La Historia como delirio
El libro de Carlos Gran¨¦s cuenta, de manera l¨²cida y exhaustiva, la larga aventura de invenci¨®n y reinvenci¨®n de Am¨¦rica Latina, en la que los escritores han cumplido el papel de ide¨®logos transformadores
En Delirio americano, Carlos Gran¨¦s cuenta, de manera l¨²cida y exhaustiva, la larga aventura de invenci¨®n y reinvenci¨®n de Am¨¦rica Latina, tal como he escrito en Pol¨ªtica & Prosa. Y, entre tantas cosas, llegamos a saber que los fil¨®sofos han estado casi ausentes a la hora de dilucidar las propuestas de nuevos modelos pol¨ªticos y sociales. Son los escritores quienes han cumplido ese papel, convertidos en ide¨®logos.
Los escritores fueron capaces de contemplar una realidad por transformar, y se atrev¨ªan a buscarle una filosof¨ªa, como en el caso de Jos¨¦ Enrique Rod¨®, con Ariel, o de Domingo Faustino Sarmiento con Facundo. Sarmiento, que adem¨¢s de novelista, fue pol¨ªtico, y militar, y lleg¨® a ser presidente de Argentina.
Pero, desde entonces, va a producirse una dicotom¨ªa entre el escritor que busca, y la realidad que no se transforma de acuerdo a sus sue?os y visiones. El ideal va a convertirse entonces en utop¨ªa, y la realidad de atraso y miseria se volver¨¢ entonces un cebo literario, y al mismo tiempo ideol¨®gico. M¨¢s tarde, las utop¨ªas se convertir¨¢n en distopias. Los sue?os de la raz¨®n, que engendran monstruos.
Hay un momento en que el libertador que se sube al caballo para librar las luchas de independencia, contiene tambi¨¦n al intelectual hijo de la Ilustraci¨®n, y as¨ª mismo al escritor, basta recordar las cartas de Bol¨ªvar, verdaderas piezas literarias; o los diarios de viaje de Francisco de Miranda. Todos tienen una visi¨®n ecum¨¦nica, como creadores de naciones, y son hijos de Rousseau y de Voltaire. Su pasi¨®n es crear un Nuevo Mundo.
El fundamento ideol¨®gico de Rod¨®, capital en la formaci¨®n del pensamiento latinoamericano, como Gran¨¦s viene a mostrarlo, es la lucha planteada entre Ariel y Calib¨¢n. Pero Calib¨¢n tambi¨¦n es Facundo, el salvaje al que civilizaci¨®n debe dome?ar para que haya naciones verdaderas. Esa formidable contradicci¨®n creada en el siglo XIX, entre proyecto de naci¨®n ut¨®pica y realidad espuria, viene a ser parte del mito americano. Y del delirio.
Orden institucional contra dictadura cerril. La perfecci¨®n de los sue?os hist¨®ricos y la terca realidad heredada. Mundo rural y modernidad frustrada. Choque de razas y mestizaje. Orden y anarqu¨ªa. Centralismo versus federalismo. Civilizaci¨®n contra barbarie. Es a los escritores a quienes toca dilucidar estas contradicciones, y plantear, incluso, propuestas de cambio o reforma, como la que contiene la novela Do?a B¨¢rbara de R¨®mulo Gallegos, donde sigue campeando el esp¨ªritu de Ariel contra los apetitos oscuros de Calib¨¢n.
Es la novela que llega a expresar una filosof¨ªa, un deber hacer, que propone una norma. Gallegos no dur¨® mucho en el poder para poner en acci¨®n sus propuestas civilizadoras, derrocado por los militares nueve meses despu¨¦s de haber sido electo presidente de Venezuela.
El mestizo empieza, entonces, a luchar contra s¨ª mismo. Luchamos a partir de Facundo contra el salvaje que todos llevamos dentro. Queremos elevarnos a las alturas espirituales de Ariel. Y, mientras buscamos con delirio nuestra identidad americana, intentamos dilucidar los modelos pol¨ªticos.
Los atributos de guerrero, intelectual, escritor, que al principio se presentan juntos, como en Bol¨ªvar o Miranda, o como en Sarmiento, se separan con el tiempo, y los intelectuales, desarmados, entran en contradicci¨®n con los caudillos, que nunca dejan las armas y las vuelven su raz¨®n de ser, y de poder.
Alguien que es s¨®lo poeta, y pensador, como Jos¨¦ Mart¨ª, carece de credenciales suficientes y tiene que legitimarse, subi¨¦ndose al caballo, frente a las armas y quienes las empu?aban como caudillos militares. Y le va la vida en ello. Al rev¨¦s, someter el poder militar al poder pol¨ªtico ha sido uno de los grandes delirios de nuestra historia, y la frustraci¨®n m¨¢s relevante.
Es precisamente con el modernismo, que representa la modernidad a finales del siglo XIX, cuando se da la separaci¨®n de papeles entre escritores de oficio y pol¨ªticos de oficio. Salvo Mart¨ª. Escritores, que son a la vez pensadores y tienen sus propias visiones americanas, contrarias al creciente dominio de los Estados Unidos. El antiimperialismo pasar¨¢ ahora a encarnar la lucha entre Ariel, el esp¨ªritu de la Am¨¦rica indohispana, y Calib¨¢n, con sus legiones avasalladoras de ¡°b¨²falos de dientes de plata¡±.
Uno de los grandes aciertos del libro de Gran¨¦s es fijar el papel de las vanguardias dentro del contexto pol¨ªtico latinoamericano. Al llegar el siglo XX, Am¨¦rica est¨¢ todav¨ªa por hacer, y por interpretar, y las vanguardias ensayan a darle un sentido al futuro que a¨²n no ha sido dilucidado.
Y, a la vez que revolucionan las letras y las artes, los vanguardistas terminan aline¨¢ndose en los dos grandes polos que vendr¨¢n a surgir en el siglo XX, fascismo y comunismo, hasta llegar a las propuestas totalitarias que se consolidan en v¨ªsperas de la II Guerra Mundial, y que arrastran a unos del lado de Stalin, y a otros del lado de Hitler, Mussolini y Franco.
Las propuestas atrevidas de renovaci¨®n art¨ªstica, y la insolencia de las protestas contra el statu quo, vendr¨¢n a acomodarse a los moldes pol¨ªticos ortodoxos. Son parte del gran delirio de la utop¨ªa que se despe?a hacia la entrop¨ªa en el siglo XXI. Revoluciones que han terminado en involuciones, escenograf¨ªas triunfales en harapos, sue?os de redenci¨®n pervertidos por dictaduras y populismos de pesadilla.
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