Todas las miradas puestas en Liz Truss
La mayor¨ªa de los diputados conservadores no est¨¢n pensando en si deben sustituir a la primera ministra, sino en c¨®mo y cu¨¢ndo hacerlo
Para los aficionados a la iron¨ªa, el espect¨¢culo de un ministro de Finanzas fundamentalista del libre mercado que se ve obligado a abandonar su cargo a causa de los propios mercados es nada menos que delicioso. Pero para Liz Truss, la primera ministra, que a finales de la semana pasada decidi¨® ...
Para los aficionados a la iron¨ªa, el espect¨¢culo de un ministro de Finanzas fundamentalista del libre mercado que se ve obligado a abandonar su cargo a causa de los propios mercados es nada menos que delicioso. Pero para Liz Truss, la primera ministra, que a finales de la semana pasada decidi¨® echar a los lobos a su ministro de Hacienda, Kwasi Kwarteng, en un intento de salvar su propio pellejo, no hay nada divertido en esta situaci¨®n. Puede que KamiKwasi haya sido un desafortunado fracaso, pero al menos era un ¨²til pararrayos. Ahora que se ha ido, Truss ha quedado terriblemente expuesta.
Un primer ministro que despide a su ministro de Econom¨ªa no es algo in¨¦dito: despu¨¦s de todo, las discusiones entre el 10 y el 11 de Downing Street han sido una caracter¨ªstica casi constante de la vida pol¨ªtica brit¨¢nica, y los ministros de Finanzas han tenido que pagar a menudo un precio pol¨ªtico cuando la econom¨ªa del Reino Unido ha tenido problemas. Pero hay dos cosas que llaman la atenci¨®n sobre la espectacular ca¨ªda en desgracia de Kwarteng.
En primer lugar, el Reino Unido nunca ha visto a un ministro de este calibre destituido tan pronto despu¨¦s de su nombramiento, y menos a¨²n por el mismo primer ministro que le dio el puesto. En segundo lugar, la destituci¨®n de Kwarteng no tuvo nada que ver con sus diferencias pol¨ªticas con Truss: de hecho, en otra deliciosa iron¨ªa, es probablemente el ministro de Econom¨ªa que ha sido destituido por estar totalmente de acuerdo con su jefa.
Tanto Truss como Kwarteng hab¨ªan defendido durante mucho tiempo que el Estado deb¨ªa reducirse, los impuestos deb¨ªan ser m¨¢s bajos, el gasto p¨²blico deb¨ªa recortarse, las prestaciones sociales deb¨ªan ser menos generosas y deb¨ªan eliminarse las regulaciones sobre las empresas. Solo as¨ª la econom¨ªa brit¨¢nica podr¨ªa estar preparada para el siglo XXI, asegurando que el pa¨ªs pudiera seguir cumpliendo con su destino de ser una de las grandes potencias comerciales, diplom¨¢ticas y militares del mundo.
Es cierto que Truss ¡ªa diferencia de Kwarteng¡ª vio inicialmente el Brexit como una especie de distracci¨®n. Pero una vez que el Reino Unido vot¨® a favor de salir de la Uni¨®n Europea, lo abraz¨® con el celo de un converso, convencida, como ¨¦l, de que la ¨²nica manera de alcanzar el nirvana neoliberal presagiado en su libro de 2012 Britannia unchained ser¨ªa aprovechar la soberan¨ªa recuperada por su salida de la UE para llevar a cabo los cambios que anhelaban.
La victoria de Truss en el liderazgo del Partido Conservador, su nombramiento como primera ministra y la designaci¨®n de Kwarteng como ministro de Finanzas fue la oportunidad para que ambos hicieran realidad su sue?o. Pero su decisi¨®n de hacerlo a trav¨¦s de un ¡°mini-presupuesto¡± que promet¨ªa reformas del lado de la oferta y recortes de impuestos para los ricos se convirti¨® r¨¢pidamente en una pesadilla.
