¡°Mujeres fuertes¡±
Meloni es menos agresiva que sus camaradas masculinos, pero de su boca emana el azufre de la superioridad de sus valores, la ret¨®rica del odio
No es una camisa, sino un uniforme negro lo que Giorgia Meloni luce en sus primeros d¨ªas como primera ministra. A las reminiscencias mussolinianas, desbordantes de testosterona, Meloni suma otra provocaci¨®n, apostando por el g¨¦nero masculino para referirse a su cargo. Il presidente Meloni se encumbra as¨ª como faro de esa hornada de ¡°mujeres fuertes¡± que, como Le Pen u Olona, ganan presencia y protagonismo en la internacional ultra. A la par, una red antig¨¦nero transnacional elige a j¨®venes mujeres del mundo del coraz¨®n como simp¨¢ticas portavoces de siniestras iniciativas contra el aborto o el matrimonio homosexual. Hay todo un sistema de financiaci¨®n internacional apoyando la estrategia de las nuevas derechas extremas para instalar de nuevo ¡°el orden natural de las cosas¡±.
As¨ª lo se?alan muchos informes del Parlamento Europeo, que ve acertadamente al movimiento antig¨¦nero global como la punta de lanza de la ideolog¨ªa ultra para minar la democracia, y no solo como un instrumento de guerrilla cultural para ganar visibilidad. Por eso se presta atenci¨®n a los ataques a la igualdad de g¨¦nero, entrelazados ¨ªntimamente con el populismo ultra y reveladores del abierto iliberalismo de quienes los jalean. Busquen, por ejemplo, el informe La punta del iceberg, que describe una red de financiaci¨®n, de puro extremismo religioso, que busca anular las leyes relacionadas con los derechos sobre sexualidad y salud reproductiva en Europa.
Sorprende que no se mencionen los otros simbolismos del uniforme negro de Meloni: el luto por los valores perdidos, su apelaci¨®n al recato vaticano para las mujeres, la aceptaci¨®n del dios masculino y patriarcal. Los vetustos imaginarios de g¨¦nero vuelven para reivindicar la tradici¨®n y recuperar la divisi¨®n sexual del trabajo: las mujeres como cuidadoras y progenitoras abnegadas; lo masculino como representaci¨®n leg¨ªtima del poder, de la voz p¨²blica. Por eso, Meloni juega al simbolismo de la ley vieja, a pesar de sus contradicciones: reivindicarse como mujer, madre y cristiana no es incompatible, a ojos de lo que representa, con travestirse de hombre para legitimar su poder. Es elocuente que sean Patria y Familia los ministerios ideol¨®gicos que se reserva para s¨ª, para recuperar los caducos significados de unas instituciones que representar¨ªan las formas tradicionales de autoridad, el resguardo de unas identidades que cre¨ªamos en retirada. El autoritarismo que nos llega de Hungr¨ªa, Polonia o Rusia se afana en suprimir mediante el miedo a los movimientos feministas y LGTBIQ, vincul¨¢ndolos con la seguridad nacional. Meloni es el experimento de la nueva mujer fuerte, extravagante s¨ª, pero menos agresiva que sus camaradas masculinos: la excepci¨®n del gentil sesso. Pero cuidado: de su boca emana el azufre de la superioridad de sus valores, la ret¨®rica del odio, del miedo supremacista blanco. Y esas ideas cabalgan de nuevo, y gobiernan, en Europa, sin que apenas nos demos cuenta.
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