Los filtros de Instagram que ayudan a escapar de los l¨ªmites del mundo f¨ªsico
Noruega prohibir¨¢ a los ¡®influencers¡¯ retocar fotos sin avisar. Pero el control de la apariencia en internet puede llegar a ser, en algunas circunstancias, empoderador
Noruega anunci¨® recientemente una ley que prohibir¨¢ a influencers y marcas la publicaci¨®n en redes sociales de im¨¢genes que hayan sido retocadas mediante filtros (u otras herramientas de edici¨®n) sin aviso. La noticia, hecha p¨²blica el pasado mes de julio, ha sido celebrada por muchos como un paso m¨¢s en la lucha contra los est¨¢ndares de belleza irreales encarnados en el llamado ¡°rostro de Instagram¡±: nariz peque?a, ojos grandes, piel clara y labios gruesos. Este canon tiene importantes implicaciones raciales y culturales, en la medida que impone rasgos euroc¨¦ntricos al aclarar por defecto el tono de piel y eliminar rasgos tradicionalmente ¨¦tnicos como las narices grandes o los ojos rasgados. Tambi¨¦n est¨¢ detr¨¢s de lo que se conoce como ¡°dismorfia de Snapchat¡±: el deseo de parecerse a esos rostros digitales que ha hecho aumentar el n¨²mero de intervenciones quir¨²rgicas y tratamientos est¨¦ticos. Seg¨²n un estudio de la Academia Estadounidense de Cirug¨ªa Facial, Pl¨¢stica y Reconstructiva, el 55% de los cirujanos est¨¦ticos vio en 2017 a pacientes que quer¨ªan operarse para verse mejor en los selfis. Mientras, en redes sociales surgen campa?as de modelos y empresas que invitan a mostrar fotos sin filtros, acompa?¨¢ndolos de etiquetas como #Filterdrop (algo as¨ª como ¡°deja el filtro¡±) o #NoDigitalDistortion (no a la distorsi¨®n digital).
Los filtros son herramientas automatizadas de edici¨®n fotogr¨¢fica que utilizan inteligencia artificial y visi¨®n por ordenador para detectar los rasgos faciales y modificarlos. Aunque en apariencia su funcionamiento es bastante simple, en realidad se trata de una proeza t¨¦cnica posibilitada por los avances en redes neuronales (un modelo computacional basado en el cerebro humano) que permiten el procesamiento de datos necesario para alterar v¨ªdeos a tiempo real. Son ampliamente usados en redes sociales como Instagram y TikTok, que los incorporaron tras su aparici¨®n en 2017, cuando la compa?¨ªa Snap Inc. anunci¨® el lanzamiento de la plataforma Lens Studio para el desarrollo de efectos de realidad aumentada en Snapchat. Los primeros filtros ten¨ªan un car¨¢cter l¨²dico y sobrepon¨ªan al rostro del usuario dise?os animados como orejas de perro, pero en la actualidad se han popularizado aquellos que modifican la fisonom¨ªa para conseguir un embellecimiento instant¨¢neo. Instagram dispone de una galer¨ªa donde se pueden probar y guardar filtros creados por otras personas, as¨ª como crear filtros propios para ponerlos a disposici¨®n de los dem¨¢s usuarios.
La cuesti¨®n de la autorrepresentaci¨®n en entornos virtuales ha sido objeto de debate desde la difusi¨®n inicial de las tecnolog¨ªas de la informaci¨®n y la comunicaci¨®n, y se ha considerado un posible espacio para la emancipaci¨®n de g¨¦nero. Una de las propuestas que m¨¢s incidi¨® en la importancia de c¨®mo nos presentamos en la red fue el ciberfeminismo de los a?os noventa: para autoras como Sandy Stone o Sadie Plant, el ciberespacio ofrec¨ªa la oportunidad de escapar a las restricciones identitarias al eliminar todas las se?ales f¨ªsicas y corp¨®reas de la comunicaci¨®n, dando lugar a interacciones que no estar¨ªan sujetas a juicios en funci¨®n del sexo, la edad, la raza, la voz, el acento o la apariencia, sino basadas exclusivamente en intercambios textuales. El potencial se encontraba en la posibilidad del anonimato. ¡°En internet nadie sabe que eres un perro¡±, como afirmaba una popular vi?eta publicada en 1993 en The New Yorker. En aquella ¨¦poca ¡ªantes del nuevo milenio¡ª internet se basaba en el texto y toda la socializaci¨®n ten¨ªa lugar en foros y chats a los que se pod¨ªa acceder con un apodo escogido, por lo que no se requer¨ªa que el usuario revelara su nombre, edad, g¨¦nero o ubicaci¨®n geogr¨¢fica. Tambi¨¦n hab¨ªa videojuegos y aventuras gr¨¢ficas (como Habitat o Second Life) donde se pod¨ªan encarnar varios personajes o elegir el g¨¦nero del avatar, permitiendo cierto grado de experimentaci¨®n con la identidad, por limitados que fueran sus efectos sobre las estructuras sociales del mundo no virtual.
