Lengua cortada
Con la censura de la Academia de la Lengua, el Instituto de Historia, la Fundaci¨®n Enrique Bola?os y m¨¢s de 400 asociaciones civiles, Ortega ha declarado ilegal la palabra en Nicaragua, como el tirano Han¨®n en Cartago
Afirma Claudio Eliano en su Varia historia, que el tirano Han¨®n de Cartago, en su insolencia, para eliminar las conjuras y conspiraciones orden¨® por decreto que los naturales de la ciudad no podr¨ªan hablar entre ellos, bajo pena de hacerles cortar la lengua. Pero los ciudadanos consiguieron sortear la prohibici¨®n haci¨¦ndose se?as con la cabeza o gesticulando con las manos, levantando las cejas, y aun con expresiones de los ojos, todo en burla y desacato.
Entonces, mediante otro decreto, mand¨® prohibir los gestos. En se?al de protesta y rebeld¨ªa, la gente se concert¨® una ma...
Afirma Claudio Eliano en su Varia historia, que el tirano Han¨®n de Cartago, en su insolencia, para eliminar las conjuras y conspiraciones orden¨® por decreto que los naturales de la ciudad no podr¨ªan hablar entre ellos, bajo pena de hacerles cortar la lengua. Pero los ciudadanos consiguieron sortear la prohibici¨®n haci¨¦ndose se?as con la cabeza o gesticulando con las manos, levantando las cejas, y aun con expresiones de los ojos, todo en burla y desacato.
Entonces, mediante otro decreto, mand¨® prohibir los gestos. En se?al de protesta y rebeld¨ªa, la gente se concert¨® una ma?ana en la plaza, y al un¨ªsono rompi¨® en abundante y amargo llanto. De manera fulminante, otra vez por decreto, fue abolido el derecho de llorar. As¨ª quedaron suprimidas las palabras, los ademanes, y aun la libertad natural de los ojos de derramar l¨¢grimas.
Me viene esta historia a la cabeza ahora que en Nicaragua ha sido declarada fuera de la ley la Academia Nicarag¨¹ense de la Lengua; es decir, han sido prohibidas las palabras, consecuencia de lo cual, ya se sabe, es el silencio. El director de la Real Academia Espa?ola, Santiago Mu?oz Machado, lo ha puesto mejor que nadie: ¡°Cortarle la lengua a la gente e ir un paso m¨¢s all¨¢ en la opresi¨®n¡±.
Seguramente habr¨¢ pronto en Nicaragua una polic¨ªa del silencio, cuidando de que nadie se comunique entre s¨ª, de modo que la gente no pueda pronunciar las palabras viejas en calles, plazas y mercados, ni inventar ninguna palabra nueva en los bares y las barber¨ªas.
La lengua que cuenta, inventa, juzga, condena e impreca, se burla, el poder absoluto la juzga siempre sospechosa de atrevimiento y sedici¨®n. La boca es la puerta de toda desobediencia, y tambi¨¦n es puerta de la risa, con la que no congenian tampoco las tiran¨ªas, que siempre est¨¢n de mal humor.
Han¨®n no se r¨ªe, menos de s¨ª mismo. Y odia las bromas irreverentes, lo mismo que cualquier clase de invenci¨®n, porque la libertad de crear que se halla en las palabras le parece sediciosa; por eso, entre las prohibiciones de sus decretos entran las novelas, y las letras de las canciones, de las que siempre sospecha mofa a su majestad.
La lengua, por lo tanto, pasa ahora en Nicaragua a la clandestinidad. Academias, de ahora en adelante, solo las militares. Ya antes que la Academia Nicarag¨¹ense de la Lengua hab¨ªa sido suprimida la Academia de Ciencias. Ciencias y letras, ?para qu¨¦?
Los ciudadanos de Cartago se absten¨ªan de hablar en p¨²blico, y lo hac¨ªan por medio de gestos; pero, en privado, lejos de los o¨ªdos de los esbirros de Han¨®n, sin duda se comunicaban en susurros en las alcobas, en los ba?os p¨²blicos, en los caminos y parajes solitarios. Y en las cocinas.
En El fin del Homus Sovieticus, Svetlana Aleksi¨¦vich recuerda c¨®mo en los a?os de la dictadura del proletariado, el lugar donde la gente se congregaba para hablar, fuera del alcance de la polic¨ªa secreta, era en las cocinas. La cocina se convirti¨® en confesionario y conspiradero, donde los vecinos se intercambiaban los zamizat, las copias al carb¨®n de libros y folletos prohibidos por la censura oficial, y donde pod¨ªan desahogarse, pese al miedo. Porque el fiel compa?ero del silencio impuesto por decreto es el miedo, que una vez apartado da paso a la rebeld¨ªa.
Pero en Nicaragua no se proh¨ªbe solo la academia que cuida de las palabras. A la fecha, son 440 las organizaciones de la sociedad civil que han sido declaradas fuera de la ley, bajo la acusaci¨®n de que todas, por el hecho de ser independientes, act¨²an como agentes extranjeros, y significan, por tanto, un peligro inminente para la soberan¨ªa nacional, que ahora reside no en la naci¨®n sino en la pareja gobernante.
Las palabras, y tambi¨¦n la memoria, hay que erradicarlas. El Instituto de Historia de Centroam¨¦rica, que guardaba la colecci¨®n m¨¢s valiosa de documentos y fotograf¨ªas, ha sido clausurado por decreto, lo mismo que la Fundaci¨®n Enrique Bola?os, que pose¨ªa la biblioteca digital m¨¢s importante del pa¨ªs.
Son sospechosos tambi¨¦n quienes se organizan para avistar p¨¢jaros, proteger reservas silvestres, o cultivar la ejecuci¨®n de instrumentos musicales. Un vistazo al ¨²ltimo de los decretos que suprimen asociaciones civiles, nos puede dar una mejor idea: la Fundaci¨®n para el Desarrollo de las Reservas Silvestres Privadas de Nicaragua, la Asociaci¨®n de Pianistas, la Asociaci¨®n Teatral Quetzalc¨®atl, la Sociedad de Gesti¨®n Colectiva de Derechos de Autor. Y la Asociaci¨®n Nicarag¨¹ense de Pediatr¨ªa, m¨¦dicos que curan ni?os por instrucciones del enemigo extranjero.
Han¨®n desconf¨ªa de quienes se organizan libremente de manera solidaria, porque sospecha que, aunque se trate de una fundaci¨®n que promueva la operaci¨®n de labios leporinos, o que procure quimioterapia a los ni?os con leucemia, lo hacen en contra suya.
Pero nada es gratuito, sin embargo, ni caprichoso, ni fruto de la irreflexi¨®n de un momento. Todo obedece a un dise?o maestro, que tiene por fin inmovilizar a los ciudadanos y desaparecer sus iniciativas, hasta llegar al control total de la sociedad. Cada quien, en su casilla asignada, movi¨¦ndose nada m¨¢s cuando el Han¨®n lo decida.
Han¨®n, el Gran Hermano, te vigila. Si te mueves de tu nicho, te corta la lengua.