Letras y p¨¢ginas de pandemias
En esta entrega de ¡®Letras Americanas¡¯, el bolet¨ªn sobre literatura latinoamericana de EL PA?S Am¨¦rica, Emiliano Monge bucea en el pasado y explora la relaci¨®n entre periodismo y literatura
¡°?Tuc¨ªdides en la newsletter de Letras americanas?¡±, me pregunt¨®, escandalizado, uno de los editores de este peri¨®dico.
¡°Pues claro, tambi¨¦n est¨¢ en los or¨ªgenes de nuestra tradici¨®n, ?o qu¨¦ cre¨ªas, que s¨®lo en Santander pod¨ªan citarlo? Adem¨¢s, es s¨®lo el principio, un pretexto, pues, para llegar a lo de las pandemias. Y es verano, la gente tiene tiempo para leer una entrega un poco m¨¢s larga¡±, le respond¨ª y me aferr¨¦ a lo que sigue.
¡°Nada pod¨ªan hacer los m¨¦dicos por su desconocimiento de aquella enfermedad que trataban por primera vez; al contrario, ellos mismos eran los principales afectados por cuanto que eran los que m¨¢s se acercaban a los enfermos; tampoco serv¨ªa de nada ninguna otra ciencia humana¡±, escribi¨® Tuc¨ªdides hace casi 2.500 a?os, en el que se considera el primer reportaje de la historia sobre la enfermedad.
Era el 430 AC y la ¨²ltima gran epidemia que viv¨® la antigua Atenas causaba estragos, tristezas y duelos entre la poblaci¨®n de aquella capital, pero tambi¨¦n de muchos otros sitios y de muchas otras latitudes: igual que ahora, los virus y las bacterias llegaban ah¨ª a donde llegaran los hombres, empujados por la ansiedad del comercio, las guerras de conquista o el deseo de expandir las miras y de conocer lo desconocido. Por supuesto, debi¨® haber otros, adem¨¢s de Tuc¨ªdides y no s¨®lo en Atenas, que entonces escribieran textos sobre aquella enfermedad y cuyas letras, como las del griego, tambi¨¦n podr¨ªan haber sido reconocidas como el primer reportaje.
El primer reportaje o la primera pieza literaria sobre la enfermedad: ¡°En los dem¨¢s casos, sin embargo, sin ning¨²n motivo que lo explicase, en plena salud y de repente, se iniciaba con una intensa sensaci¨®n de calor en la cabeza y con un enrojecimiento e inflamaci¨®n en los ojos; por dentro, la faringe y la lengua quedaban enseguida inyectadas, y la respiraci¨®n se volv¨ªa irregular y desped¨ªa un aliento f¨¦tido. Despu¨¦s de estos s¨ªntomas, sobreven¨ªan estornudos y ronquera, y en poco tiempo el mal bajaba al pecho acompa?ado de una tos violenta; y cuando se fijaba en el est¨®mago, lo revolv¨ªa y ven¨ªan v¨®mitos con todas las secreciones de bilis que han sido detalladas por los m¨¦dicos, y ven¨ªan con un malestar terrible. Por fuera el cuerpo no resultaba excesivamente caliente al tacto, ni tampoco estaba amarillento, sino rojizo, c¨¢rdeno y con un exantema de peque?as ampollas y de ¨²lceras; pero por dentro quemaba de tal modo que los enfermos no pod¨ªan soportar el contacto de vestidos y lienzos muy ligeros ni estar de otra manera que desnudos¡±. Vaya mezcla de la covid-19 y la viruela del mono, aquella enfermedad.
Periodismo y literatura
Traigo todo esto a cuenta, adem¨¢s de para hacer rabiar al editor barbudo, como ya dije, por otros dos motivos igual de fundamentales, querido lector: primero, porque esta entrega de nuestras Letras americanas, una entrega particularmente actual del recorrido por los territorios de nuestras literaturas y tradiciones, tiene como personaje central al coronavirus de la covid-19 ¡ªal impacto de esta enfermedad en nuestra regi¨®n, en realidad¡ª, y, segundo, porque nos sirve, tambi¨¦n, para dejar de lado o para pasarle por encima, atropell¨¢ndola y dej¨¢ndola en el olvido, aquella discusi¨®n particularmente bizantina que busca separar a los reportajes y al trabajo period¨ªstico, en general, del trabajo literario, como si no pudieran ser, de m¨²ltiples maneras, literatura y de la mejor La sombra del Caudillo,Operaci¨®n masacre y La tribu, o como si no fueran, de m¨²ltiples maneras, periodismo y del mejor Santa Evita, Una novela criminal o Temporada de huracanes.
