El Mundial de Qatar y la hipocres¨ªa
Las declaraciones del presidente de la FIFA contra las cr¨ªticas de Occidente a Qatar explicitan las contradicciones del Mundial
La convocatoria sorpresiva de una rueda de prensa el s¨¢bado, a 24 horas del inicio del Mundial que empez¨® ayer domingo, por parte del presidente de la FIFA estaba fuera de programa pero fue definitivamente desconcertante. Solo cabe entender el discurso de Gianni Infantino como la respuesta de la FIFA (cuya opacidad llev¨® a suspender por presunta corrupci¨®n a sus dos ¨²ltimos presidentes) a la presi¨®n de las autoridades de Qatar ante el aluvi¨®n de cr¨ªticas que el pa¨ªs ha recibido como organizador del evento. El hilo conductor de Infantino fue un ataque a la hipocres¨ªa de los pa¨ªses europeos que acuden al Mundial y son a la vez cr¨ªticos con un pa¨ªs con graves carencias en derechos humanos y condiciones de trabajo. Tiene raz¨®n Infantino en que los Mundiales han convivido varias veces con reg¨ªmenes que han sido incumplidores flagrantes de los derechos humanos, y entre ellos dictaduras militares como la argentina en 1978. Y tiene raz¨®n en otra cosa m¨¢s: los pa¨ªses occidentales han (hemos) participado en el tinglado del Mundial a la vez que sus gobiernos han sido incapaces de acallar las protestas ¡ªporque existe la libertad de expresi¨®n negada en Qatar¡ª y han tenido tambi¨¦n que hacerse eco de esas cr¨ªticas como representantes pol¨ªticos de la ciudadan¨ªa.
La discrepancia es el espacio natural de las democracias liberales y es una de sus condiciones virtuosas. A veces, como en este caso, esa libertad sit¨²a en una encrucijada contradictoria a las sociedades democr¨¢ticas. ?Es leg¨ªtima la cr¨ªtica a Qatar a la vez que Occidente env¨ªa numerosas delegaciones y multitud de informadores para cubrir cada partido y cada incidencia? ?Hubiesen asumido las sociedades occidentales el boicot a un Mundial por el incumplimiento de los derechos humanos del pa¨ªs anfitri¨®n cuando se han celebrado Mundiales en Estados con condiciones incluso peores?
La reacci¨®n ahora moralista y sobreactuada est¨¢ fuera de lugar, pero es comprensible y deseable que las democracias m¨¢s adelantadas en materia de derechos humanos emitan cr¨ªticas a un r¨¦gimen donde no son los homosexuales las principales v¨ªctimas de graves vulneraciones de derechos (prohibidos) sino ese 25,04% de la poblaci¨®n que son mujeres, todas bajo tutela de un var¨®n y sin asomo de derechos equiparables a una democracia liberal. La obvia incongruencia de organizar un Mundial donde no existe tradici¨®n futbol¨ªstica, ni exist¨ªan estadios hasta que se construyeron, ni condiciones clim¨¢ticas adecuadas, choca contra otra evidencia. Qatar supo manejar mejor sus cartas en la negociaci¨®n, fuesen las que fuesen, y la competencia por organizarlo. La par¨¢lisis visible de la comitiva estadounidense en 2010 ¡ªclara favorita a ganar la elecci¨®n para acoger el Mundial¡ª en el momento de designar al pa¨ªs organizador expresa de forma muy gr¨¢fica la estupefacci¨®n que experiment¨® el resto del planeta ante esa decisi¨®n de la FIFA. Censurar las cr¨ªticas leg¨ªtimas y hasta obligadas a Qatar convive con una poderosa industria del deporte con mucho dinero en juego: las sociedades m¨¢s movilizadas contra las deficiencias de Qatar se disponen, a la vez, a asistir por televisi¨®n a uno de los mayores espect¨¢culos deportivos que existen. La asunci¨®n de sus contradicciones es parte de la edad adulta de las sociedades democr¨¢ticas.
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