guerra
Esta es una ¨¦poca de victorias militares, derrotas e interminables tragedias humanas. El cambio en el vocabulario de la pol¨ªtica ha llegado con rapidez y se siente m¨¢s dram¨¢ticamente en algunas partes de Europa que en otras
Estamos a finales de marzo. La nieve del suelo empieza a derretirse. Narva, una ciudad estonia con una gran minor¨ªa rusa, se encuentra en la frontera con Rusia, m¨¢s cerca de San Petersburgo que de Tallin. Hay un paseo de cristal sobre el r¨ªo Narva, con un puesto fronterizo en cada extremo. En el lado ruso, una avenida de ¨¢rboles bordea el r¨ªo. Un par de ni?os juegan en la grava de color arena. Una mujer mira al otro lado del r¨ªo. Un gato blanco y negro se sienta en el borde de un muro, con el lecho rocoso del r¨ªo unos metros m¨¢s abajo. Las fachadas de los edificios de la ¨¦poca sovi¨¦tica est¨¢n agrietadas y necesitan ser reparadas.
Mirando a Rusia s¨®lo unas semanas despu¨¦s de la invasi¨®n de Ucrania, la sensaci¨®n es la de estar retrocediendo a la ¨¦poca de la Guerra Fr¨ªa, de puestos fronterizos envueltos en la niebla a la manera de una novela de John Le Carre. Con Rusia cerrada tras una serie de sanciones occidentales, me pregunto si esto es lo que se sent¨ªa al estar en el Checkpoint Charlie de Berl¨ªn o en cualquier otro puesto fronterizo entre el Occidente capitalista y el bloque sovi¨¦tico. No se trata de experiencias directas, sino de im¨¢genes acu?adas a partir del bagaje cultural de la ¨¦poca de la Guerra Fr¨ªa.
Estos pensamientos son t¨ªpicos de un europeo occidental de mi generaci¨®n. Revelan lo profundamente desmilitarizadas que est¨¢n las sociedades europeas occidentales y c¨®mo esto moldea las perspectivas, incluso cuando se enfrentan al regreso de una guerra al estilo del siglo XX en Europa. Lejos de una frontera Este-Oeste fuertemente militarizada, los ciudadanos de Europa Occidental ya no experimentan directamente la guerra. Los Estados naci¨®n europeos propensos a la guerra se han transformado en Estados de bienestar redistributivos y en Estados miembros de la UE. A partir de principios de la d¨¦cada de 1990, se suprimi¨® el servicio militar y se recortaron los presupuestos militares. El gasto alem¨¢n en defensa se redujo en un 34% entre 1990 y 2014. Los europeos occidentales ahora experimentan la guerra a trav¨¦s de lo que ven en la televisi¨®n, una situaci¨®n que se refleja en la famosa afirmaci¨®n de Jean Baudrillard de que ¡°la guerra del Golfo no tuvo lugar¡±. O a trav¨¦s de su decisi¨®n de visitar las zonas de guerra en los m¨¢rgenes de Europa, lo que tuvo el efecto de experimentar la guerra a trav¨¦s de la lente despolitizadora del humanitarismo.
Para los estonios que miran al otro lado del r¨ªo Narva, o para los polacos que viven en la frontera oriental del pa¨ªs con Ucrania, las actitudes son producto de una experiencia m¨¢s directa. Incluso para los que son demasiado j¨®venes para recordar la vida en la Uni¨®n Sovi¨¦tica, o para los que pudieron forjarse una vida de cierta comodidad antes del colapso de la Uni¨®n Sovi¨¦tica, no hay duda de que Rusia es una amenaza geopol¨ªtica. La asociaci¨®n entre la defensa nacional y la supervivencia nacional es m¨¢s fuerte para aquellos que llegaron a la mayor¨ªa de edad antes del final de la Guerra Fr¨ªa. Las generaciones m¨¢s j¨®venes han sido moldeadas por las presiones de la gentrificaci¨®n, la explosi¨®n de las fortunas creadas por la tecnolog¨ªa y el cosmopolitismo progresivo de una clase media creciente. En Tallin, todo un distrito ribere?o se ha convertido en pisos caros y restaurantes de moda, y su historia industrial es apenas perceptible. Y, sin embargo, el consenso pol¨ªtico sobre la inequ¨ªvoca necesidad de contener a Rusia sigue siendo firme.
Estas diferencias de perspectiva est¨¢n determinando las respuestas a la guerra de Rusia en Ucrania. La unidad de las primeras semanas, en las que los Estados miembros de la UE fueron capaces de ponerse de acuerdo sobre las sanciones con una rapidez sorprendente, ha dado paso a desacuerdos, sobre todo en lo que se refiere al objetivo a perseguir en relaci¨®n con el conflicto. Ursula Von der Leyen lleg¨® a sugerir que el objetivo de la UE era desmantelar la base industrial de Rusia, una afirmaci¨®n poco seria. En cambio, Francia, Italia y Alemania han dejado clara su preferencia por una soluci¨®n negociada que podr¨ªa incluir la aceptaci¨®n de algunas de las conquistas territoriales obtenidas por Rusia en el curso de la guerra. Polonia y los Estados b¨¢lticos han rechazado cualquier acuerdo de este tipo, prefiriendo en cambio mantener el apoyo armado a Ucrania con la esperanza de poder infligir a Rusia una derrota militar total (y bastante inesperada).
A veces parece que estamos de vuelta a 2003, cuando las diferentes actitudes hacia la guerra de Estados Unidos en Irak divid¨ªan a los Estados europeos. Las reticencias a caer detr¨¢s de una estrategia liderada por Estados Unidos en Ucrania existen hoy, especialmente en Francia, donde la ambici¨®n de que la UE se convierta en un actor geopol¨ªtico independiente empuj¨® al presidente Emmanuel Macron a declarar a la OTAN ¡°en muerte cerebral¡± en 2019. No queda mucho de esta aspiraci¨®n: los antiguos Estados neutrales ¡ªFinlandia y Suecia¡ª han solicitado su ingreso en la OTAN y los Estados miembros de la UE se alinean detr¨¢s de una alianza militar revivida liderada por EE UU. Otra raz¨®n es la crisis econ¨®mica generada por la guerra, que ha dejado a los gobiernos de toda Europa tratando de hacer malabares con sus compromisos con el Gobierno ucranio, junto con el aumento de los precios de la energ¨ªa y una crisis m¨¢s amplia del coste de la vida.
Pero tambi¨¦n est¨¢ ocurriendo algo m¨¢s profundo. Un europeo occidental que contempla las fachadas desmoronadas de Iv¨¢ngorod sobre el r¨ªo Narva encontrar¨¢ alg¨²n significado en el imaginario cultural de la Guerra Fr¨ªa, pero la realidad de la situaci¨®n, de una guerra brutal por el territorio, se le escapar¨¢. Es una ¨¦poca de mapas, de conquistas de tierras y avances territoriales, de victorias militares, derrotas e interminables tragedias humanas. El cambio en el vocabulario de la pol¨ªtica ha llegado r¨¢pidamente, y el cambio se siente m¨¢s dram¨¢ticamente en algunas partes de Europa que en otras. Deber¨ªamos desconfiar tanto de los generales de sill¨®n como de los que se sienten aturdidos por el efecto de la toma de posici¨®n moral.
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