Bataclan: padres e hijos
El macroproceso por los atentados terroristas del 13 de noviembre de 2015 en Par¨ªs ha mostrado la profunda quiebra generacional que existe en el mundo del islam
Dec¨ªa Gilles Deleuze que los conceptos, las herramientas de las que se sirve la filosof¨ªa para llegar a la verdad de las cosas, no eran de una pieza sino que ofrec¨ªan m¨¢s bien un mapa de circunstancias. Para entender lo que pasa es necesario levantar ese territorio donde act¨²an fuerzas diferentes y contradictorias y hacerse cargo de la complejidad de cuanto ocurre. Lo que ha sucedido en el Palacio de Justicia de la capital francesa durante los 10 meses que ha durado el macroproceso por los atentados islamistas del 13 noviembre de 2015 en Par¨ªs y Saint Denis ha sido justo eso: convocar a cuantos hab¨ªan sido sacudidos por aquella brutalidad y buscar entre todos la verdad. No solo la judicial, tambi¨¦n la otra: ?c¨®mo se ha acumulado tanto odio y por qu¨¦?, ?qu¨¦ es el mal, c¨®mo se manifiesta?, ?qu¨¦ significa la muerte, qu¨¦ peso tiene en nuestras sociedades? Ah¨ª estuvieron verdugos, v¨ªctimas, abogados defensores, fiscales, cada uno de ellos con su historia detr¨¢s, con sus heridas, con su versi¨®n de los hechos, con sus argumentos a favor y en contra, y con sus estrategias para construir el relato que favoreciera sus objetivos.
En el trabajo que ha hecho Emmanuel Carr¨¨re para contar lo que ha sucedido durante ese tiempo en el tribunal franc¨¦s, y que se ha recogido puntualmente en este peri¨®dico, se ha servido de la finura de un bistur¨ª para ir separando una capa tras de otra de cuanto se contaba con el af¨¢n de acceder as¨ª a cada min¨²sculo rinc¨®n de los hechos y descubrir sus zonas oscuras o encontrar, a veces, algunos puntos luminosos. En su ¨²ltima entrega comentaba que en la sala del juicio se hab¨ªa desarrollado algo sagrado. Realizaron una larga traves¨ªa por un paisaje devastado por el sufrimiento y la sinraz¨®n y salieron de alguna manera transformados.
Como no pod¨ªa ser de otra manera, se habl¨® en el juicio de padres e hijos. En diciembre compareci¨® Azdyne, un hombre poco religioso y que no es pobre, y que incluso alguna vez, cont¨® Carr¨¨re, lleg¨® a disfrazarse de Papa Noel en Navidad. Su hijo qued¨® pulverizado tras estallar el cintur¨®n de explosivos que llevaba encima en la sala Bataclan, justo en el mismo momento en que el padre ve¨ªa por televisi¨®n el partido de f¨²tbol entre Alemania y Francia. Samy Amimour hab¨ªa sido un ¡°adolescente triste¡± y pronto empez¨® a radicalizarse, escuchaba por internet a los predicadores salafistas, defend¨ªa su conversi¨®n al islam y, en oto?o de 2013, se fue a Siria. Se afili¨® a Jabhat al-Nusra, la filial que tiene all¨ª Al Qaeda. Un d¨ªa, cuando sus padres conectaron con ¨¦l por Skype, vieron detr¨¢s del chico una hilera de kal¨¢shnikov. Azdyne decidi¨® viajar all¨ª para tra¨¦rselo de regreso.
Dice Carr¨¨re que se da por hecho que ¡°los hijos no son responsables de los cr¨ªmenes de los padres¡±. Si un hijo se convierte en un asesino, en cambio, ¡°sospechamos que su familia tiene algo que ver¡±. Carr¨¨re observa que los testimonios de Azdyne fueron un poco contradictorios, pero destaca un momento decisivo, el encuentro del padre ¡°en el pedregal sirio con el glacial Samy, que camina con muletas y se ha pasado definitivamente al otro bando¡±. No pudo hacer nada. En la ¨²ltima imagen que les lleg¨® a aquellos padres de su hijo, aparec¨ªa ri¨¦ndose mientras decapitaba a un prisionero en un v¨ªdeo reivindicativo del Estado Isl¨¢mico. Padres, hijos, el embrollo de la familia y la culpabilidad: no se puede ni siquiera imaginar la hondura del desgarro.
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