La ¡®ley trans¡¯ que nos cambiar¨¢ la vida
Cualquier persona puede elegir ser quien desee, y no cabe que ninguna instituci¨®n tenga m¨¢s poder que el propio individuo en una elecci¨®n que es exclusivamente una deliberaci¨®n ¨ªntima
En una narraci¨®n literaria hay que distinguir siempre entre lo que se dice y lo que se cuenta. En una ley tambi¨¦n. De lo que dice la ley trans se ha discutido mucho (much¨ªsimo de hecho), tanto que hace tiempo que dej¨® de importar lo que se cuenta. Una de las cosas que dice la ley es que en Espa?a todas las personas tenemos derecho a la libre autodeterminaci¨®n de g¨¦nero. Es decir, que una persona pueda cambiar el nombre y el sexo en el DNI solo por su voluntad, sin necesidad de informes m¨¦dicos y a?os de hormonaci¨®n como hasta ahora. Sobre este punto se ha discutido casi tanto como se ha desinformado, aunque hoy ya sabemos que la autodeterminaci¨®n no har¨¢ perder ning¨²n derecho a ninguna mujer, como tampoco permitir¨¢ eludir una condena por violencia machista a ning¨²n hombre.
En contra | La ¡®ley trans¡¯ y los ¡®detrans¡¯; por Laura Freixas
Sin embargo, creo que se ha insistido, celebrado y agradecido poco (a quienes se han dejado la identidad y la vida durante a?os para llegar hasta aqu¨ª) lo que cuenta esta ley, lo que explica de nosotros como individuos, como sociedad y como pa¨ªs. Y lo que cuenta es que todas las personas podemos elegir ser quienes deseemos ser y que ninguna instituci¨®n puede tener m¨¢s poder que el propio individuo en una elecci¨®n que es y solo puede ser una deliberaci¨®n ¨ªntima. Y en este sentido, la ley trans no solo supone un paso de gigante para el colectivo LGTBI, sino para todas las personas que desarrollamos nuestra identidad en este pa¨ªs.
Hasta ahora lo trans ven¨ªa funcionado como un tab¨² en Espa?a y en todo el mundo, como el fantasma de lo monstruoso, s¨ªmbolo perfecto de todo lo que debe ser marginado y excluido cuando no encaja dentro de los l¨ªmites de las estructuras convencionales y de poder. Tanto es as¨ª, que lo trans ha sido a menudo s¨ªmbolo del mal y del pecado, una frontera imaginaria capaz de separar el bien del mal, lo enfermo de lo sano. Entender¨¢n a qu¨¦ me refiero si recuerdan conmigo una m¨ªtica pel¨ªcula de terror psicol¨®gico, El silencio de los corderos. Aquella donde hab¨ªa un psic¨®pata muy malo, Hannibal Lecter (Anthony Hopkins), que ayudaba a dar caza a otro a¨²n peor. Un asesino terrible s¨ªmbolo del mal en la tierra y de la psique m¨¢s enferma posible. Perseguimos durante toda la pel¨ªcula al monstruo de la mano de la agente del FBI Clarice Starling (Jodie Foster) para llegar a un desenlace donde por fin le atrapamos a la vez que entendemos el origen mismo del mal. As¨ª, en una de las im¨¢genes finales, el cruel asesino se mira al espejo mientras se maquilla y baila ante el espectador como una especie de demonio pop antes de mostrar a c¨¢mara un pubis donde el pene y los test¨ªculos han sido escondidos. Y ah¨ª es donde se espera que el espectador lo entienda todo. El asesino es transexual, un enfermo, alguien capaz de matar para dise?ar un traje hecho con la suave piel de mujeres muertas.
Pues bien, este tipo de ¡°explicaciones¡± formar¨¢n parte de un pasado oscuro en la Espa?a que estamos construyendo. Una capaz de defender con la ley en la mano que no hay nada monstruoso en elegir quienes queremos ser y menos a¨²n en transitar o modificar nuestra identidad (ni la de g¨¦nero ni cualquier otra). Porque al ser la identidad trans el tab¨² m¨¢s profundo de nuestra cultura y la frontera m¨¢s ¨ªntima de todas, sucede que quienes han impulsado, defendido y padecido las consecuencias de convertir esta ley en realidad nos est¨¢n cambiado la vida a todas las personas, seamos o no trans. Porque a lo largo de la vida, todas, todos y todes vamos a ser, en alg¨²n momento, seres en transici¨®n. Y la nueva ley cuenta (m¨¢s all¨¢ de lo que dice) que todo tr¨¢nsito es leg¨ªtimo y que merece ser respetado y cuidado. En este sentido, la nueva ley ampara a los inmigrantes que cambian de pa¨ªs y de costumbres, a todas las personas que intentan subirse a un ascensor social para convertirse en otras, a aquellas que desean transitar de la solter¨ªa al matrimonio, a todos los cuerpos que deciden con valent¨ªa cruzar la frontera de la maternidad, a quienes necesitan decir adi¨®s a la familia que un d¨ªa formaron, a aquellas personas que el mercado ha convertido en ¡°paradas¡± despu¨¦s de a?os de duro trabajo, a quienes transitan por la compleja senda de la jubilaci¨®n, a quienes se asoman al abismo de un duelo o al precipicio que puede suponer un gran ¨¦xito.
Las personas transitamos las fronteras de nuestra identidad muchas veces en la vida y a menudo lo hacemos con miedo o con verg¨¹enza. Y, dado que durante muchos a?os no ha habido mayor verg¨¹enza que la de ser una persona trans, resulta que su liberaci¨®n es de alguna manera s¨ªmbolo e impulso de la del resto. Porque rasgar el tab¨² trans es como rasgar la venda inmensa que impide respirar cualquier herida de la identidad. Por eso, conviene recordar que esta ley no ha sido f¨¢cil y que ha supuesto el sacrificio de muchas personas que han quedado extenuadas y maltratadas no solo por el hecho de ser quienes son, sino por luchar para mejorar la vida del resto. Se pagan precios muy altos por intentar cambiar el mundo. Pero hoy celebramos que hay personas dispuestas a asumir ese carga y ese riesgo. Y no, esta ley no har¨¢ que haya m¨¢s personas confundidas respecto de su identidad de g¨¦nero. Vivimos en la era del tr¨¢nsito y la frontera: ninguna ley puede cambiar eso. Sin embargo, es responsabilidad de la ley trabajar para que elegir quienes queremos ser nos deje de doler de una vez por todas.
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