La izquierda contra el Estado
Ser radicalmente progresista es hoy abrazar y defender el desmantelamiento de las estructuras del Estado en una curiosa coincidencia con los postulados del neoliberalismo m¨¢s salvaje
Ser radicalmente progresista es hoy abrazar y defender el desmantelamiento de las estructuras del Estado en una curiosa coincidencia con los postulados del neoliberalismo m¨¢s salvaje. No es por razones de mercado por lo que se defienden unas pol¨ªticas que van minando el ya erosionado Estado de bienestar en nombre de posicionamientos que se pretenden antisistema.
As¨ª las cosas, si ya viene siendo ...
Ser radicalmente progresista es hoy abrazar y defender el desmantelamiento de las estructuras del Estado en una curiosa coincidencia con los postulados del neoliberalismo m¨¢s salvaje. No es por razones de mercado por lo que se defienden unas pol¨ªticas que van minando el ya erosionado Estado de bienestar en nombre de posicionamientos que se pretenden antisistema.
As¨ª las cosas, si ya viene siendo deficitaria la atenci¨®n a las personas con discapacidad con una cr¨®nica falta de recursos y reivindicaciones largamente desatendidas de las familias, aparece el movimiento ¡°anticapacitista¡±, que reivindica que la discapacidad no es m¨¢s que una ¡°mera construcci¨®n social¡±. Si resulta que la salud mental tiene una p¨¦sima cobertura en el sistema sanitario y la mayor¨ªa de los pacientes se ven forzados a ir a la privada para encontrar tratamiento, la soluci¨®n est¨¢ en la antipsiquiatr¨ªa, en considerar que, al fin y al cabo, todos estamos m¨¢s o menos locos, as¨ª que en realidad no hace falta aumentar el presupuesto para curar lo que no son enfermedades. Si no hay forma alguna de acabar con la violencia contra las mujeres y los delitos sexuales, su avance parece imparable y la protecci¨®n a las v¨ªctimas adolece de una falta cr¨®nica de recursos, pues acusemos a las feministas de punitivas y saquemos a los violadores de las c¨¢rceles en nombre de una visi¨®n supuestamente progresista. Si la lucha contra la prostituci¨®n resulta compleja y nos parece imposible su abolici¨®n, pues inventemos a las ¡°trabajadoras sexuales¡±, la puta feliz de la que tanto habla Amelia Tiganus y, al ser voluntad de la v¨ªctima someterse al proxeneta, todo eso que nos ahorramos en intentar perseguir sus delitos. Y ya de paso, si son inmigrantes la mayor¨ªa de las que son explotadas por esta instituci¨®n de violencia, matemos dos p¨¢jaros de un tiro y defend¨¢mosla como salida laboral. Si hay mujeres en situaci¨®n de pobreza tan extrema que llegan a buscar una salida en los vientres de alquiler, disfrac¨¦moslo de altruismo y de derecho para colectivos todav¨ªa m¨¢s desfavorecidos que ellas: los ricos que no pueden procrear por s¨ª mismos. Si el radicalismo religioso atenaza la vida de miles de mujeres manteni¨¦ndolas encerradas, tambi¨¦n hablemos de respeto a la libertad de sometimiento. Y as¨ª podr¨ªamos seguir con numerosos ejemplos que demuestran que a esta izquierda m¨¢s le valdr¨ªa cambiarse el nombre y llamarse reacci¨®n neoliberal en toda regla.