Nuestro invierno del descontento
Sin llegar a¨²n a la oleada de protestas de la juventud punk contra el laborismo en los 70, toda una generaci¨®n de izquierdas espa?ola ha empezado a pensar en privado que ¡°contra Rajoy viv¨ªamos mejor¡±
En 1978 las radios brit¨¢nicas, siempre orgullosas del rock hecho en las islas, tuvieron que ceder su trono a dos discos que importaron la ligereza de la m¨²sica disco norteamericana, Fiebre del S¨¢bado Noche, y el revival almibarado de los 50, Grease. A la par, un movimiento tect¨®nico recorr¨ªa el subsuelo musical, la mugre y la furia del punk. Un fen¨®meno tan solo era entretenimiento y negocio, el otro ten¨ªa capacidad de representar una realidad social que nadie parec¨ªa querer ver, expresando el hast¨ªo pero tambi¨¦n uniendo a miles de personas para contrarrestar la influencia del ultraderechista Frente Nacional. Todo aquello desemboc¨® en ¡°el invierno del descontento¡±, una oleada de protestas contra las pol¨ªticas de contenci¨®n salarial del Gobierno laborista. Detr¨¢s, un proceso inflacionario provocado por una crisis energ¨¦tica y geopol¨ªtica. En los primeros y fr¨ªos meses de 1979 en las radios segu¨ªan sonando levedades como los Village People, pero en las calles se cumpl¨ªa la profec¨ªa que los Sex Pistols hab¨ªan perpetrado en Anarchy in the UK. En mayo, Margaret Thatcher se alzaba como primera ministra.
Existen notables diferencias entre el Reino Unido de finales de los setenta y la Espa?a de 2022. Tambi¨¦n algunas similitudes, no solo la de la inflaci¨®n. Esta temporada ha sido, para cualquiera que escriba sobre pol¨ªtica con especial atenci¨®n a la izquierda, la m¨¢s ¨¢rida en mucho tiempo, no solo por el descenso de lectores, sino tambi¨¦n por la hostilidad de algunos de los que quedaban a cualquier gesto de optimismo. Las alarmas, a pleno funcionamiento tras el p¨¦simo resultado en Andaluc¨ªa, deber¨ªan haber saltado despu¨¦s de la aprobaci¨®n de la reforma laboral, la exitosa ley que romp¨ªa una prolongada inercia neoliberal con el objetivo de lograr la estabilidad en el empleo. Lo rese?able es que un n¨²mero nada despreciable de las bases militantes de la izquierda, m¨¢s all¨¢ de sus simpatizantes m¨¢s ideologizados, reaccionaron ante la nueva reforma no solo con decepci¨®n, sino con antagonismo. Se hab¨ªa descorchado una profunda frustraci¨®n.
Unidas Podemos consigui¨® llegar al Gobierno, pero nadie hab¨ªa explicado a su masa social, educada en el populismo del asalto a los cielos, qu¨¦ supon¨ªa estar en el Ejecutivo. Si desde el primer minuto de legislatura se pusieron por delante las cesiones, que toda institucionalidad requiere, antes que los resultados, que toda institucionalidad permite, el desencanto estaba garantizado. Toda una generaci¨®n ha empezado a pensar en privado aquello de ¡°contra Rajoy viv¨ªamos mejor¡±. La ausencia de espacios m¨¢s all¨¢ de lo digital, agravada por el confinamiento, no ayud¨® en absoluto. La ruptura de canales de comunicaci¨®n entre los l¨ªderes, absorbidos por las din¨¢micas ministeriales, con sus militantes acostumbrados a jugar a la contra, tampoco. Si a esto a?adimos un permanente encono contra los medios, la ecuaci¨®n se ha vuelto endiablada, no porque las cabeceras de la derecha no iniciaran la guerra, sucia y desmedida, sino porque no puedes construir una imagen de fiabilidad cuando te arrastran al barro.
Yolanda D¨ªaz, por contra, nunca ha dado la sensaci¨®n de ser ni una invitada ni una asaltante en el Consejo de Ministros, sino que ha reclamado con cada serie de datos sobre empleo su sitio en propiedad. Por esto, unido a que su cartera de Trabajo ha resultado esencial en estos meses de sobresalto continuo, despunt¨® hasta alcanzar el liderazgo de su espacio. Sin embargo, lo cierto es que el momento laborista no se ha convertido a¨²n en momento electoral. D¨ªaz puede despertar simpat¨ªas entre el votante progresista, pero el reconocimiento no tiene por qu¨¦ transformarse en esca?os cuando la astenia golpea duramente a los suyos. No hay soluci¨®n sencilla, pero es evidente que una candidatura debe contener algo m¨¢s que su nombre. Tambi¨¦n que el misterio que ha rodeado sus deliberaciones ha acabado deviniendo en intriga y tensi¨®n, cuando hay que dotar de una organicidad, reglas de uso interno, a la inc¨®gnita. Pero, sobre todo, falta encontrar un horizonte al que dirigirse.
Ese puede ser el reverso del propio elemento m¨¢s da?ino de estos ¨²ltimos meses: la inflaci¨®n. Si tasar los precios y subvencionar sectores no acaba de dar sus frutos, tocar¨¢ subir los sueldos. Los sindicatos est¨¢n metiendo carb¨®n a la m¨¢quina: la huelga de los metal¨²rgicos en Cantabria es el primer ejemplo. Que el presidente S¨¢nchez acompa?e la jugada depender¨¢ de la tensi¨®n entre su esp¨ªritu ideol¨®gico y su olfato de supervivencia. Puede que el PSOE deba mirar con curiosidad hacia la historia brit¨¢nica y tirar de ¨¦pica, puede que d¨¦ por amortizada la legislatura encomend¨¢ndose a Europa y a la fortuna de la excepci¨®n ib¨¦rica. ¡°El invierno de nuestro descontento se vuelve verano con este sol de York¡±, escrib¨ªa Shakespeare al inicio de Ricardo III, el drama que enfrentaba la prudencia en el Gobierno contra la ambici¨®n desmedida de quien aspira al poder. Ahora que sabemos, tras la mayor¨ªa absoluta en Andaluc¨ªa, que S¨¢enz de Santamar¨ªa no perdi¨® del todo aquel XIX Congreso del PP, Feij¨®o aspira a que tan solo le toque esperar.
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