No eran marcianos, eran humanos
Los invasores hambrientos que saltaron la valla en Melilla ser¨ªan lo que muchos extremo-derechosos consideran ¡°gente superflua¡± y, por tanto, eliminable
1. Or¨¢culo
Me refugio, como casi siempre hago al inicio del verano (cuando me invade el des¨¢nimo, llega el calor y los gobiernos patinan sin hielo), en la lectura ocasional del sabio y a menudo reaccionario vadem¨¦cum Or¨¢culo manual y arte de prudencia, del jesuita Baltasar Graci¨¢n (1601-1658), que manejo en la edici¨®n (sin ¡°arreglar¡±, al contrario que las destinadas a formar aguerridos ejecutivos que desean mutar en tiburones) de Emilio Blanco (C¨¢tedra). Obra de madurez (1647), compuesta por 300 apotegmas glosados de los que, a pesar de su af¨¢n proped¨¦utico, se desprende una concepci¨®n pesimista del mundo y a menudo bastante hobbesiana de las relaciones entre los pretendidos racionales que en ¨¦l vivimos y morimos (o nos matan y matamos). Un libro de sintaxis simple y sem¨¢ntica enrevesada y conceptista, que requiere una lectura exigente y meditada, nada que ver con el muy le¨ªdo Camino (1934), el vendid¨ªsimo (m¨¢s de cinco millones de ejemplares, aunque ya circula menos) breviario del tambi¨¦n religioso aragon¨¦s (pero ¨¦ste santo, vaya por Dios) Jos¨¦ Mar¨ªa Escriv¨¢ de Balaguer. Los consejos (a menudo contradictorios) del Or¨¢culo vienen muy a cuento de nuestro ¨²ltimo Zeitgeist: pandemias, guerras, asesinato en masa de quienes escapan de un infierno con la esperanza de poder vivir en un purgatorio, crisis econ¨®mica, hambrunas africanas (por ahora), inflaci¨®n galopante, problem¨¢tico futuro planetario. En fin, no quiero amargarle a nadie el primer fin de semana de julio. Baste por hoy recordar a mis improbables lectores la existencia de este libro que no hay que leer seguido, pero al que conviene hacerle un sitio en la mesa de noche. Miren el recordatorio que encontr¨¦ ayer ¡ªy cu¨¢nto viene a cuento de lo que viene en la ense?anza¡ª: ¡°Nace b¨¢rbaro el hombre, red¨ªmese de bestia cultiv¨¢ndose. Haze personas la cultura, y m¨¢s cuanto mayor¡±. Como dir¨ªa un castizo, ?toma ya, Cela¨¢!
2. Marcianos
En el fantasioso caso de que los que saltaron la valla en Melilla hubieran sido evolucionados marcianos en vez de desesperados seres humanos, las autoridades marroqu¨ªes y las pr¨®speras mafias se hubieran ahorrado muertos (?23?, ?37?; ?cu¨¢ndo sabremos cu¨¢ntos?), colocando en las alambradas enormes altavoces que transmitieran a m¨¢ximo volumen la balada Indian Love Call interpretada por Slim Whitman, que es el arma que destruye los cerebros de los marcianos invasores en la estupenda pel¨ªcula de Tim Burton Mars Attacks! (1996). Al fin y al cabo esos invasores hambrientos ser¨ªan lo que muchos extremo-derechosos consideran ¡°gente superflua¡± y, por tanto, eliminable. Para huir del hambre sin que te molesten hay que tener papeles, y para tenerlos hay que haberlos conseguido precisamente en el lugar so?ado: la pescadilla supremacista se muerde la cola. Lo de los marcianos me recuerda inevitablemente la nueva, completa y muy cuidada edici¨®n de las Cr¨®nicas marcianas (C¨¢tedra, traducci¨®n y edici¨®n de Jes¨²s I. G¨®mez L¨®pez), de Ray Bradbury, uno de los mejores, m¨¢s inteligentes y po¨¦ticos textos de la historia de la ciencia ficci¨®n. Publicado por vez primera en 1950, las Cr¨®nicas consisten en una sucesi¨®n de relatos m¨¢s o menos independientes en los que se revela la (mala) relaci¨®n del hombre con el planeta rojo, que Bradbury (al que Ridley Scott homenajea en Blade Runner dando su apellido al edificio de los replicantes) nos presenta como un ¨¢mbito casi m¨¢gico de met¨¢foras y deseos a punto de ser destruidos. Una gozada que ya ha cumplido 72 a?os.
3. Intrigas
Seguro que muchos, al otro lado de esta p¨¢gina de papel o virtual, ya se est¨¢n imaginando tumbados a la sombra leyendo novelas de misterio. De las dos que hoy les recomiendo ninguna es propiamente lo que se da en llamar un thriller, pero ambas participan de diferentes formas de intriga policial. Asesinato en el Jard¨ªn Bot¨¢nico (Destino), de Jos¨¦ Mar¨ªa Guelbenzu, es la ¨²ltima (en todos los sentidos del t¨¦rmino) investigaci¨®n de mi adorada Mariana de Marco, la estupenda juez (Guelbenzu y su criatura odian el t¨¦rmino gen¨¦ricamente marcado) que conocimos hace nueve entregas en un destino norte?o. Mariana, que ahora est¨¢ en la alta cuarentena, sigue siendo una mujer f¨ªsicamente espectacular, de esas a las que uno no puede evitar volverse en la calle para mirar, pero sobre todo es lista, desinhibida, eficaz, culta. Vive en Madrid con su (envidiable) pareja, el periodista sin trabajo fijo Javier Goitia, que ejerce como cronista de su nueva investigaci¨®n: en el Jard¨ªn Bot¨¢nico aparece el cad¨¢ver de la secretaria del Club de Amigos de los Jardines, junto a un ramillete de ac¨®nito (cuyo alcaloide es letal) y un botell¨ªn de whisky (o quiz¨¢s de ron: el despiste hace m¨¢s cervantino a Guelbenzu). La trama se complica: la juez por un lado y Goitia por otro investigan a los miembros del club; hay alg¨²n adulterio vergonzante y tal vez un suicidio. Al final, golpeada por una tragedia sobrevenida, Mariana, mi Mariana, decide decir adi¨®s a su carrera y desaparecer de nuestra vida de lectores. Lo mismo que hizo un d¨ªa Sherlock Holmes, que, sin embargo, regres¨® de entre los muertos, quiz¨¢s harto de su quietud (salvo en Pedro P¨¢ramo). La otra novela a la que me refiero es Caso cl¨ªnico (Impedimenta, traducci¨®n de Alicia Frieyro), del escoc¨¦s Graeme Macrae Burnet, una envolvente intriga muy hitchcockiana con desdoblamientos de personalidad, ambientada en el Londres de los sesenta y bajo la entonces poderosa sombra de la antipsiquiatr¨ªa de Laing y Cooper (que tanta huella dej¨® en una generaci¨®n de psiquiatras espa?oles y, lo que es peor, en sus sufridos pacientes). Una intriga entretenida, inteligente, veraniega. Que les aproveche, cuando est¨¦n fresquitos, ah¨ª en la bendita sombra.
Puedes seguir a BABELIA en Facebook y Twitter, o apuntarte aqu¨ª para recibir nuestra newsletter semanal.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.