Gestionar el agua
El cambio clim¨¢tico trae aparejados menos recursos h¨ªdricos y urge adecuar su uso a los disponibles
El cambio clim¨¢tico hace estragos en el agua. Inundaciones y sequ¨ªas son cada vez m¨¢s frecuentes e intensas, como se est¨¢ comprobando en el Mediterr¨¢neo. Italia tuvo que declarar hace poco el estado de emergencia en distintas regiones y, en Espa?a, al acabar la primera semana de julio, los embalses estaban al 45,3%, 10 puntos por debajo de la media de la ¨²ltima d¨¦cada. La situaci¨®n es especialmente preocupante en las cuencas del Guadiana y Guadalquivir, donde no llegan al 30% de agua embalsada, la mitad que la media de hace diez a?os.
Es importante diferenciar la sequ¨ªa de la escasez de agua. La sequ¨ªa alude a la falta de precipitaciones en una zona determinada por debajo de los niveles medios considerados de referencia. En Espa?a las sequ¨ªas no son nuevas y se debe contar con ellas para gestionar el conjunto de los recursos h¨ªdricos. Distinto es el concepto de escasez de agua. Con ¡°escasez¡± se hace referencia a la falta de recursos suficientes para satisfacer unas demandas. As¨ª, mientras la sequ¨ªa es un concepto meteorol¨®gico, la escasez lo es socioecon¨®mico. Se da la paradoja de que ahora hay zonas de Espa?a afectadas por la escasez que no est¨¢n catalogadas de sequ¨ªa, como parte de la cuenca del Guadiana y del Guadalquivir.
Como mal se puede administrar lo que no se tiene, la disponibilidad de agua es el punto del que partir para gestionar las demandas. El Plan Hidrol¨®gico Nacional ya sent¨® en 2001 las bases de una gesti¨®n planificada de las sequ¨ªas. Incorpora un sistema de indicadores y obliga a elaborar planes especiales en cada ¨¢mbito hidrol¨®gico y planes de emergencia para municipios de m¨¢s de 20.000 habitantes.
No obstante, la sequ¨ªa no puede gestionarse de forma aislada al conjunto de la planificaci¨®n; hay que incorporarla como parte de la misma. En Espa?a, m¨¢s del 70% del agua va destinada a regad¨ªo. En un escenario de cambio clim¨¢tico es obligado replantear la pol¨ªtica agr¨ªcola para evaluar qu¨¦ regad¨ªos siguen teniendo sentido en t¨¦rminos econ¨®micos, detener las promesas de falsas ampliaciones que generalmente no se cumplen y perseguir con toda la dureza de la ley los pozos ilegales.
Las ciudades tambi¨¦n tienen mucho que hacer. Zaragoza consigui¨® bajar su consumo de 130 litros de agua por habitante y d¨ªa a 98, gracias a las inversiones municipales en la renovaci¨®n de tuber¨ªas para evitar fugas y a un esfuerzo colectivo del conjunto de la ciudadan¨ªa. Ciudades como C¨¢diz o el ¨¢rea metropolitana de Sevilla han puesto en marcha observatorios de participaci¨®n ciudadana que se han convertido en instrumentos b¨¢sicos para una nueva gesti¨®n del agua.
Todos los estudios muestran que el cambio clim¨¢tico trae aparejada menos disponibilidad de agua. Urge adecuar todas las demandas al recurso disponible, sin olvidar que los r¨ªos y los ecosistemas son los primeros usuarios.
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