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Si desequilibramos el peso de los titulares y como lectores nos quedamos en su lectura, sin sumergirnos a nadar en el cuerpo, estaremos propiciando una prensa llena de textos que podr¨ªan ser meros rellenos
Es una cadena de palabras bastante com¨²n, la vemos muy frecuentemente pero nadie se detiene en ella. No significa nada. La frase fue generada por los impresores del siglo XVI recortando letras a una sentencia de Cicer¨®n que hicieron, a un tiempo, incomprensible y c¨¦lebre. La frase era ¡°neque porro quisquam est qui dolorem ipsum quia dolor sit amet, consectetur, adipisci velit¡± (o sea, tampoco hay nadie que ame, persiga y quiera alcanzar el dolor mismo porque sea dolor) y es el origen de ¡°lorem ipsum dolor sit amet¡±, la cadena de caracteres que emplean los dise?adores gr¨¢ficos para rellenar blancos si quieren mostrar c¨®mo queda un formato o un tipo de letra antes de insertar el texto definitivo. Lorem ipsum, repetido cuantiosas veces, est¨¢ en muchas webs en formaci¨®n, en borradores de carteles y en propuestas de portadas.
Nadie comprar¨ªa un libro lleno de p¨¢ginas con ese mensaje ni se informar¨ªa en un medio que contuviera esta cadena ininteligible de palabras vac¨ªas, pero no es disparate prever un futuro lleno de lorem ipsum si atendemos a nuestro comportamiento lector de los ¨²ltimos a?os. Como consumidores de textos y alentados por las empresas que someten sus contenidos al tr¨¢fico de internet, tendemos a navegar por la Red al ritmo de atracci¨®n y sugerencia que nos dan los titulares, a veces sin clicar para ver el interior de los textos, a veces surfeando por ellos, leyendo en diagonal, sin que la ola de palabras nos roce apenas.
Que el t¨ªtulo suponga un importante elemento en nuestra atenci¨®n como lectores o que incluso pese sobre nuestra forma de interpretar los textos que est¨¢n bajo ¨¦l es un fen¨®meno propio de la sociedad moderna, completamente distinto y novedoso respecto a la forma de leer que ten¨ªan nuestros antepasados. En la Edad Media, los libros, entonces no impresos sino manuscritos, carec¨ªan de t¨ªtulo, aunque s¨ª ten¨ªan por lo general en su primera frase un aviso de su forma textual y de su contenido: aqu¨ª empiezan las coplas..., principia el libro de..., este es el tratado sobre... Los modernos historiadores de la cultura fueron, de hecho, poni¨¦ndoles t¨ªtulo a las viejas obras medievales: en 1898 Ram¨®n Men¨¦ndez Pidal llam¨® Libro de buen amor a los versos alcahuetes y faltones de un arcipreste del siglo XIV que nos regal¨® una gran obra literaria; el Poema de mio Cid, cuya primera p¨¢gina est¨¢ perdida, empieza con un verso (¡°de los sus ojos tan fuertemente llorando¡±) impactante e inesperado, pero nos queda la intriga de cu¨¢l ser¨ªa su verdadero inicio.
Hoy tenemos t¨ªtulos por la acci¨®n de la imprenta, que generaliz¨® el uso de portadas, grabados y r¨®tulos en las p¨¢ginas de los libros y termin¨® haciendo sistem¨¢tica la pr¨¢ctica de titular. Un efecto interesante de la popularizaci¨®n de la prensa en el siglo XIX fue la convivencia de distintos t¨ªtulos dentro de una misma plana. Los titulares se hicieron tan importantes que se convirtieron casi en un ep¨ªtome de los medios de comunicaci¨®n: ¡°lo dicen los titulares¡±, se?alamos, para significar que algo lo dicen los medios, ni siquiera solo la prensa.
Parad¨®jicamente, los primeros peri¨®dicos no eran abundantes en titulares, incluso conten¨ªan noticias o apartados sin t¨ªtulo. Las cosas han cambiado mucho: el hipertexto, la lectura en l¨ªnea, ha dado lugar a la absoluta obligatoriedad t¨¦cnica del titular. En este nuevo orden, el titular es tan importante que para muchos lectores y gestores es lo ¨²nico importante, de manera que parecemos estar derivando en una conversi¨®n de lo escrito en mero relleno de los titulares, en lorem ipsum inevitables que son encabezados por el titular al que se concede el privilegio del tama?o y la exclusividad de nuestra atenci¨®n. En la era actual, eso que llaman clickbait no nos habla ya de textos sino de contenidos, apartados de la exigencia discursiva de coherencia y globalidad que se reclama a un texto frente a la polimorfia que se puede permitir a unos contenidos; no se habla de leer sino de clicar.
Es normal que un dise?ador gr¨¢fico considere el texto como un relleno: preocupado por el aspecto final, por el encuadre de los t¨ªtulos, tiene a las palabras como una mancha de caracteres que disponer. Pero si desequilibramos en la prensa el peso de los titulares y como lectores nos quedamos en su lectura, sin sumergirnos a nadar en el cuerpo, estaremos propiciando una prensa llena de textos que podr¨ªan ser meros rellenos.
Los titulares llamativos son como ba?istas de pie en el agua, braceando para captar la atenci¨®n de los lectores que estamos en la costa y que no podemos ver la desigual hondura de cada parte de la playa. Para comprobar la profundidad, los lectores tendr¨ªamos que zambullirnos, nadar y esclarecer si esa llamada de atenci¨®n que era el titular nos ha llevado a un olvidable ba?o de relleno y lorem ipsum o a un texto honesto, controvertible pero riguroso en intencionalidad y datos.
No he dicho, por cierto, que esa frase de Cicer¨®n de donde sale el galimat¨ªas del lorem ipsum procede de la obra Sobre los l¨ªmites del bien y del mal (De finibus bonorum et malorum). Y ese es el reto: ponernos l¨ªmites como lectores ante lo que vacuamente pretende llamar nuestra atenci¨®n.
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