Parip¨¦
Es curioso c¨®mo, si uno trabaja o pasa muchas horas en casa o tiende peligrosamente hacia la misantrop¨ªa, termina viviendo lentamente la vida de sus vecinos
El escritor Javier Montes escribe sobre Javier Mar¨ªas en Eldiario.es un art¨ªculo que titula ?Qui¨¦n no habr¨ªa querido vivir en el Madrid de Javier Mar¨ªas? En ¨¦l cuenta que desde su casa se ve el tejado del edificio en el que estaba la de aquel, en la plaza de la Villa, y esa luz se quedaba encendida todas las noches. Supon¨ªa Montes que a esas horas Mar¨ªas ¡°velaba y trabajaba¡±, e incluso le hac¨ªa sentir culpable cuando regresaba de fiesta y all¨ª estaba la luz encendida del gran novelista espa?ol, marcando las diferencias entre ¨¦l y los dem¨¢s. Lo cierto es que Mar¨ªas, a esas horas, disfrutaba de su tiempo libre, o eso cont¨® una vez en una entrevista: despu¨¦s de cenar, y hasta aproximadamente las tres de la ma?ana, aprovechaba para leer, escuchar m¨²sica o ver pel¨ªculas. Que no es otra cosa para un novelista que trabajo inconsciente: el mejor del mundo. Se despertaba a las once.
Es curioso c¨®mo, si alguien trabaja o est¨¢ en paro y pasa muchas horas en casa, o tiende peligrosamente hacia la misantrop¨ªa y goza de un empleo que se lo permite porque cuando se relaciona con la gente s¨®lo puede hacerlo bebido o drogado, termina viviendo lentamente la vida de sus vecinos; termina sabiendo a qu¨¦ hora se apagan las luces de los pisos del edifico de enfrente, a qu¨¦ hora se escuchan los telefonillos de los pisos de la misma planta que la suya, a distinguir los olores de las cocinas que llegan por el patio interior: ¡°Este es del segundo, este es el de cuarto, a la del tercero la vi por la ventana subir con la bolsa de la pescader¨ªa pero siempre come a las tres, a¨²n estoy a tiempo de blindar la casa o mudarme a otro pa¨ªs¡±. Incluso los ruidos de su propio piso: el quejido de la madera del pasillo, una ca?er¨ªa, qu¨¦ ventana ha crujido; se acaban conociendo a las cosas tan bien como a uno mismo. Eso, y lo dice Montes en su obituario de Mar¨ªas (¡°al pasar bajo sus balcones por la noche echar¨¦ en falta la luz y la compa?¨ªa¡±), tambi¨¦n es una forma de no sentirse solo.
En mi caso se trata de una curiosidad poco profesional: de una curiosidad emocional o afectiva. Durante a?os, tuve unos vecinos a los que ve¨ªa a poca distancia; bastaba levantar la mirada del ordenador para verlos a ellos trabajando (ten¨ªan el despacho en casa); me sab¨ªa sus rutinas, escuchaba su m¨²sica, y cuando yo ten¨ªa que escuchar la m¨ªa y bailar, o fingir que cantaba, bajaba las persianas porque me parece much¨ªsimo m¨¢s ¨ªntimo bailar solo en casa, gritando las canciones preciosas en un ¨¢lbum de mierda que te ponen contento, que follar. Un d¨ªa, los vecinos no estaban y cuando se subieron las persianas pude ver el piso vac¨ªo; s¨®lo entonces, cuando retiraron la placa de su empresa en el portal, supe a qu¨¦ se dedicaban: nunca me hab¨ªa interesado. En las ¨²ltimas semanas, frente a mi casa, en un edificio con balcones, se han instalado unos chavales que ven amanecer el s¨¢bado o el domingo bebiendo y fumando con sus amigos. Mi luz, para ellos, quiz¨¢ sea la luz de un tipo que se despierta a las seis de la ma?ana para ponerse a ganar el Nobel, y si hay un aspirante a escritor entre ellos quiz¨¢ se sienta culpable; pues bien: tranquilo, no hago nada, s¨®lo miro Instagram, leo prensa rosa y espero a las 7.30 para ir a comprar el desayuno y volver a meterme en la cama. Incluso solo no puedo evitar hacer el parip¨¦.
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