La ¡®ley trans¡¯ y la fantas¨ªa
No esper¨¢bamos que algunas mujeres, habiendo vivido lo mismo, proyectaran un resentimiento contra la ampliaci¨®n de derechos sobre un peque?o colectivo que lucha por sobreponerse a su hist¨®rica vulnerabilidad
Todos padecemos el pecado capital de la soberbia, que implica poner nuestro ego en el centro de todo. Su efecto es demediarnos, impedir la empat¨ªa para con el otro, dejar de verlo. Y hay un salto muy f¨¢cil al resentimiento, a sentirse amenazado por quien cuestiona nuestro estatus o lo que creemos que nos define. Ocurre hoy con algo tan vital como la ampliaci¨®n de derechos, vista por muchas como una amenaza existencial. ...
Todos padecemos el pecado capital de la soberbia, que implica poner nuestro ego en el centro de todo. Su efecto es demediarnos, impedir la empat¨ªa para con el otro, dejar de verlo. Y hay un salto muy f¨¢cil al resentimiento, a sentirse amenazado por quien cuestiona nuestro estatus o lo que creemos que nos define. Ocurre hoy con algo tan vital como la ampliaci¨®n de derechos, vista por muchas como una amenaza existencial. Hablo de la ley trans y de ese juego de suma cero que todas conocemos, pues lo observamos en las confusas reacciones de algunos hombres ante el ¨¦xito femenino. Lo que no esper¨¢bamos es que algunas mujeres, habi¨¦ndolo vivido, proyectaran un resentimiento parecido sobre un peque?o colectivo que lucha por sobreponerse a su hist¨®rica vulnerabilidad. Incluso toda una exvicepresidenta afirma que una sola ley puede ¡°destrozar toda la legislaci¨®n de igualdad¡±. Pero preg¨²ntense: ?ha ocurrido en Portugal, Irlanda o Dinamarca, donde se aprobaron leyes similares siguiendo recomendaciones de la OMS o la Comisi¨®n Europea? ?Por qu¨¦ se pretende atrapar esta ley en una fantas¨ªa?
Martha Nussbaum, pensadora liberal y feminista, describe el activismo antitrans como una reacci¨®n en un momento de cambio cultural, cuando se necesitan l¨ªneas claras que rechacen lo que se aleja de lo establecido. Es significativo, dice Nussbaum, que buena parte de dicho discurso se centre en ejemplos absurdos, como el de los ba?os: ¡°Alguien con aspecto de mujer jam¨¢s molestar¨ªa a nadie si entrara en un ba?o de se?oras, donde las dem¨¢s no tendr¨ªan modo alguno de observar su anatom¨ªa genital. Simplemente se parecer¨ªa a ellas, lo cual no deja de ser su intenci¨®n. Solo alguien que se pareciera claramente a un hombre podr¨ªa inquietarlas. Pero es precisamente esto lo que los activistas antitrans quieren exigir por ley: que quien haya realizado su transici¨®n de mujer a var¨®n siga usando el lavabo de se?oras¡±. ?Ven el sinsentido?
Se ha llamado ¡°terrible, arcaica y malvada¡± a una normativa, por supuesto perfectible, orientada a propiciar la igualdad de derechos, creando una corrosiva ficci¨®n para generar alarma, en lugar de un debate racional que mire a un mundo nuevo con responsabilidad y reconocimiento compartidos. Ni hay nada diab¨®lico en teor¨ªa feminista alguna ni la teor¨ªa queer niega la realidad biol¨®gica. Lo que afirma es que a la asignaci¨®n de sexo al nacer la acompa?an una serie de suposiciones culturales que pueden acabar convirtiendo lo cultural en destino. Hay quienes experimentan dificultades con esa asignaci¨®n y sienten que parte de lo que son se aparta de ella. ?Qu¨¦ maldad hay en querer acompa?arlos durante el proceso? ?Qu¨¦ arca¨ªsmo? Podemos insistir en que el sexo est¨¢ distribuido por Dios o la santa biolog¨ªa, como el movimiento anti g¨¦nero global, el Vaticano y las iglesias evang¨¦licas, o hacer y discutir entre todas, debatiendo sin tanto desprecio, la mejor de las leyes posibles para una minor¨ªa vulnerable. Elijan ustedes, se?oras.