Pero bueno, hecho a un lado, atropellado esto ¨²ltimo, sigamos con el tema que realmente importa ac¨¢: digo que esta entrega de nuestra newsletter es particular no porque vayamos a hablar de diarios y reportajes, sino porque su tema no es exclusivo de nuestra regi¨®n, a pesar de que ¨¦sta haya sido especialmente afectada, as¨ª como digo que es inc¨®moda para no decir dolorosa porque doloroso ha sido casi todo lo que nos ha dejado esta costra que a¨²n pica y a la que, ingenuamente, quisimos verle alguna oportunidad, sin ser capaces, adem¨¢s, de advertir que luego llegar¨ªa otra costra que s¨ª ser¨ªa tal: ¡°Nos obligamos a aprender a reutilizar, a tener mediana conciencia de nuestra producci¨®n de basura. Todo esto, quiz¨¢, tan s¨®lo, para hacerle espacio al nuevo desecho intensivo de las mascarillas, a la nueva presencia en masa de los guantes de hule, a las constantes emisiones profil¨¢cticas de los aerosoles, a los veinte segundos de agua corriendo por el grifo mientras intentamos aferrarnos al jab¨®n. Dicen, los m¨¢s optimistas, que el 2020 dejar¨¢, tras la devastaci¨®n, el espacio limpio para reconstruir el mundo, y, quiz¨¢ tambi¨¦n, para seguir diversificando las maneras de destruirlo en el camino¡±, escrib¨ªa en su diario de pandemia, que acabar¨ªa siendo El cuaderno del fin del mundo, la escritora guatemalteca Vania Vargas.
Antes del coronavirus
La relaci¨®n de nuestras literaturas con las pandemias que han asolado Latinoam¨¦rica es larga y parad¨®jicamente pr¨®diga: desde la primera de la que tengamos registro tras los viajes de Crist¨®bal Col¨®n, es decir, durante las guerras de conquista, guerras que, por cierto, ayudaron a definir ¡ªla viruela, la de antes, la que no ven¨ªa del mono, alimenta muchas de las mejores p¨¢ginas de Las cr¨®nicas del Nuevo Mundo, as¨ª como muchos de los primeros relatos de la ¨¦poca colonial¡ª, hasta la inmediatamente anterior a la de la covid-19 (o paralela, en realidad, si aceptamos que ambas siguen entre nosotros), es decir, la del VIH, pandemia que, como nadie m¨¢s, volvieron literatura el escritor chileno Pedro Lemebel, en las cronicas que dan forma a Loco af¨¢n, el colombiano Fernando Vallejo, en El desbarrancadero ¡ª¡±En ese momento le ped¨ª a Dios que el laboratorista se hubiera equivocado, que hubiera confundido los frascos, y que el resultado fuera al rev¨¦s, el m¨ªo positivo y el suyo negativo. Pero no, Dios no existe, y en prueba el hecho de que ¨¦l ya estaba muerto y yo aqu¨ª siga record¨¢ndolo¡±¡ª, y el peruano-mexicano Mario Bellatin, en Sal¨®n de belleza, en donde una est¨¦tica se convierte en el moridero al que llegan, para pasar ah¨ª sus ¨²ltimos d¨ªas, diversos personajes infectados.
Y es que, ya dije, como sucede en otras latitudes, nuestros escritores
y escritoras han hecho de las pandemias tema literario: pienso en Ester Primavera, de Roberto Artl, donde un tuberculoso convierte la imposibilidad del amor en el s¨ªntoma de su mal, o en Para una tumba sin nombre, de Juan Carlos Onetti, donde esa misma enfermedad, tambi¨¦n conocida como la peste blanca, es el esp¨ªritu mismo del relato, as¨ª como pienso tambi¨¦n en pandemias cuya inmortalizaci¨®n literaria no hace falta casi ni nombrar, como el c¨®lera, pero tambi¨¦n en pandemias no sucedidas o, mejor a¨²n, profetizadas, como las de Los d¨ªas de la peste, de Edmundo Paz Sold¨¢n, o La transmigraci¨®n de los cuerpos, de Yuri Herrera: imposible leer esta ¨²ltima novela sin sentir escalofr¨ªos, pues es una ventana que nos muestra a todo color lo que habr¨ªamos de vivir con la covid-19.
