El t¨ªo ¡®Vlad¡¯
El reciente discurso de Putin ayuda a recordarnos qui¨¦nes han sido sus amigos en el mundo occidental, ahora que muchos pretenden esconder su afinidad con el l¨ªder ruso
Hay que agradecer que Vlad¨ªmir Putin se dirigiera al mundo en su ¨²ltima alocuci¨®n para clarificar los t¨¦rminos de su guerra declarada. Es tanta la desinformaci¨®n y la opini¨®n interesada que uno puede perderse en el laberinto. Que Putin hablara claro y para todos fue un gesto de generosidad por su parte. Y se hizo entender. Cuando asegur¨® que su lucha en Ucrania no se limita a una batalla por los l¨ªmites territoriales de un pa¨ªs cuya existencia niega, sino a una lucha por las costumbres y los modos de vivir occidentales, aclar¨® lo que ya sospech¨¢bamos. Era raro que llamara nazis a los ucranios si ¨¦l mismo comparte con el nazismo varios afanes. El primero de ellos es el de limpiar la raza. El segundo es el de conformar a su gusto c¨®mo han de regirse las vidas ¨ªntimas de las personas. El tercero es el de luchar contra la decadencia moral de las democracias. Su obsesi¨®n es acabar con la homosexualidad y reconducir la falta de valores religiosos hacia la ortodoxia dogm¨¢tica, pues teme que el efecto contagio se lleve por delante su misi¨®n imperial. Podr¨ªa parecer una posici¨®n psic¨®tica, pero es transparente.
Desde que estall¨® la guerra, su crueldad a?adida de bombardear a los ciudadanos mucho m¨¢s frecuentemente que a los ej¨¦rcitos, y el empe?o de escasa nobleza por dejarlos sin calefacci¨®n ni luz durante el invierno, afianza la idea de genocidio, pero puede despistarnos sobre la profundidad de su pensamiento. Su discurso claro y rotundo ayuda a recordarnos qui¨¦nes han sido sus amigos en el mundo occidental. Y esto es importante porque los admiradores de Putin en Occidente han corrido a esconder la verdadera afinidad con ¨¦l. Es obvio que su ataque contra Ucrania se fragu¨® convencido de la debilidad del orden mundial causada por el mandato de Donald Trump. De ah¨ª su sorpresa ante la reacci¨®n internacional de solidaridad con Ucrania. El sutil entendimiento con Trump le proporcionaba un mapa por dominar. Tambi¨¦n Silvio Berlusconi ha tardado en venir a recordar su sinton¨ªa personal con Putin, pero finalmente, amparado por el poder recuperado, lo ha expresado en conversaciones que supon¨ªa que no llegar¨ªan a la luz p¨²blica. Y as¨ª todos los ultranacionalistas europeos que llevan d¨¦cadas defendiendo la misma argumentaci¨®n que Putin tendr¨ªan que correr a aplaudirlo.
Los partidos que en las democracias abogan por la persecuci¨®n de los homosexuales, la marginaci¨®n de los transexuales, la obligatoriedad de los valores religiosos en la vida p¨²blica, la manipulaci¨®n escolar y la idea de limpieza ¨¦tnica preventiva son socios de Putin en algo m¨¢s que una guerra local. Comparten su guerra cultural. Proteger las fronteras f¨ªsicas y metaf¨®ricas de su territorio de dominaci¨®n justifica cualquier tipo de violencia y lleva a perseguir las manifestaciones de protesta con penas de prisi¨®n y fuego abierto contra su propia poblaci¨®n, como han hecho dos pa¨ªses amigos de Putin, Bielorrusia e Ir¨¢n. Las palabras de Putin ayudan a sacar de sus madrigueras a tantos socios que no se han atrevido a respaldarlo abiertamente porque quedaba poco fotog¨¦nico hacerlo mientras mueren ni?os y ancianos en Ucrania. Pero es evidente que difunden y propagan en sus planteamientos pol¨ªticos la misma rabia reaccionaria expresada por el l¨ªder ruso. Ha tenido que ser el propio t¨ªo Vlad quien se?alara con precisi¨®n a sus ingratos sobrinos ideol¨®gicos
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