Peque?as grandes esperanzas
No deber¨ªamos exigirle a la pol¨ªtica nada m¨¢s, ni nada menos, de lo que nos puede dar: menos seguridad e intransigencia, y m¨¢s di¨¢logo y m¨¢s pactos
En matem¨¢ticas, uno m¨¢s uno son dos. En la realidad, un le¨®n y un cordero no dan dos animales. O al menos no por mucho tiempo. El conocimiento no es un pa¨ªs homog¨¦neo, sino una confederaci¨®n de regiones con costumbres y leyes diferentes. Las verdades de la ciencia aspiran a la univocidad; las de la poes¨ªa se basan en la polisemia; las de la filosof¨ªa avanzan hacia atr¨¢s como los ¨¢rbitros; y las de la pol¨ªtica son pragm¨¢ticas e incompletas. Ninguna de estas formas de conocimiento es superior a las dem¨¢s, sino que todas ellas sirven, a su manera, al deseo de comprender y potenciar la vida.
El equilibrio entre las diferentes regiones cognoscitivas no siempre es f¨¢cil. A veces se producen choques entre ellas. Tras ser elegido alcalde de Chitry, Jules Renard dijo: ¡°Como alcalde, soy responsable del mantenimiento de las carreteras rurales; como poeta, prefirir¨ªa que las descuidaran¡±. Otras veces, alguna de las regiones intenta colonizar a las dem¨¢s con su l¨®gica particular. Pero, por mucho que un economista sepa de econom¨ªa, nunca estar¨¢ m¨¢s capacitado que otro ciudadano para tomar decisiones pol¨ªticas. Al menos no en tanto que economista. Ni un m¨¦dico para tomar decisiones morales. Ni un fil¨®sofo para dise?ar la rep¨²blica ideal. Ni un poeta para expresar la voluntad del pueblo.
El problema es que, en las ¨²ltimas d¨¦cadas, la pol¨ªtica ha tendido a disfrazar sus decisiones, leg¨ªtimamente pragm¨¢ticas e incompletas, bajo el manto de la ciencia de la econom¨ªa (o de una versi¨®n ideol¨®gica de la econom¨ªa que ha permitido que la mano invisible del mercado nos d¨¦ una bofetada nunca vista). Todo lo cual nos ha acostumbrado a esperar de la pol¨ªtica una seguridad y una pureza que esta no puede dar, pues el suyo es el ¨¢mbito de la ambig¨¹edad, el di¨¢logo y la concesi¨®n.
No es cierto, pues, que todos los pol¨ªticos sean mentirosos o c¨ªnicos (aunque algunos lo sean, como algunos ciudadanos lo son), sino que nos hemos acostumbrado a juzgarlos con unos criterios inadecuados. Pues ceder, conceder o pactar, no es cinismo, sino democracia. Mientras tanto, la decepci¨®n que nos provocan las grandes esperanzas que nos hemos acostumbrado a depositar en la pol¨ªtica (a la que parad¨®jicamente minusvaloramos porque la sobrevaloramos) agravan la desafecci¨®n pol¨ªtica y la sensaci¨®n de crisis moral. Como dir¨ªa Borges: ¡°A la desaforada esperanza sucedi¨®, como es natural, una depresi¨®n excesiva¡±. No deber¨ªamos exigirle a la pol¨ªtica nada m¨¢s, ni nada menos, de lo que esta nos puede dar. Esto es: menos seguridad e intransigencia, y m¨¢s di¨¢logo y m¨¢s pactos. Son peque?as grandes esperanzas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.