Los enemigos de la democracia
En un contexto como el actual, hay oportunidad de revigorizar nuestro sistema, pero a veces falta imaginaci¨®n. Pla?ir sobre la polarizaci¨®n no nos salvar¨¢: hay que atacar las ideas fuerza de los antidem¨®cratas
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Desde la ¨¦poca de la Gran Recesi¨®n, dos tesis se hicieron fuertes en la cr¨ªtica a nuestro sistema pol¨ªtico. De un lado, la de los tecn¨®cratas, que piensan que hay una soluci¨®n ¨®ptima a cada problema social y basta con tener a los expertos gobernando. Del otro, la de los populistas, que argumentan que solo ellos representan al hombre corriente y que, con voluntad pol¨ªtica, apelando a la gente, todo es posible.
Aun as¨ª, la paradoja es que ambas tesis son objeciones, pero tambi¨¦n complementos a lo democr¨¢tico. La buena t¨¦cnica es fundamental para que haya un ajuste entre medios y fines, pero estos ¨²ltimos hay que definirlos pol¨ªticamente. Tampoco puede haber objetivos sociales sin la participaci¨®n de la ciudadan¨ªa, pero nunca al precio de erradicar el pluralismo. Por eso, estos dos polos participan de un modo u otro en nuestros sistemas, aun en tensi¨®n, pero reconciliados con nuestros reg¨ªmenes representativos y liberales.
Sin embargo, la democracia tiene dos enemigos que no tendr¨¢n compasi¨®n. El primero es el enemigo exterior. Cada vez m¨¢s pa¨ªses, instigados por China, han decidido negar de plano los derechos humanos como principios rectores del orden social. Hoy defienden que su modelo es mejor y apelan a una idea clave: somos m¨¢s eficientes. En un mundo global y peligroso, aducen que prescindir de los farragosos derechos individuales o que carecer del horizonte electoral de una legislatura les permite tomar decisiones a largo plazo. Les permite competir mejor y crecer m¨¢s.
Los segundos enemigos nacen de dentro, aunque, no pocas veces, vienen instigados desde otras latitudes. Ellos defienden que las sociedades democr¨¢ticas son decadentes y est¨¢n corrompidas por el globalismo, el cosmopolitismo, que nos ha hecho perder las esencias del pasado. Su idea clave es que ya no tienen voz los que de verdad representan a la pureza de la naci¨®n. Y, como en el caso anterior, da lo mismo que sea falso; lo importante es que en un mundo complejo como el actual resulta veros¨ªmil.
Es fundamental que, frente a estos dos rivales, las democracias pongan en marcha contramedidas. En un contexto de cambio y crisis como el actual, hay oportunidad de revigorizar nuestro sistema, pero a veces lo que falta es imaginaci¨®n. Pla?ir sobre la polarizaci¨®n no nos salvar¨¢: hay que atacar las ideas fuerza de los antidem¨®cratas.
Para el flanco de la eficacia, necesitamos mejor Estado, m¨¢s orden en la globalizaci¨®n, m¨¢s prospectiva y m¨¢s evaluaci¨®n de pol¨ªticas p¨²blicas. Jam¨¢s debemos descuidar los rendimientos del sistema para la legitimidad de un r¨¦gimen: sociedades sin cohesi¨®n siempre son m¨¢s vulnerables. Para el flanco de la voz de los que se sienten abandonados hay que atreverse con m¨¢s mecanismos deliberativos, m¨¢s sociedad civil, m¨¢s coparticipaci¨®n en las decisiones. Si el roce hace el cari?o, hagamos dem¨®cratas practicando. En suma, recurramos a los contrapuntos del sistema para hacerlo m¨¢s fuerte, que la tecnocracia y el populismo acudan al rescate.
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