Cad¨¢veres exquisitos
Dentro de unos a?os, esta rara batalla contra la ¡®ley trans¡¯ ser¨¢ material de investigaci¨®n para historiadores y seguir¨¢ siendo el basti¨®n y la munici¨®n de quienes profesen la misma mirada patriarcal que abomina de otras conquistas sociales
El ¡°cad¨¢ver exquisito¡± (cadavre exquis) fue una pr¨¢ctica art¨ªstica y literaria que cultivaron los surrealistas a partir de la tercera d¨¦cada del siglo XX. Se trata de un juego en el que pueden participar diversas personas y que otorga al azar y a la imaginaci¨®n una relevancia ins¨®lita: versos e im¨¢genes en ocasiones de una originalidad infrecuente, en los que se mezclan las obsesiones y los deseos m¨¢s insospechados de los autores, que armonizaban realidades y fantas¨ªas. Es f¨¢cil encontrar ejemplos a trav¨¦s de internet. Algunos son maravillosos, a mi gusto.
Esta modalidad de transgresi¨®n fue, por entonces, rechazada y atacada por los esp¨ªritus menos vanguardistas o m¨¢s biempensantes de su tiempo, ignorada por las academias y marginada por quienes detentaban el poder del buen gusto decimon¨®nico. Con la perspectiva que nos concede la distancia de una centuria, hoy sabemos que estas y otras creaciones alumbradas en aquella ¨¦poca abrieron las puertas a un sinf¨ªn de pr¨¢cticas art¨ªsticas y literarias donde la libertad individual o colectiva fue, y sigue siendo, el motor y la inspiraci¨®n, a despecho de quienes siguen anclados en ret¨®ricas ancianas ¡ªque pueden coexistir con estas otras, obviamente, como bien sabemos¡ª.
Algunas personas consideran impl¨ªcitamente que el proyecto legislativo coloquialmente llamado ley trans ser¨ªa un magn¨ªfico ejemplo de ¡°cad¨¢ver exquisito¡±, en la medida en que mezcla identidades y cromosomas, esencias y construcciones, g¨¦neros e ideolog¨ªas. Una quimera del siglo XXI, m¨¢s o menos. Claro est¨¢ que muchas de dichas personas tambi¨¦n mezclan estos y otros conceptos a su antojo cuando exponen sus propuestas, parapetadas tras un escudo con cierto tinte apocal¨ªptico digno de mejor empe?o.
Por ejemplo, me sorprende que haya quien afirme que una ley como esta puede limitar la libertad de expresi¨®n, por razones obvias de orden constitucional. A ver: ?vivimos en un sistema democr¨¢tico o solo lo es cuando se aprueban leyes que nos gustan? Llama mi atenci¨®n que el concepto ¡°feminismo¡± se maneje en este contexto mediante el uso de un singular marm¨®reo que desatienda su pluralidad en las ¨²ltimas d¨¦cadas; tambi¨¦n que deje de ser feminismo para convertirse en ¡°creencia m¨ªstica¡±, nada menos, cuando alguien no se sienta c¨®modo: ?si Teresa de Jes¨²s levantara la cabeza! Doctoras tienen las Iglesias. Incluso las laicas.
Me aterroriza que el alarmante acoso escolar que sufren tantas ni?as y ni?os (y ni?es), dentro y fuera de nuestras aulas, sea silenciado a estas alturas: yo, que lo viv¨ª de ni?o, de joven y de adulto, s¨¦ de lo que hablo, sin ser trans. No quiero multiplicar exponencialmente mi infierno. Me basta a estas alturas leer tantas historias de vida y relatos autobiogr¨¢ficos trans, como se han publicado, para calibrarlo. Eso s¨ª, no suelen ser de la ¡°alta cultura¡± de la que algunos se nutren. Me inquieta que, en cambio, se destaquen modas pasajeras que impactan contra una pretendida inocencia infantil inmaculada, infantilizando, de paso, al conjunto de la sociedad, necesitada de sabios en sus torres de marfil.
Entristece que se rescaten las ¡°terapias de conversi¨®n¡±, de infausto recuerdo para tantos y tantas. He conocido a muchas personas que las han sufrido y no soy yo quien mejor describir¨¢ sus secuelas f¨ªsicas y psicol¨®gicas. Hay quien debiera de tener conocimiento de causa antes de proferir barbaridades como esta. ?En qu¨¦ universo terap¨¦utico se mueven cuando tercian sobre estos temas?
Y, bueno, cuando hablamos de discursos acient¨ªficos, conf¨ªo que el modelo m¨¦dico con el que se vertebra este argumentario anti-trans haya sido respaldado por organizaciones solventes y no por blogs de internet o por individuos necesitados de una cierta fama para mantenerse en candelero. Que no sea tampoco heredero del que se practic¨® durante el franquismo, pues parece que hay quien lo tiene muy interiorizado. Muchos de los nacidos antes de 1970, al menos, llevamos muy incorporado un discurso cient¨ªfico racista sin saberlo, por ejemplo. Restaurar el cerebelo da?ado es tarea delicada que conlleva tiempo y energ¨ªas.
Muy probablemente, dentro de unos a?os esta rara batalla ser¨¢ material de investigaci¨®n para historiadores y seguir¨¢ siendo el basti¨®n y la munici¨®n de quienes profesen la misma mirada patriarcal que abomina del derecho al divorcio, al aborto o al matrimonio, entre tantos otros. A d¨ªa de hoy, cabe admitirlo, determinados argumentos son id¨¦nticos a los que utilizaron quienes se han venido oponiendo a tantas conquistas sociales a lo largo de las ¨²ltimas d¨¦cadas en Espa?a y en el mundo.
Como bien refer¨ªa no hace mucho el titular de una entrevista publicada por este peri¨®dico: ¡°Nadie pierde derechos si las personas trans los ganan¡±. Se antoja una obviedad. Perm¨ªtanme, para acabar, que mi falso cad¨¢ver exquisito, casi cien a?os despu¨¦s de su invenci¨®n, sea la uni¨®n de este con el siguiente: ¡°Ley trans: 47 millones de afectados¡±. Sin duda: 47 millones de personas m¨¢s libres y m¨¢s tolerantes. Si es que as¨ª lo desean, pueden o se lo permite su fe.
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