Para Helen Hester, profesora asociada de medios y comunicaci¨®n en la Universidad de West London, se ha producido un distanciamiento radical de aquel internet hacia plataformas como Facebook y otras redes sociales en las que se espera que sus usuarios se identifiquen (por ejemplo, mediante pol¨ªticas de nombre real), y los espacios en l¨ªnea se han convertido principalmente en espacios de autopresentaci¨®n visual. Es decir, espacios de relaci¨®n a trav¨¦s de la imagen donde la representaci¨®n del cuerpo sustituye al propio cuerpo. Esto permite que quienes no se sienten c¨®modos con la forma en que son le¨ªdos en el mundo f¨ªsico (fuera de la pantalla) puedan controlar su forma de ser representados y, por tanto, de hacerse visibles y reconocibles en los entornos virtuales.
Los filtros pueden dar lugar a pr¨¢cticas enormemente creativas de experimentaci¨®n y exploraci¨®n de nuevas identidades al subvertir los c¨®digos de representaci¨®n dominantes en relaci¨®n al g¨¦nero (como aquellos que dan una apariencia andr¨®gina o que dificultan una asignaci¨®n binaria) e incluso pueden verse como una forma de performatividad poshumana al poner sobre el rostro rasgos alien¨ªgenas o de otros animales. Esto, seg¨²n un estudio reciente de la investigadora Claire Pescott, puede tener impactos positivos incluso entre los m¨¢s j¨®venes: ¡°Estos filtros podr¨ªan considerarse como accesorios o disfraces que se utilizan virtualmente, igual que el maquillaje y la ropa en la vida real. Tales versiones idealizadas quiz¨¢s generen presi¨®n para adoptar continuamente esta persona ficticia, pero los ni?os pueden tener m¨¢s autonom¨ªa sobre esta falsedad. En lugar de considerarla de forma esencialista, la distinci¨®n entre lo real y lo falso se ha difuminado¡±.
Tampoco se trata de asumir ingenuamente que el control sobre la propia imagen en estas plataformas trae consigo un cambio sobre las relaciones de poder existentes. En primer lugar, se trata de gigantes tecnol¨®gicos que se lucran con los datos de sus usuarios ¡ªel a?o pasado Instagram fue acusado de recolectar ilegalmente datos biom¨¦tricos obtenidos a trav¨¦s de sus sistemas de reconocimiento facial¡ª. Y en segundo lugar, toda esa potencialidad es cooptada y rentabilizada aprovechando su monopolio sobre los medios de tecnosocialidad. La fil¨®sofa Alejandra L¨®pez Gabrielidis, investigadora en Tecnopol¨ªtica en la Universitat Oberta de Catalunya, afirma: ¡°En estas redes sucede gran parte del flujo de comunicaci¨®n, renunciar a ellas por completo implica renunciar a gran parte de las din¨¢micas de di¨¢logo y socializaci¨®n contempor¨¢neas¡±. L¨®pez Gabrielidis apuesta por una filosof¨ªa de uso que emplee ¡°din¨¢micas de presencia y ausencia en las redes sociales¡±. Por tanto, se trata de ocuparlas estrat¨¦gicamente, por una parte, y, por otra, de promover el desarrollo de filtros m¨¢s inclusivos que, en lugar de imponer de forma algor¨ªtmica un est¨¢ndar de belleza inalcanzable, permitan a los usuarios explorar el car¨¢cter l¨²dico y performativo de la identidad, que en la era digital es (para bien o para mal) cada vez menos est¨¢tica y m¨¢s mutable.
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