El mundo es un ¨²nico jard¨ªn
El verdadero gran desaf¨ªo pol¨ªtico del futuro consiste en encontrar una actitud que no sustituya la fe en un Dios todopoderoso y ben¨¦volo por la agitaci¨®n de un mercado sanador de un planeta abandonado a s¨ª mismo
?Qu¨¦ hacer? No es la primera vez que o¨ªmos esta pregunta. Sin embargo, hoy se plantea de una manera y con una urgencia nuevas. Sobre todo para las fuerzas liberales de este continente, y del planeta. Desde este mismo momento podemos prever que, cuando se vuelva la vista atr¨¢s, la primavera del a?o 2022 aparecer¨¢ como el oto?o de 1989, o sea, como un punto de inflexi¨®n que sell¨® el fin de una ilusi¨®n largo tiempo albergada.
En aquel entonces, ...
?Qu¨¦ hacer? No es la primera vez que o¨ªmos esta pregunta. Sin embargo, hoy se plantea de una manera y con una urgencia nuevas. Sobre todo para las fuerzas liberales de este continente, y del planeta. Desde este mismo momento podemos prever que, cuando se vuelva la vista atr¨¢s, la primavera del a?o 2022 aparecer¨¢ como el oto?o de 1989, o sea, como un punto de inflexi¨®n que sell¨® el fin de una ilusi¨®n largo tiempo albergada.
En aquel entonces, la ca¨ªda del Muro de Berl¨ªn se?al¨® el adi¨®s a la ilusi¨®n del socialismo estatal de lograr nivelar la diferencia entre igualdad y justicia a trav¨¦s de la producci¨®n utilizando los medios de la planificaci¨®n centralizada y la privaci¨®n perpetua de libertad. Actualmente, la invasi¨®n rusa de Ucrania marca el vaciado de contenido de la m¨¢xima liberal del cambio de valores pol¨ªticos a trav¨¦s de la intensificaci¨®n del comercio, del mismo modo que lo hace el terror cotidiano en China, donde el r¨¦gimen somete ahora a metr¨®polis enteras a la l¨®gica del campo de concentraci¨®n que lleva d¨¦cadas perfeccionando con las minor¨ªas de la periferia.
La idea de que la creciente interconexi¨®n mundial y las dependencias econ¨®micas mutuas nos acercan paulatinamente al reino kantiano de los fines y su paz eterna parece carecer de fundamento. La que fuera esperanza reguladora funciona ahora como ret¨®rica negadora en el d¨ªa a d¨ªa de la pol¨ªtica. Lo que queda tras asomarse al abismo, en especial desde la perspectiva centroeuropea, es la vergonzosa constataci¨®n de que las dependencias son tan poco mutuas como equilibrada est¨¢ la fuerza militar.
El diagn¨®stico es sombr¨ªo. En el siglo XXI, el continente de la Ilustraci¨®n no est¨¢ en condiciones de mantener econ¨®micamente su forma de vida liberal ni de defenderla militarmente, por no hablar de la irreversible devastaci¨®n ecol¨®gica que han tra¨ªdo consigo sobre todo los ¨²ltimos 30 a?os de expansi¨®n mundial del consumo.
En consecuencia, precisamente la generaci¨®n m¨¢s joven de pol¨ªticos y pol¨ªticas europeos ¡ªdesde Emmanuel Macron hasta Annalena Baerbock, pasando por Sanna Marin y Pedro S¨¢nchez¡ª puede encontrarse en una situaci¨®n que guarda un parecido opresivo con la de C¨¢ndido, el protagonista de la novela sat¨ªrica del siglo XVIII del franc¨¦s Voltaire. Al igual que C¨¢ndido, que creci¨® c¨®modamente protegido en un palacio principesco, estos j¨®venes europeos ejemplares absorbieron con la leche materna el relato del mejor de los continentes posibles de la era de posguerra. El a?o de la libertad, 1989, en el que la invenci¨®n de internet tambi¨¦n abri¨® nuevos horizontes aparentemente ilimitados, coincidi¨® con la ¨¦poca formativa de su juventud, consolidando la conciencia de la posibilidad de un final pac¨ªfico de la historia mundial.
