Una ministra abrasada
Las implicaciones de las fallas de la ley que quiso patrimonializar la ministra Irene Montero son profundas y de largo alcance, y quiz¨¢ conlleven un fin de ciclo
Sabemos que un cristal es valioso cuando se rompe y quienes est¨¢n alrededor lo observan compungidos. Algo as¨ª ha pasado con el descalabro de la ley del solo s¨ª es s¨ª. No es solo que la agenda feminista se vaya a centrar en el tema de la seguridad de las mujeres, con la absurda alarma sobre violadores saliendo a las calles que emulamos de los programas de Ana Rosa Quintana, pura munici¨®n para la ultraderecha. Es que la mirada punitiva deja en penumbra todo el capital pol¨ªtico de la cuarta ...
Sabemos que un cristal es valioso cuando se rompe y quienes est¨¢n alrededor lo observan compungidos. Algo as¨ª ha pasado con el descalabro de la ley del solo s¨ª es s¨ª. No es solo que la agenda feminista se vaya a centrar en el tema de la seguridad de las mujeres, con la absurda alarma sobre violadores saliendo a las calles que emulamos de los programas de Ana Rosa Quintana, pura munici¨®n para la ultraderecha. Es que la mirada punitiva deja en penumbra todo el capital pol¨ªtico de la cuarta ola. Tambi¨¦n es elocuente el silencio de Alberto N¨²?ez Feij¨®o en este desaguisado. Quiz¨¢s piense que no le hace falta decir nada.
Las implicaciones de las fallas de la ley que quiso patrimonializar la ministra Montero son profundas y de largo alcance, y quiz¨¢ conlleven un fin de ciclo: la acelerada deslegitimaci¨®n del Ministerio de Igualdad para liderar procesos de cambio y la ruptura con el movimiento feminista. Institucionalmente, es inevitable que salpique a su otra ley estrella, la ley trans, reforzando al sector feminista que lideran externamente las mujeres socialistas, con Carmen Calvo a la cabeza, pero tambi¨¦n, internamente, al yolandismo, quien guarda un silencio elocuente ante el enorme descalabro. Tampoco ayuda al prestigio del Gobierno que Montero, parapetada en su ministerio sin asumir responsabilidades, pudiera estar jugando a posicionarse como candidata de Podemos a la presidencia, lo que explicar¨ªa su repliegue y que intente desviar la atenci¨®n sobre los evidentes problemas t¨¦cnicos de la ley, lanzando dardos sobre el machismo de los jueces y acus¨¢ndolos de estar incumpli¨¦ndola deliberadamente. Resulta biso?o que tanto ella como su secretaria de Estado pidieran estos d¨ªas ¡°m¨¢s sensibilidad¡± en la aplicaci¨®n de la ley. Ese desprecio a un poder del Estado desde quien se piensa que ha sido ungido por el sufragio popular tiene un nombre ya manido: populismo.
Lo que nos lleva tambi¨¦n a una reflexi¨®n de fondo sobre la consideraci¨®n fundamental de la democracia como un asunto de procedimientos. El C¨®digo Penal es una herramienta del pacto social y su reforma no puede atender a la l¨®gica del parcheo o de otros intereses que lo desvirt¨²an como tal. Es imprescindible o¨ªr a los expertos de forma imparcial y desarrollar un trabajo t¨¦cnico de precisi¨®n, y no se puede gobernar sin atender a las instituciones del Estado que dan consejo y asesoramiento. Una reforma no es solo un mecanismo de relojer¨ªa, sino tambi¨¦n de consensos. El ministerio debiera haber dialogado p¨²blicamente con otros ministerios, con Presidencia, en el Consejo de Ministros, con los grupos parlamentarios, pero hace tiempo que el Parlamento es solo un lugar al que llevar leyes precocinadas para que se refrenden como un mero tr¨¢mite, con una oposici¨®n que se niega sistem¨¢ticamente a abordar pacto de Estado alguno. El dilema del Gobierno es ahora extraordinario, pues Montero, m¨¢xima responsable de este entuerto, est¨¢ abrasada, aunque no parezca tener cerca a nadie que se atreva a dec¨ªrselo.