?Otra Marcha sobre Roma?
Italia se asoma al riesgo de que regrese una memoria inc¨®moda, no sanada, que puede precipitar al pa¨ªs en un abismo institucional
Italia regresa al pasado. A una memoria hist¨®rica que, como en Espa?a, no est¨¢ sanada. Un siglo despu¨¦s, Roma se prepara para vivir una nueva marcha sobre ella. Giorgia Meloni ser¨¢ primera ministra, aunque Sergio Mattarella sienta la tentaci¨®n de hacer lo que no hizo V¨ªctor Manuel III en octubre de 1922: impedir que Mussolini fuese jefe de Gobierno. Entonces, el rey de Italia rechaz¨® la petici¨®n del primer ministro liberal, Luigi Facta, de disolver con el Ej¨¦rcito las concentraciones de camisas negras que iban tomando poco a poco los alrededores de Roma. La negativa regia de decretar el estado de sitio dio el Gobierno a Mussolini y, dos a?os despu¨¦s, las elecciones de 1924 acabaron con la d¨¦bil democracia liberal italiana, v¨ªctima de los efectos de la Gran Guerra y la crisis econ¨®mica.
Es indudable que Meloni y Hermanos de Italia han ganado claramente las elecciones, pero la Constituci¨®n italiana surgida de la Segunda Guerra Mundial es militante en la defensa de la democracia. Eso significa que la democracia puede protegerse institucionalmente frente a quien asume el Gobierno guiado por la tentaci¨®n de aplicar un programa que, entre otras cosas, reivindique el pasado fascista de Italia. Algo que la Ley Fundamental de Bonn tambi¨¦n hizo suyo en 1949, ya que quien formul¨® estos planteamientos de constitucionalizaci¨®n de una democracia militante fue Karl Loewenstein a partir de la experiencia del derrumbe que vivi¨® la democracia liberal de Weimar en los a?os treinta. Estas ideas calaron tambi¨¦n en Italia y fueron defendidas por De Gasperi cuando promovi¨® que la democracia italiana deb¨ªa autoprotegerse con un constitucionalismo memorialista que corrigiera normativamente el resultado de las urnas si de estas sal¨ªa, como era el fascismo, una ideolog¨ªa que se confund¨ªa con una t¨¦cnica de conquista del poder. No en balde su experiencia al frente del Partido Popular Italiano le hizo vivir desde 1922 la persecuci¨®n del fascismo, acusado de actividades antifascistas, detenido y condenado a prisi¨®n. Es cierto que no vivi¨® la suerte de Mateotti, asesinado en 1924, o Gramsci, en 1937. Pero la huella de aquellos a?os de violencia institucional de un fascismo que se adue?¨® del poder y transform¨® paso a paso la democracia liberal en una dictadura qued¨® grabada de forma indeleble en su memoria democr¨¢tica.
En 1947, Italia quiso pasar p¨¢gina con el pasado r¨¢pidamente. La guerra civil vivida durante los ¨²ltimos a?os de la Segunda Guerra Mundial en el norte del pa¨ªs bajo la ocupaci¨®n alemana y el Gobierno de Sal¨®, as¨ª como despu¨¦s el desenlace abrupto del tel¨®n de acero hicieron que urgiera olvidar sin sanar adecuadamente la memoria hist¨®rica. La derecha que encarnaba la Democracia Cristiana inmol¨® la monarqu¨ªa en las urnas y la izquierda que hegemonizaba el Partido Comunista renunci¨® a la revoluci¨®n al asumir una democracia liberal plena. Aquel pacto basado en sacrificios imaginarios del que surgi¨® la democracia italiana hizo que esta fuera militante. Un pacto que ahora est¨¢ en peligro y que corresponde proteger a Sergio Mattarella, presidente de la Rep¨²blica y antiguo militante antifascista, tambi¨¦n perseguido como De Gasperi por Mussolini. Italia se asoma al riesgo de que regrese una memoria inc¨®moda, no sanada, que puede precipitar al pa¨ªs en un abismo institucional, mientras la crisis golpea, la Comisi¨®n Europea se tensiona ante el riesgo de una magiarizaci¨®n de Italia, uno de los pa¨ªses fundadores, y la guerra en Ucrania se alargar¨¢, al menos, hasta la primavera. ?Habr¨¢ otra Marcha sobre Roma, esta vez a lomos digitales?
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.