Ahora que en sus viajes a lo largo y ancho del planeta han visto bastante las miserias del mundo, y que el terremoto geopol¨ªtico de la invasi¨®n de Ucrania los ha despertado por fin de su letargo dogm¨¢tico, surge la tentaci¨®n de apostar con preferencia en su quehacer por una l¨®gica defensiva de coto duradero y autocuidado aislacionista. Igual que el personaje de C¨¢ndido que, profundamente decepcionado al final de su vuelta al mundo, se esconde tras los gruesos muros de una finca. All¨ª, su viejo maestro de filosof¨ªa Pangloss sigue cant¨¢ndole en la mesa el himno de la globalizaci¨®n (¡±Todos los sucesos est¨¢n concatenados necesariamente en el mejor de los mundos posibles... porque si no, no estar¨ªais aqu¨ª ahora comiendo lim¨®n confitado y pistachos¡±), a lo que C¨¢ndido responde: ¡°Bien dice usted, pero tenemos que cultivar nuestro jard¨ªn¡±.
Primero cultiva tu propio jard¨ªn y prot¨¦gelo. La ayuda a uno mismo antes que la ayuda a los dem¨¢s; el cultivo de lo propio antes que el amor abstracto a lo extra?o; la salvaguarda productiva del terru?o antes que la agotadora solidaridad sin fronteras; la responsabilidad local por delante de las fantas¨ªas de un pilotaje mundial: todas ellas son en realidad intuiciones sumamente comprensibles, incluso b¨¢sicas, en el pensamiento liberal. Un arrojado agricultor ecol¨®gico aparece as¨ª a los ojos de la mente como el faro contempor¨¢neo de la Ilustraci¨®n europea, si no fuera porque la imagen del ¡°jard¨ªn¡± floreciente, con su celebraci¨®n de la naturaleza, hace por s¨ª sola que toda idea de una focalizaci¨®n duradera en unas esferas de influencia propias y cerradas parezca ilusoria.
Esto es as¨ª porque nuestros suelos, cada vez m¨¢s secos y agotados, necesitan un refuerzo qu¨ªmico. Y este viene sobre todo de los fertilizantes nitrogenados procedentes de Ucrania, seguramente producidos con un gran gasto de energ¨ªa proporcionada por el gas ruso. Y tambi¨¦n porque justo este hombre en contacto con la naturaleza y arraigado al campo, es el primero en ir a las barricadas cuando sube el precio de la energ¨ªa, para, en su furor revolucionario, poner al mismo tiempo en cuesti¨®n los valores rectores intr¨ªnsecos y universales de la libertad, la igualdad y la fraternidad mientras empu?a una forca.
Con la debida comprensi¨®n por la rabia acumulada y los miedos recientes, no hay lugar en el que este mundo, que pronto alcanzar¨¢ los 10.000 millones de habitantes, se pueda cultivar, ni podar, ni siquiera encerrar detr¨¢s de un muro, sin que deje de ser digno de ser vivido, a la medida de un jard¨ªn. Desde una perspectiva ilustrada, en nuestro siglo XXI son precisamente los retos ecol¨®gicos los que privan de fundamento cualquier pretensi¨®n de autarqu¨ªa, ya sea continental o de civilizaci¨®n, en un ma?ana a la vista. Del mismo modo, cualquier fantas¨ªa de que la prosperidad y los valores del propio pa¨ªs puedan protegerse en el futuro solo con armas y muros se revela como el fantasma reseco de siglos pasados. El mundo ser¨¢ un ¨²nico jard¨ªn, o no ser¨¢. En las condiciones de este planeta no existe un liberalismo nacional, ni siquiera continental, viable.
Por lo tanto, a los pensadores ilustrados del futuro les corresponder¨¢, una vez m¨¢s, cultivar una actitud de esperanza que se sit¨²e pl¨¢sticamente entre Pangloss y C¨¢ndido. Se necesita una actitud que no sustituya la fe en un Dios todopoderoso y ben¨¦volo por la agitaci¨®n de un mercado sanador del mundo abandonado a s¨ª mismo, y que tampoco sea el mero producto de la desilusi¨®n profunda de los sue?os de un jardinero pol¨ªtico aficionado al estilo de C¨¢ndido.
Se trata m¨¢s bien de volverse siempre, como hacen las plantas m¨¢s ¨¢giles e inteligentes, hacia las fuerzas de la luz, de desplegar los sentidos en todas direcciones. En general, hay que verse a uno mismo como parte de una red global de vida caracterizada por una especial resistencia precisamente gracias a su diversidad interna. Aunque la libertad moderna siga siendo una tierna plantita, hasta ahora ha sido capaz, con los cuidados necesarios, de socavar todos los muros y resistir todos los ataques, incluso en las horas m¨¢s oscuras.