De Ucrania a Nador
Hay razones suficientes para que Pedro S¨¢nchez marque distancias con Fernando Grande-Marlaska en cuyas palabras de defensa solo es importante el lado de la raya donde se produjeron los hechos
La inmigraci¨®n vuelve a estar en las portadas de la prensa, conforme a un ciclo recurrente de ida y vuelta marcado por el olvido, el cinismo y la insensibilidad colectiva. 24 de junio: 23 muertos y 77 desaparecidos en el intento de cruzar de Nador a Melilla, represi¨®n, omisi¨®n del deber de asistencia, devoluciones en caliente (es decir, sin protecci¨®n jur¨ªdica alguna) Un bochornoso espect¨¢culo que confirma hasta qu¨¦ punto la intimidaci¨®n de Marruecos tiene acomplejadas a las autoridades espa?olas.
Han pasado cinco meses y oficialmente, los hechos siguen sin esclarecerse a pesar de las informaciones aportadas por la prensa que ponen en evidencia la obsesi¨®n defensiva del Ministerio del Interior que ha dejado a Fernando Grande-Marlaska atrapado en su propio relato. Los episodios tr¨¢gicos con la inmigraci¨®n se repiten, las muertes en el Mediterr¨¢neo de personas que intentan llegar a Europa pasan desapercibidas la mayor¨ªa de las veces, y las v¨ªctimas se cuentan ya por decenas de miles. La indiferencia se hace carne ante tragedias fruto de realidades que son vistas como una amenaza y que son utilizadas pol¨ªticamente por el rechazo de la derecha y la incapacidad de la izquierda. Del caso Nador-Melilla a estas alturas ya queda claro que la suerte de Marlaska est¨¢ en manos de la Fiscal¨ªa, y que despu¨¦s de su comparecencia del mi¨¦rcoles pasado, por sentido com¨²n, s¨®lo cabr¨ªan dos opciones: la dimisi¨®n o el cese. ?Qu¨¦ impide a S¨¢nchez forzar el paso? ?Sospecha el presidente que los esc¨¢ndalos en esta materia caen pronto en el olvido y tienen escasas consecuencias electorales o, dicho de otro modo, sabe que, a veces, la intransigencia tiene premio?
Pero la indiferencia de Marlaska, la transferencia de responsabilidades a la otra parte, el negacionismo de la tragedia, tiene significaci¨®n, m¨¢s all¨¢ de los efectos pol¨ªticos concretos, porque contribuye a lo que Michel Agier llama la construcci¨®n de los indeseables: la estigmatizaci¨®n de determinados perfiles de los que emigran (los que ni siquiera merecen atenci¨®n m¨¦dica y jur¨ªdica, conforme a esta inaceptable figura pol¨ªtica que es la devoluci¨®n en caliente). No todos los inmigrantes gozan de la misma consideraci¨®n a los ojos de los europeos. Un cierto tipo ¡ªorigen, color, miseria¡ª de los que llaman a la puerta ni siquiera son reconocidos: son indeseables, se les devuelve sin preguntar. Las democracias tambi¨¦n tienen figuras infernales.
En febrero empez¨® la guerra de Ucrania. Y con ella una oleada de emigraci¨®n hacia diversos pa¨ªses europeos. Entre ellos, Espa?a. Predomin¨® la comprensi¨®n y, m¨¢s todav¨ªa, el sentimiento activo de solidaridad. Se les ha ayudado y acogido, y han sido escasas, por no decir nulas, las reacciones de rechazo. Tanto las instituciones como la ciudadan¨ªa han apostado por facilitar en lo posible su estancia entre nosotros. Una guerra, especialmente cuando, como en este caso, est¨¢ muy clara la distinci¨®n entre el agresor y el agredido, revuelve las conciencias. Y m¨¢s sobre todo si esta guerra es cercana. Con el valor a?adido de que Europa ha descubierto s¨²bitamente que la guerra vuelve a estar en la puerta de casa, algo que curiosamente no ocurri¨® con la guerra de los Balcanes, que ha sido r¨¢pidamente olvidada. Y, afortunadamente, los ucranios han sido atendidos como de los nuestros. Una confirmaci¨®n m¨¢s de que no estamos constituidos como humanidad y que por mucho que presumamos de globalizaci¨®n, el mundo todav¨ªa est¨¢ trabado por las referencias nacionales y continentales.
Los que, procedentes en su mayor¨ªa del Sud¨¢n, buscaron entrar en Europa por Melilla, tambi¨¦n hu¨ªan de guerras y miserias, buscando sencillamente un lugar para sobrevivir. Guerras que se multiplican en ?frica sin que nos enteremos, miserias que se atascan en espirales de degradaci¨®n sin fin. La mayor¨ªa de los afectados, para decirlo en palabras del propio Agier, ¡°todos negros u oscuros, ven¨ªan de pa¨ªses del Sur antiguamente colonizados¡±, gentes errantes que proceden de fuera de nuestro mundo. Discursos como el de Marlaska, sin espacio para la sensibilidad, que no se preocupa de los muertos sino de si murieron dentro o fuera del territorio nacional, que minimiza las m¨¢s de cuatrocientas devoluciones en caliente, y que solo le interesa dejar claro que si hubo v¨ªctimas fue en el otro lado, no ayuda a la comprensi¨®n, a la paulatina configuraci¨®n de una cierta cultura del reconocimiento. Al contrario, no hace sino contribuir a la construcci¨®n de la figura del indeseable.
Nada es f¨¢cil en materia de inmigraci¨®n, obviamente tiene que ser ordenada y asumible. Pero no puede dejarse en manos de un discurso de deshumanizaci¨®n y de ninguneo de los indeseables, que solo puede ser fuente de odios y resentimientos. En ning¨²n momento del discurso de Marlaska los inmigrantes adquieren la condici¨®n de sujeto: lo ¨²nico importante es el lado de la raya en que se decidi¨® su suerte. Raz¨®n suficiente para que el presidente S¨¢nchez marque distancias con su intocable ministro, entregado a una resistencia numantina con un discurso con un solo registro: la defensa del comportamiento de las fuerzas de seguridad espa?olas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.