No olviden el cambio clim¨¢tico
Quemar combustibles f¨®siles mata m¨¢s que una guerra, aunque de una forma m¨¢s indirecta y tortuosa. En comparaci¨®n, tirar bombas sobre la poblaci¨®n civil parece casi un ejercicio de transparencia pol¨ªtica
Nadie quiere o¨ªr hablar del cambio clim¨¢tico estos d¨ªas. La crisis energ¨¦tica derivada de la guerra en Ucrania nos ha dejado sedientos de gas, petr¨®leo, carb¨®n y cualquier otra cosa que se pueda quemar, como en los viejos tiempos, cuando la gente cog¨ªa el coche para llevar a los ni?os a un colegio situado a 500 metros de casa, el termostato de la calefacci¨®n estaba de adorno junto al balc¨®n abierto del sal¨®n y los ejecutivos vol...
Nadie quiere o¨ªr hablar del cambio clim¨¢tico estos d¨ªas. La crisis energ¨¦tica derivada de la guerra en Ucrania nos ha dejado sedientos de gas, petr¨®leo, carb¨®n y cualquier otra cosa que se pueda quemar, como en los viejos tiempos, cuando la gente cog¨ªa el coche para llevar a los ni?os a un colegio situado a 500 metros de casa, el termostato de la calefacci¨®n estaba de adorno junto al balc¨®n abierto del sal¨®n y los ejecutivos volaban cinco veces a la semana por medio planeta para dormirse en cinco reuniones id¨¦nticas que la Historia se podr¨ªa haber ahorrado sin grave merma de contenidos.
Lo que queremos es volver a todo eso cuanto antes y a los precios de antes, ?no es cierto? Queremos, pero no debemos. Los lectores ya saben por qu¨¦, y este diario abri¨® su portada del mi¨¦rcoles con un nuevo argumento contundente: el cambio clim¨¢tico no solo da?a el planeta del futuro, sino que mata a la gente en el presente. A mucha gente. Los insectos que trasmiten la malaria y otras enfermedades infecciosas ganan nuevos territorios, los alimentos se hacen m¨¢s perecederos y t¨®xicos, los da?os cardiovasculares se agravan y las poblaciones pierden sus modos de vida y su salud mental con ellos. Quemar combustibles f¨®siles mata m¨¢s que una guerra, aunque de una forma m¨¢s indirecta y tortuosa. En comparaci¨®n, tirar bombas sobre la poblaci¨®n civil parece casi un ejercicio de transparencia pol¨ªtica.
El mes que viene se celebrar¨¢ en un complejo tur¨ªstico junto al mar Rojo la pr¨®xima ronda (COP27) de conferencias internacionales sobre el clima. Egipto quiere que su sede act¨²e como un escaparate del continente africano al que pertenece y, en correspondencia, uno de los grandes asuntos que se van a discutir es el de las llamadas ¡°indemnizaciones clim¨¢ticas¡±, o los pagos por da?os y perjuicios que los pa¨ªses ricos tendr¨ªan que aportar a los pobres por un problema que estos no han contribuido a crear, pero que padecen m¨¢s que nadie. Es sabido que el mundo no funciona con criterios de justicia, pero el caso del clima ya es que parece de recochineo. Se trata de todo un reto pol¨ªtico que el mundo desarrollado no va a aceptar sin resistencias numantinas, pero es importante meterlo en la agenda. Las indemnizaciones clim¨¢ticas en discusi¨®n incluyen conceptos como incendios naturales, inundaciones, huracanes y otros fen¨®menos extremos cuya frecuencia e intensidad se han incrementado por el calentamiento. Tambi¨¦n se habla de efectos mucho m¨¢s lentos pero mucho menos reversibles, como la subida del nivel del mar por la fusi¨®n de los hielos polares. Los pa¨ªses pobres no tienen medios para evitar, aminorar ni paliar esas situaciones, y no han hecho nada para causarlas. La causa somos nosotros, los pa¨ªses ricos que llevamos un siglo emitiendo gases como vacas, y a quienes nos ha costado casi el mismo tiempo enterarnos de los argumentos cient¨ªficos para reducirlos. As¨ª que ahora nos toca pagar, o nos tocar¨ªa si hubiera una justicia internacional que mereciera ese nombre.
Fueron los pa¨ªses en desarrollo quienes hicieron la propuesta en la conferencia del a?o pasado en Glasgow, en el Reino Unido. Estados Unidos declin¨® apoyarla. Si el segundo emisor mundial mantiene esa postura, nada se mover¨¢.