?Harto de megas y gigas? Prep¨¢rate
La conferencia de pesos y medidas aprueba los ¡®ronnas¡¯ y los ¡®quettas¡¯ para bregar con los quintillones de datos que se nos avecinan
La Conferencia General de Pesos y Medidas, reunida junto a Par¨ªs el viernes pasado con representantes gubernamentales de medio mundo, ha introducido cuatro nuevos prefijos para designar las magnitudes tanto enormes como min¨²sculas que caracterizar¨¢n nuestro mundo en los pr¨®ximos a?os. Los tiempos en que pod¨ªamos medir todo en kil¨®metros (miles de metros), megavatios (millones de vatios) y gigabytes (miles de millones de bytes) se han quedado m¨¢s desfasados que una carboner¨ªa. Desde los a?os sesenta tenemos el prefijo tera (un bill¨®n de lo que sea), y desde los setenta contamos con peta (mil billones) y con exa (un trill¨®n), pero eso tambi¨¦n se empez¨® a quedar corto en los a?os noventa, sobre todo por el crecimiento exponencial de la capacidad de procesamiento de los ordenadores. De ah¨ª que se aprobaran zetta (mil trillones) y yotta (un cuatrill¨®n).
Pero esto no se va a acabar nunca, y Par¨ªs tuvo que escalar el viernes hasta cotas inusitadas con dos nuevos prefijos que el lector aplicado tendr¨¢ que guardar en su fatigada memoria: ronna (mil cuatrillones) y quetta (un quintill¨®n). S¨¦ que suenan horribles, pero es lo que hay, y no habr¨¢ que esperar mucho para que est¨¦n no ya en el lenguaje t¨¦cnico, sino en el period¨ªstico y el coloquial, como hoy lo est¨¢n mega y giga. En la pr¨®xima d¨¦cada el mundo va a generar un yottabyte de datos al a?o, por poner un ejemplo tonto. Eso dar¨ªa para apilar una fila de DVD que llegara a Marte, al menos en ciertas ¨¦pocas del a?o, ya que Marte se mueve mucho. Nuestro castigado planeta, por otro lado, pesa cerca de un ronnagramo. Los de Par¨ªs tambi¨¦n han a?adido dos prefijos por abajo, para las cantidades muy peque?as: ronto (una milcuatrillon¨¦sima) y quecto (una quintillon¨¦sima). La masa del electr¨®n, por ejemplo, es del orden de un quectogramo. Los qu¨ªmicos se manejan bien en estas escalas astron¨®micamente peque?as. Los dem¨¢s tendremos que adaptarnos o perecer, como dicta la ortodoxia darwiniana.
Es dif¨ªcil oponerse a estos neologismos, pero no imposible. Yo mismo tengo una objeci¨®n. La Conferencia General de Pesos y Medidas tiene una tarea m¨¢s urgente que inventar palabras, que es la de armonizarlas entre culturas. Todas las cifras que he dado est¨¢n en la notaci¨®n hispanohablante, o ¡°escala larga¡± en la jerga. Los pa¨ªses anglosajones utilizan la ¡°escala corta¡±, donde un giga no son mil millones, sino un bill¨®n; donde un tera no es un bill¨®n, sino un trill¨®n; donde un cuatrill¨®n se llama septill¨®n, y donde los nuevos ronna y quetta no representan mil cuatrillones y un quintill¨®n, sino un octill¨®n y un nonill¨®n.
Los periodistas y los traductores ¡ªyo soy ambas cosas¡ª sabemos bien que el simple hecho de que un bill¨®n anglosaj¨®n sea mil veces menos que un bill¨®n hispano es la fuente de la mayor¨ªa de las confusiones y meteduras de pata que cabe imaginar en los textos econ¨®micos y cient¨ªficos. Cada d¨ªa que sigamos sin armonizar esa nomenclatura es un d¨ªa perdido para la comunicaci¨®n humana. Hay que entender que inventar prefijos es una tarea amena y confortable, adecuada para una estancia de un par de d¨ªas en Par¨ªs, pero lo m¨¢s importante es lo otro, que es mucho m¨¢s dif¨ªcil. H¨¢gase.
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