?Y si la ¡®ley trans¡¯ es otra lucha generacional?
La pol¨ªtica debe entender lo que la sociedad ya entiende en las casas de la mano de los j¨®venes. Las leyes no est¨¢n para resolver dilemas filos¨®ficos ni cuitas partidistas, sino para garantizar derechos concretos
Me cont¨® un amigo, muy orgulloso, la facilidad con que su hijo peque?o hab¨ªa asimilado que ten¨ªa un hermano transexual. ¡°Desde el primer d¨ªa ya pas¨® a llamarle por su nombre sentido y sin preguntar mucho m¨¢s¡±. En cambio, ¨¦l vio nacer a su ni?o en otro cuerpo y tuvo que adaptarse conscientemente a la realidad. Y quiz¨¢s haya en esa mirada de un chiquillo la inocencia colectiva que le falta al debate sobre la ley trans, e incluso, la hip¨®tesis de una cuesti¨®n generacional de fondo a la hora de entender sus implicaciones.
Lo se?al¨® el expresidente Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero poniendo como ejemplo su cambio de parecer al respecto. Las redes ardieron y la exvicepresidenta Carmen Calvo respondi¨® que era ¡°simple¡± reducir la disputa entre las feministas cl¨¢sicas y la corriente queer solo al criterio de edad, porque existen diferencias conceptuales profundas entre ambas a la hora de definir la identidad o el g¨¦nero. Prueba es que en el PSOE hay tambi¨¦n j¨®venes feministas radicales.
Sin embargo, en la sociedad hipermedi¨¢tica actual los debates no se ci?en a la puridad acad¨¦mica. Cualquier discusi¨®n cobra hoy una dimensi¨®n p¨²blica, donde los t¨¦rminos se mezclan y se definen tambi¨¦n a trav¨¦s de lo que la ciudadan¨ªa percibe de ese escaparate. La reflexi¨®n sobre la ley trans tambi¨¦n cae en un caldo de cultivo social que tiene su propio contexto pol¨ªtico, material y generacional.
De un lado, no parece casual que la voz cantante del socialismo est¨¦ en manos de Calvo o Amelia Valc¨¢rcel. Es decir, feministas veteranas que lucharon en una Espa?a donde lo tuvieron m¨¢s dif¨ªcil. Eso explicar¨ªa parte de su recelo extremo porque una comprensi¨®n relativa de la identidad emborrone las luchas conquistadas. Mucha de la actual legislaci¨®n bebe de su visi¨®n, donde la construcci¨®n de g¨¦nero es un elemento a combatir porque apuntala la fuerza del patriarcado en su imposici¨®n de roles sociales.
Aunque algunos planteamientos del feminismo cl¨¢sico corren riesgo de generar incomprensi¨®n entre muchos j¨®venes de la generaci¨®n actual. Es com¨²n en mi entorno de entre 20 y los 30 a?os preguntarse ¡°por qu¨¦ los derechos trans van a anular los propios¡±, ante esa hip¨®tesis de un presunto ¡°borrado de las mujeres¡±. Dentro de una misma cosmovisi¨®n progresista, no se percibe como un menoscabo o algo excluyente que cada uno ¡°elija¡± o determine libremente su condici¨®n. Se respeta al otro en su emancipaci¨®n o decisi¨®n individual.
As¨ª que la ¡°autodeterminaci¨®n de g¨¦nero¡± tal vez no es tan dif¨ªcil de entender en la actualidad como anta?o. En esencia, porque la lucha m¨¢s dura por el reconocimiento que vive una persona trans es frente al espejo. Fue evidente el d¨ªa en que sus padres no le pusieron a ella el precioso vestido de su hermana, sino uno de ni?o, como recuerda una amiga trans sobre su infancia. Ese encuentro con la verdadera identidad no siempre es inmediato, sino complejo, gradual, porque es un proceso de aceptaci¨®n vital, del entorno y personal.
Por todo, mi conocida se escandalizaba con la burda banalizaci¨®n en el debate p¨²blico sobre que uno va cambiando de identidad seg¨²n se despierta, cuando su mayor conquista fue antes de llegar al registro. Le resulta llamativo que una legislaci¨®n que afecta a un colectivo minoritario acabe pivotando sobre la pugna de si ha sufrido m¨¢s una mujer biol¨®gica por el patriarcado, que ella, seg¨²n dicen, porque anteriormente era f¨ªsicamente un var¨®n.
Sin embargo, no dar mayor foco en el PSOE a quienes vienen apoyando el fondo de la ¡°autodeterminaci¨®n de g¨¦nero¡± quiz¨¢s es la forma de parecer menos disruptivo ante cierto electorado. Es otra arista del cambio generacional. Ello ha sido utilizado para acusar de transfobia a los socialistas, desde figuras cercanas a Podemos y m¨¢s sectores, en el bucle de polarizaci¨®n que no admite matices. Pero la realidad es que no cuesta encontrar cuadros socialistas j¨®venes, y no tanto, que discrepan de sus mayores, como m¨ªnimo, en el tono.
Distinto es el plano acad¨¦mico. Una amiga de 35 a?os especialista en estudios de g¨¦nero critica que el feminismo que se consume hoy est¨¢ muy ¡°desideologizado¡±. Ella se considera de la rama cl¨¢sica, y opina que la corriente queer triunfa entre sus alumnas de la universidad por un relativismo conceptual ¡°simplificado, propio del mercado, muy vendible¡±, donde cada uno solo se preocupa a s¨ª mismo. Por eso, critica que no se tengan en cuenta las consecuencias que supone para la lucha colectiva de las mujeres. Teme que lo queer venga apoyado en la calle por quienes no han tenido tiempo de sufrir el patriarcado, como en la maternidad o el techo de cristal.
Sin embargo, las leyes no est¨¢n tanto para resolver dilemas filos¨®ficos, aunque beban de ellos, ni tampoco para resolver cuitas partidistas o generacionales. Las leyes sirven para garantizar derechos concretos y hacerlo con la mayor garant¨ªa jur¨ªdica: impedir que nadie haga un uso torticero, proteger al menor y a todo individuo. Y si la ley trans es generacional, prueba de la comprensi¨®n posible es ese padre capaz de acompa?ar la transici¨®n de un hijo. Si la sociedad lo entiende ya en su casa, tambi¨¦n lo deben entender la ley y la pol¨ªtica.
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