La amenaza italiana
El abultado resultado de la ultraderecha en Italia obliga a la UE a gestionar con inteligencia pol¨ªtica su relaci¨®n con Meloni
La rotundidad de la victoria de la ultraderecha en Italia (Hermanos de Italia de Giorgia Meloni y la Liga de Matteo Salvini alcanzan el 35% de los votos) desaf¨ªa desde el coraz¨®n de Europa los valores que justifican a la misma Uni¨®n Europea. La extrema derecha italiana ha culminado este domingo la cadena de tentativas anteriores de formaciones expresamente nacionalpopulistas, euroesc¨¦pticas y xen¨®fobas en pa¨ªses de larga tradici¨®n democr¨¢tica. En Suecia, hace 15 d¨ªas la ultraderecha fue la segunda fuerza m¨¢s votada y antes del verano la candidata ultra Marine Le Pen perdi¨® la presidencia de Francia, pero multiplic¨® por diez su n¨²mero de esca?os (de 8 a 89).
La institucionalidad que desprendi¨® el discurso de Meloni en la madrugada del lunes es a la vez una buena y una mala se?al. La promesa de gobernar para todos los italianos es un cl¨¢sico de noche electoral, como lo fue su llamada a un ¡°tiempo de responsabilidad¡± y la petici¨®n de desescalar la tensi¨®n para generar un ¡°clima sereno¡±. Su objetivo es tranquilizar a Bruselas y a los poderes econ¨®micos ¡ªla prima de riesgo subi¨® ayer tras el resultado electoral un 5,8%¡ª, pero Bruselas sabe tambi¨¦n que el atlantismo de Meloni no ha pasado todav¨ªa de las declaraciones y que ha anunciado su prop¨®sito de renegociar los fondos de recuperaci¨®n destinados a la lucha contra el cambio clim¨¢tico que acord¨® en su momento Mario Draghi (cuya exquisita neutralidad durante la campa?a no sirvi¨® precisamente para frenar a Meloni).
La v¨ªscera nacionalista que ha activado la coalici¨®n de la ultraderecha (con un nacionalpopulista nativo como Silvio Berlusconi) tiene una plasticidad ideol¨®gica y pragm¨¢tica mutante, y esa es parte de su potente capacidad de atracci¨®n: sin una agenda pol¨ªtica cerrada o monol¨ªtica, el populismo que la alimenta busca la conexi¨®n emocional con el electorado y saca r¨¦dito electoral de un descontento multifactorial con la clase pol¨ªtica. No hay mejor mapa de sinton¨ªas que el pliego de felicitaciones a Meloni que siguieron al tempranero mensaje del primer ministro polaco, Mateusz Morawiecki, junto al de Marine Le Pen, mientras Santiago Abascal y Macarena Olona compet¨ªan en exultaci¨®n triunfal por Meloni hasta que llegaron Viktor Orb¨¢n o Jos¨¦ Antonio Kast. Solo faltaba Donald Trump.
La consigna en Bruselas tras la victoria de Meloni de reaccionar a actos y no a declaraciones, llega combinada con los mecanismos correctores de que dispone la UE en caso de necesidad. Ambas destilan la prudencia necesaria ante la pol¨ªtica interior de un Estado miembro, pero adelantan tambi¨¦n las condiciones de una relaci¨®n. Italia es la tercera econom¨ªa de la UE, y los 200.000 millones que recibir¨¢ de los fondos Next Generation la convierten en principal receptora. El choque frontal de Meloni con la UE podr¨ªa poner en riesgo para Italia las entregas sucesivas, pero tambi¨¦n tener efectos t¨®xicos trasnacionales si lograse transmitir a su sociedad que los problemas de Italia obedecen a la desconexi¨®n de los ¡°bur¨®cratas de Bruselas¡± de las preocupaciones m¨¢s diarias y acuciantes de los italianos. Esa es justamente la trinchera que nunca deber¨ªa regalarse a Meloni.
Conviene no olvidar que el 56% de los electores no vot¨® por ninguno de los tres partidos de la coalici¨®n ganadora. La mayor¨ªa de italianos no vot¨® ultraderecha: la amenaza de un Gobierno presidido por Meloni es real y no debe banalizarse, pero tampoco convertirla en el adelanto global de un tiempo apocal¨ªptico. Depende de la movilizaci¨®n de los propios italianos, de la consistencia y agilidad de la oposici¨®n y de la gesti¨®n de la actual crisis econ¨®mica por parte de la UE que esta victoria de Meloni sea una excepci¨®n y no la sombr¨ªa profec¨ªa de un movimiento a escala europea.
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