Criptosujetos
La tecnolog¨ªa multiplica los medios para ocultarnos, para dispersarnos en otros yoes. Con alguna excepci¨®n, ?es eso da?ino? ?No tiene algo de sanador abandonar moment¨¢neamente la individualidad para probarse como otra u otro?
Pensemos en el se?or Delouit. El se?or Delouit se registr¨® en un hotel y pidi¨® al recepcionista que le repitiera su n¨²mero de habitaci¨®n cada vez que entrase diciendo su apellido. El recepcionista asinti¨® y Deluit subi¨® a su cuarto. ¡°Un minuto m¨¢s tarde, un hombre extraordinariamente agitado, con la ropa cubierta de barro, ensangrentado y casi sin aspecto humano, se dirige al conserje:
¡ªSe?or Delouit.
¡ª?C¨®mo que se?or Delouit? Basta de bromas. El se?or Delouit acaba de subir.
¡ªPerdone, soy yo¡ Me he ca¨ªdo por la ventana. ?Cu¨¢l es el n¨²mero de mi habitaci¨®n, por favor?¡±. ...
Pensemos en el se?or Delouit. El se?or Delouit se registr¨® en un hotel y pidi¨® al recepcionista que le repitiera su n¨²mero de habitaci¨®n cada vez que entrase diciendo su apellido. El recepcionista asinti¨® y Deluit subi¨® a su cuarto. ¡°Un minuto m¨¢s tarde, un hombre extraordinariamente agitado, con la ropa cubierta de barro, ensangrentado y casi sin aspecto humano, se dirige al conserje:
¡ªSe?or Delouit.
¡ª?C¨®mo que se?or Delouit? Basta de bromas. El se?or Delouit acaba de subir.
¡ªPerdone, soy yo¡ Me he ca¨ªdo por la ventana. ?Cu¨¢l es el n¨²mero de mi habitaci¨®n, por favor?¡±. Andr¨¦ Breton recoge en Nadja esta historia, que acaso esconda una ense?anza: somos quienes decimos ser.
Por eso, porque nos inventamos y reinventamos de continuo, quiz¨¢ el respeto bien entendido comience por uno mismo y se extienda a los otros yoes que anidan en nosotros, aceptando a quienes fuimos, a esas personas anteriores que sobreviven agazapadas en los recuerdos. Si asumi¨¦ramos la evoluci¨®n y la posibilidad de cambio, ser¨ªamos menos reluctantes al pensamiento ajeno, m¨¢s permisivos con los cambios de opini¨®n, la pluralidad y el desv¨ªo.
O¨ªmos que la tecnolog¨ªa nos cambia, pero no es del todo as¨ª. Ven¨ªamos cambiados de casa; venimos mutando desde siempre, en parte por nuestra naturaleza y en parte por decisi¨®n propia. Desde que hay humanidad, los antrop¨®logos registran actos de representaci¨®n social, dramaturgias tribales, roles en espacios colectivos. No hay cultura sin m¨¢scaras o libre de disfraces rituales. Inmemorialmente, se ha querido ser o parecer otros, en p¨²blico o en privado, guardar secretos, crear apariencias, interpretar papeles, vestirse para la ocasi¨®n, adornarse, pintarse l¨ªneas en el rostro para simular fiereza, ponerse peluca, embadurnarse, pelarse o empelarse, acicalarse, emperifollarse. Cubrirse de no s¨¦ qu¨¦ ropajes, como dec¨ªa Juan Ram¨®n Jim¨¦nez, quien pas¨® por etapas herm¨¦ticas, adornadas, puras y desnudas, porque todos las cruzamos, porque la naturaleza favorece la variedad.
No pocas voces que asedian el hecho tecnol¨®gico desde la psicolog¨ªa o la sociolog¨ªa le reprochan que estimule la dispersi¨®n identitaria. Aseveraci¨®n problem¨¢tica, porque problem¨¢tico es el muy diverso sentido que damos a la identidad. Frente a la fijeza habitual, lo cierto es que cambiamos tanto que a veces llegamos al mismo sitio y esa coincidencia nos opaca el pedregoso trayecto realizado. Es decir, la identidad podr¨ªa ser una frecuencia estad¨ªstica: son m¨¢s los d¨ªas en que me siento generoso que ego¨ªsta; suelo pensar esto, pero hoy voy a hacer aquello. Y es normal: somos promedios, recurrencias, no somos robots.
Es verdad que la tecnolog¨ªa multiplica los medios para ocultarnos, para dispersarnos en otros yoes: la posibilidad del anonimato o el seud¨®nimo, la foto ambigua de perfil, el estiramiento facial v¨ªa Photoshop, los filtros de Instagram para ponerse ojos azules o cambiar el tono de piel (algo inquietantes), la posibilidad de tener varias cuentas con nombres inventados, los filtros de los tel¨¦fonos m¨®viles que eliminan las arrugas, los sistemas de pago para no dejar huella, etc¨¦tera. Pero, con alguna excepci¨®n, ?es eso da?ino? ?No tiene algo de sanador y vivificante abandonar moment¨¢neamente la individualidad para probarse como otra u otro? ?No ha movido esa pulsi¨®n divergente durante siglos nuestra afici¨®n por las novelas, las pel¨ªculas, el teatro o las series? ?No nos cautivan las ficciones porque, entre otros beneficios, nos permiten descansar de nosotros mismos? Los colectivos de teatro aficionado, las fiestas de disfraces, los juegos de rol, los grupos de meditaci¨®n, las multitudes lis¨¦rgicas de festivales y raves, entre otras formas de otredad grupuscular, tambi¨¦n abandonan la unicidad por ficciones compartidas o por pr¨¢cticas de vaciado del yo. Somos gigantes y cabezudos.
En su monumental novela La broma infinita (1996), David Foster Wallace lo anticip¨® con acierto: imagin¨® dispositivos para variar en tiempo real las facciones durante las videoconferencias, evitando la angustia de quedar bien ante las c¨¢maras; describi¨® una especie de diorama que ser¨ªa adherido a la c¨¢mara, para mostrar siempre un aspecto irrefutable, perfecto, creado a partir de caras bellas. Problema resuelto. El a?orado escritor entendi¨® la ra¨ªz del problema: lo que nos interesa es permanecer ocultos y a salvo en nuestros yoes rotatorios, en nuestro laboratorio subjetivo, mientras la imagen ficcional que proyectamos cumple su funci¨®n en p¨²blico. ¡°Env¨ªo mi cuerpo vestido¡±, anot¨® un personaje de Kafka, angustiado ante la perspectiva de una boda campestre. Buscamos un disfraz aut¨®nomo que nos deje perseverar en lo que somos, criptosujetos, personas encriptadas bajo una interfaz socialmente operativa.
Creo que todas estas tecnolog¨ªas del disimulo son ben¨¦ficas en el fondo. Nos permiten novelarnos, devenir personajes, interpretar un papel, reescribirnos temporalmente mientras mantenemos a salvo al sujeto proteico de fondo.
En un poema de 1974 que parece escrito hoy, titulado visionariamente Criptomemorias, Jos¨¦ ?ngel Valente recomendaba: ¡°Debi¨¦ramos tal vez / reescribir despacio nuestras vidas, / hacer en ellas cambios de latitud y fechas, / borrar de nuestros rostros en el ¨¢lbum materno / toda noticia de nosotros mismos¡±. Quiz¨¢ vale la pena probarlo, probarnos y poblarnos, despu¨¦s de todo.