Y pienso, tambi¨¦n, en pandemias menos evidentes pero igualmente mort¨ªferas y desoladoras, como la pobreza extrema ¡ªen este caso, quiz¨¢, una de nuestras obras mayores sea Montacerdos, del peruano Cronwell Jara: ¡°Antes de que Yococo cabalgara con maestr¨ªa nunca vista su cerdo el Celedunio, en la carrera de cerdos; antes que los caballos de la polic¨ªa le quebraran los huesos y fuera por ah¨ª como el inmortal; la llaga de su cabeza todav¨ªa era tan peque?a que jam¨¢s imagin¨¦ que una picadura de ara?a iba a lograr una llaga capaz de inundar de podredumbre el mundo, es decir, lo que se llama este infierno de desmonte y chozas, chiquito como piojo, que cuando se pregunta c¨®mo se llama: ah, s¨ª, el pueblo, dicen, Montacerdos¡±¡ª.
No dejemos Per¨²
Ni Per¨² ni los escenarios que ese extraordinario escritor que fue Jara ¡ªuno de aquellos a los que el reconocimiento no les ha hecho justicia¡ª bien denomina como infiernos de desmonte y chozas, porque ah¨ª mismo transcurre buena parte de Algo nuestro sobre la tierra, el ¨²ltimo libro de Joseph Z¨¢rate, en el que la literatura se disfraza de cr¨®nica para dar cuenta de ¡°los ¨²ltimos de la l¨ªnea¡± ¡ªen contraposici¨®n al personal m¨¦dico que ocup¨® la primera l¨ªnea que fue tan aplaudido¡ª, es decir, los due?os y los trabajadores de una casa funeraria en quienes nadie parece reparar y cuyas labores se ven desbordadas por los muertos que deja la pandemia.
Al tiempo que cuenta la migraci¨®n venezolana, Zarate, cuya escritura es un bistur¨ª ¡ª¡±t¨² miras las cenizas y no puedes saber si esa persona tuvo ¨¦xitos o fracasos, si era venezolano o peruano, si lleg¨® a tener hijos o si mat¨® a alguien. Todos somos iguales cuando ya somos polvo. Eso aprend¨ª en el crematorio¡±¡ª, presenta las jornadas agotadoras de los juntacad¨¢veres y encargados de los hornos, as¨ª como las labores interminables de los enterradores del segundo cementerio m¨¢s grande de Sudam¨¦rica.
Y es a trav¨¦s de las voces de esos enterradores ¡ª¡±Una vez vino un pata gordo, un parapsic¨®logo que dec¨ªa que pod¨ªa ver fantasmas. Por ah¨ª hay perros que tienen pulgas y no pueden dormir. Y ¨¦l me dec¨ªa: mira c¨®mo se fastidia el perro, es por las almas¡±¡ª que Z¨¢rate sobrevuela por encima de la tragedia y alcanza alturas deslumbrantes.
Como las alturas que llenan las p¨¢ginas de El cuaderno del fin del mundo, de Vania Vargas: ¡°El futuro m¨¢s cercano ser¨¢, sin duda, hacer memoria¡±.
Coordenadas
El cuaderno del fin del mundo fue editado por Celsius232. Algo nuestro sobre la tierra lo public¨® Random House, al igual que Temporada de huracanes. De Montacerdos existen diversas ediciones, incluida la de la editorial chilena Montacerdos, cuyo nombre es un homenaje al libro de Jara. Sal¨®n de bellezay El loco af¨¢n cuentan con varias ediciones. El desbarrancadero fue publicado por Alfaguara, al igual que Una novela criminal y Santa Evita. La transmigraci¨®n de los cuerpos lleg¨® a las librer¨ªas gracias a Perif¨¦rica,mientras que Los d¨ªas de la peste se encuentra en edici¨®n de Malpaso. De La sombra del caudillo, Ester primavera y Para una tumba sin nombre tambi¨¦n hay diversas ediciones. Operaci¨®n masacre se encuentra en edici¨®n de Perif¨¦rica y La tribu en edici¨®n de Sexto Piso.
Suscr¨ªbase aqu¨ª a la newsletter Letras Americanas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.