La libra se desplom¨®, el coste del endeudamiento p¨²blico se dispar¨®, provocando fuertes subidas de los tipos de inter¨¦s de los pr¨¦stamos hipotecarios y obligando al Banco de Inglaterra a intervenir para salvaguardar los fondos de pensiones profesionales. El rescate de la situaci¨®n ha exigido la revocaci¨®n de muchas, si no todas, las propuestas del mini-presupuesto, as¨ª como la sustituci¨®n de Kwarteng (anunciada en una humillante e incluso insoportable rueda de prensa de Truss el viernes por la tarde) por Jeremy Hunt, un pol¨ªtico m¨¢s experimentado que ha dejado claro de inmediato que desechar¨¢ de manera efectiva los planes de su predecesor para calmar a los mercados.
La pregunta que todo el mundo se hace, sin embargo, es si eso ser¨¢ suficiente ¡ªaunque, al menos por el momento, los mercados parecen dispuestos a dar a Hunt el beneficio de la duda¡ª para salvar a Liz Truss. Los sondeos de opini¨®n sugieren que el p¨²blico la considera tan responsable como a su exministro de Finanzas por la calamidad y el caos de las ¨²ltimas semanas. Tambi¨¦n sugieren que los votantes, que actualmente dicen preferir al Partido Laborista que a los conservadores por un margen de entre 21 y 33 puntos porcentuales, ahora la consideran en general indigna de confianza, incompetente, excesivamente ideol¨®gica e incluso desagradable, algo que la investigaci¨®n sugiere que importa mucho electoralmente, ya que la pol¨ªtica, incluso en los sistemas parlamentarios, se ha vuelto posiblemente m¨¢s ¡°presidencialista¡±. No es de extra?ar, pues, que alrededor de seis de cada diez votantes brit¨¢nicos piensen ahora que Truss deber¨ªa dimitir.
El problema es, por supuesto, que los ¨²nicos que pueden hacer que eso ocurra son sus propios colegas en los bancos conservadores de Westminster. Pero en realidad no es una dificultad tan grande como muchos imaginan.
Las normas del partido dicen que los diputados no pueden intentar expulsar a su l¨ªder durante el primer a?o. Pero esas reglas pueden ser cambiadas f¨¢cilmente por los propios diputados, y lo ser¨¢n si ella se niega a irse voluntariamente.
Es cierto que los parlamentarios conservadores saben que no pueden infligir al pa¨ªs otro proceso por el liderazgo en toda regla. Pero tambi¨¦n saben que esas mismas reglas pueden, si es necesario, flexibilizarse para asegurar que los miembros de base del partido queden fuera del proceso.
En la actualidad, como ocurri¨® durante el verano (y tambi¨¦n en 2019) los diputados votan primero para decidir dos candidatos que luego pasan a una votaci¨®n de todos los miembros del partido. Pero hay varias formas de evitar esa votaci¨®n.
Los diputados podr¨ªan incluso anular la necesidad de una votaci¨®n parlamentaria acordando qui¨¦n debe asumir el cargo. O, en el caso de que al menos tres o cuatro de sus colegas claramente interesados en el puesto imposibilitara una ¡°coronaci¨®n¡±, podr¨ªan celebrar esa votaci¨®n y acordar que quien quede en segundo lugar debe reconocer su derrota. O podr¨ªan fijar el umbral de nominaci¨®n tan alto desde el principio que solo un candidato entre, y por tanto, gane la carrera.
¡°Donde hay voluntad, hay un camino¡±, como dice el refr¨¢n. La mayor¨ªa de los diputados conservadores no est¨¢n pensando ahora en si deben sustituir a Truss como primera ministra, sino en c¨®mo y cu¨¢ndo hacerlo. Podr¨ªa ser antes. Podr¨ªa ser m¨¢s adelante. Pero no se equivoquen: Liz Truss tiene los d¨ªas contados.