El don de la curiosidad
Cuando las mismas soluciones violentas de hace cuatro mil a?os llenan la agenda de nuestros l¨ªderes, resulta m¨¢s necesario que nunca que nos lleguen las voces de afuera
Una de las m¨¢s llamativas consecuencias de la aceleraci¨®n del tiempo en nuestra era es la precipitaci¨®n de los lutos. Disfrutamos de una esperanza de vida m¨¢s larga que la de nuestros predecesores, pero no por ello han descendido las angustias, el estr¨¦s y el sentido de la futilidad de la existencia, m¨¢s bien al contrario. En el caso del luto, lejana queda aquella simbolog¨ªa que se alargaba durante meses, por la cual todo el mundo conoc¨ªa las casas donde se hab¨ªa vivido una p¨¦rdida. Ahora, incluso el miedo al agujero negro recomienda retomar la actividad al d¨ªa siguiente de la tragedia. Un poc...
Una de las m¨¢s llamativas consecuencias de la aceleraci¨®n del tiempo en nuestra era es la precipitaci¨®n de los lutos. Disfrutamos de una esperanza de vida m¨¢s larga que la de nuestros predecesores, pero no por ello han descendido las angustias, el estr¨¦s y el sentido de la futilidad de la existencia, m¨¢s bien al contrario. En el caso del luto, lejana queda aquella simbolog¨ªa que se alargaba durante meses, por la cual todo el mundo conoc¨ªa las casas donde se hab¨ªa vivido una p¨¦rdida. Ahora, incluso el miedo al agujero negro recomienda retomar la actividad al d¨ªa siguiente de la tragedia. Un poco al modo en que nuestra barbarie laboral exige a una madre reincorporarse a la oficina dos d¨ªas despu¨¦s de perder a un hijo. Por extensi¨®n hemos desplazado el luto ¨ªntimo a una esfera insensible, como si la tristeza fuera una enfermedad, en lugar de un estado de ¨¢nimo necesario y que al atravesarlo con rigor y entereza nos hace m¨¢s fuertes y, sobre todo, m¨¢s s¨®lidos. Pero pelear contra la sociedad en que nos ha tocado vivir es ingrato. No va a ser largo y significativo el luto que el mundo teatral va a guardar por Peter Brook. Pese a ser uno de sus m¨¢s elevados representantes, hay que llenar las butacas esta noche y ah¨ª no caben sentimentalismos. Sin embargo, el director brit¨¢nico, afincado durante a?os en un Par¨ªs de acogida cultural, merecer¨ªa un recordatorio significativo.
En especial es muy destacable que alguien como Brook, pese a estar instalado en la industria teatral de manera conveniente, se inclinara alcanzada una edad por reflejar las leyendas y f¨¢bulas de otros lugares. A finales de los a?os sesenta comenz¨® a incorporar actores de lejanas nacionalidades y en particular a viajar por el mundo tratando de ampliar los l¨ªmites del teatro no ya fuera de la sala, sino fuera de Occidente. De este modo, ?frica, India y Persia se convirtieron en protagonistas de algunos de sus montajes m¨¢s memorables, de cuya dramaturgia se ocupaba en muchos casos Jean Claude Carri¨¨re, que termin¨® casado con la escritora iran¨ª Nahal Tajadod. Itinerantes y cargados de revisiones de mitos locales, se fueron sucediendo t¨ªtulos como Los ik, Mahabharatta, Tierno Bokar, La muerte de Krishna, La conferencia de los p¨¢jaros. En ellos una simple tela se transformaba en serpiente, fantasma y r¨ªo sin soluci¨®n de continuidad, acercando al espectador europeo de colmillo afilado a la sencillez sabia de los ni?os cuando escuchan los primeros cuentos de su vida.
Hoy, las vallas y las porras policiales son el recurso de ¨²ltimo modelo para demostrar que el avance de la tecnolog¨ªa no significa el menor avance de nuestra inteligencia social. Cuando las mismas soluciones violentas de hace cuatro mil a?os llenan la agenda de nuestros l¨ªderes, resulta m¨¢s necesario que nunca que nos lleguen las voces de afuera, las lejanas narraciones que nos demuestran que el arte y la poes¨ªa no es un patrimonio de nuestra tradici¨®n. Que el emigrante tiene una historia detr¨¢s y hay vida sensible m¨¢s all¨¢ de nuestro ombligo y la versi¨®n del ¨¦xito que nos hemos autoimpuesto. Escuchar los cuentos que vienen de otra civilizaci¨®n nos acerca a ella, por m¨¢s separaci¨®n que nos quieran imponer. Brook fue un esforzado ingeniero de trasvases que gozamos en las mejores veladas teatrales. Por eso al morir ¨¦l nos preguntamos, ?d¨®nde est¨¢ el otro mundo?, ?d¨®nde est¨¢ la otra cultura?, ?d¨®nde la curiosidad?