Mi beb¨¦ ya entiende de pol¨ªtica
El ni?o nos hace part¨ªcipes de que ha hecho algo prohibido, s¨ª, pero que al menos es consciente de ello. Y no lo hace burlonamente, sino con un gesto de responsabilidad, negando a la vez con cabeza y mano solemnemente
En el principio fue el verbo, una palabra originaria a partir de la cual se desarrollaron el resto de sonidos. En el caso de mi beb¨¦, su primer fonema fue algo que sonaba parecido a ¡°ajo¡±, una primera palabra muy digna para cualquier espa?ol. Su padre, que es un tipo preocupado por la ling¨¹¨ªstica, aseguraba que no dec¨ªa ¡°ajo¡± sino algo que deb¨ªa transcribirse como ¡°eg¨¹e¡±. La Ana Mari, por su parte, afirmaba que lo que dec¨ªa era ¡°abu¡±, porque la estaba llamando a ella, su abuela. Y yo, para qu¨¦ nos vamos a enga?ar, jurar¨ªa que me estaba diciendo a m¨ª ¡°Ana¡±, que quiz¨¢s se le hac¨ªa m¨¢s f¨¢cil que ¡°mam¨¢¡±. Aqu¨ª cada cual arrimaba el ascua a su sardina. Hasta el camarero del bar de abajo pensaba que le estaba pidiendo ¡°agua¡±.
Desde entonces, la cosa se ha ido complicando a medida que el beb¨¦ maneja m¨¢s consonantes. Ha aprendido a decir ¡°Kike¡±, que es el nombre del camarero de abajo. De hecho, es el primer nombre que ha incorporado a su agenda, algo tambi¨¦n propio de un buen espa?ol. Varias veces al d¨ªa dice ¡°keka¡±, que es como llama ¨¦l a la teta cuando quiere amorrarse. Y tambi¨¦n ¡°caca¡±, con dos acepciones, adem¨¢s. Una, para nombrar alg¨²n objeto que le prohibimos tocar (y en ese caso, lo se?ala). Otra, para referirse a eso que lleva dentro del pa?al (y en este caso, se se?ala los bajos, e incluso se agita una mano abierta por delante de nariz, en se?al de peste).
Pero el beb¨¦ aprende a comunicarse con gestos casi mejor que con sonidos. Ya tiene incluso una an¨¦cdota por signos que le ha escenificado a toda la familia. Primero empuja el brazo hacia abajo, luego se?ala con cara de preocupaci¨®n la esquina de la cocina y finalmente se pone ambas manos sobre la cabeza y finge un gesto tr¨¢gico. Est¨¢ contando que una vez tir¨® la cena al suelo, vinieron las hormigas a trav¨¦s de un agujero en la pared y se llevaron los trozos de comida. Ah¨ª es cuando se lleva las manos a la cabeza: ?ay, Dios m¨ªo, cu¨¢ntas hormigas hab¨ªa!
Para que no se repita la historia le estamos ense?ando a que no tire comida al suelo. Cuando lo va a hacer le decimos ¡°no¡± y, con el dedo ¨ªndice extendido, agitamos la mano de un lado a otro haciendo un exagerado recorrido. Ya hemos conseguido que tire menos, pero el aprendizaje ha tenido una consecuencia inesperada.
En ocasiones coge migas de pan, o un trozo de sand¨ªa, nos mira desafiante y extiende poco a poco su brazo m¨¢s all¨¢ del borde de la trona. Nosotros le hacemos el ritual del ¡°no¡± para intentar disuadirlo, pero ¨¦l simplemente abre su mano regordeta y deja caer la comida al suelo. En lugar de re¨ªrse o esperar la rega?ina, inmediatamente despu¨¦s nos pone su mejor cara de preocupaci¨®n. Frunciendo el ce?o, extiende el dedo ¨ªndice para mover su manita de un lado a otro, haci¨¦ndonos ¨¦l mismo el ritual del ¡°no¡±. El beb¨¦ nos hace part¨ªcipes de que ha hecho algo prohibido, s¨ª, pero que al menos es consciente de ello. Y no lo hace burlonamente, sino con un gesto de responsabilidad, negando a la vez con cabeza y mano solemnemente. ¡°Me he equivocado, pap¨¢ y mam¨¢ ¨Dy volver¨¢ a ocurrir¨D, pero tened por seguro que me preocupa profundamente mi actitud, la condeno moralmente y expreso mi m¨¢s sentida repulsa¡±. Solo quer¨ªamos ense?arle modales a la mesa y resulta que nos ha salido un beb¨¦ diputado.
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