A diario
La obra de Jules Renard no es una afici¨®n, sino un vicio. Evita la cr¨®nica cotidiana, de la que s¨®lo hay alusiones, para anotar destellos fugaces, intemporales a pesar de ir fechados
Desde hace m¨¢s de veinte a?os voy a todas partes llevando conmigo el libro sobre el que m¨¢s he vuelto y revuelto en mi vida: el Journal de Jules Renard. Un volumen compacto y grato de acariciar (pero su letra me parece cada vez m¨¢s min¨²scula, terminar¨¦ ley¨¦ndolo con lupa).
A veces pienso que ya conozco sus m¨¢s de 1.200 p¨¢ginas, pero lo abro al azar y vuelven a cautivarme agudezas que parecen nuevas. Me entusiasmo con ese rinc¨®n inexplorado hasta que encuentro un par de l¨ªneas subrayadas (a l¨¢piz, se trata del papel biblia de la Pl¨¦iade), como si hubiera huellas en la arena de la playa supuestamente virgen: ?jol¨ªn, mis huellas! Sin embargo, vuelvo a disfrutar igual. El diario de Renard no es una afici¨®n, sino un vicio. Evita la cr¨®nica cotidiana, de la que solo hay alusiones, para anotar destellos fugaces, intemporales a pesar de ir fechados. Nada de pol¨ªtica, menos mal. Tampoco pretende figurar en la n¨®mina ilustre pero algo cargante de los moralistas franceses: destaca lo ef¨ªmero, lo en apariencia irrelevante pero suavemente ir¨®nico, la caracter¨ªstica de alguien del que no volveremos a saber. Hace pie en lo que sonr¨ªe o llora, descarta lo trascendental. No pretende guiar la vida propia ni la de nadie, s¨®lo despedirla mientras pasa.
Este ritmo liviano es dif¨ªcil de conciliar con los taconazos casi prusianos de nuestra literatura. Aqu¨ª somos sentenciosos, pero m¨¢s a lo calendario zaragozano que a lo Lichtenberg. Una excepci¨®n: Milena Busquets, en Las palabras justas (Anagrama). La variante femenina de Renard (sin chistes, porfa). Que la acusen de fr¨ªvola, de insustancial, pero acierta: ¡°Nunca se sabe lo que ocurre entre dos personas, pero todo lo que ocurre ocurre siempre entre dos personas¡±. Una escribe, otra lee.
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