Abolir la prostituci¨®n
La complejidad de la explotaci¨®n sexual desaf¨ªa iniciativas como las de Suecia o Francia, pero es indudable el efecto pedag¨®gico de las mismas; Espa?a debe seguir esta v¨ªa y superar el argumento falaz de la libertad individual de las v¨ªctimas
Decir que la prostituci¨®n representa uno de los fundamentos principales de las sociedades patriarcales no es una simple frase hecha. En cambio, proponer su institucionalizaci¨®n s¨ª es en mayor medida un ejercicio de ret¨®rica, habida cuenta que se trata de una actividad hasta tal punto normalizada en nuestra realidad inmediata, que personajes de nuestra cultura y tiempo como populares letristas, premios Nobel de literatura u oscarizados cineastas que se han proclamado progresistas y que gozan de reconocimiento como tales han incorporado la prostituci¨®n de forma acr¨ªtica a sus narrativas. Incluso ocupantes de la Jefatura del Estado, jur¨ªdicamente flotantes por encima de la ciudadan¨ªa, han visto c¨®mo su gusto por el consumo de mujeres pod¨ªa llegar a convertirse en fuente de identificaci¨®n del pueblo por v¨ªa de la compartici¨®n con este de placeres mundanos, asociando a esta virtud t¨¦rminos muy consolidados en el inventario cultural del pa¨ªs como el de ¡°campechan¨ªa¡±.
Estamos ante un problema global que se manifiesta en la vida cotidiana de acuerdo a una serie de particularidades locales, un aspecto distintivo de la modernidad actual que ha sido extensamente desarrollado por intelectuales como Zygmunt Bauman. La localidad no es aqu¨ª entendida como unidad administrativa, sino como espacio normativamente configurado que encierra la aplicaci¨®n de pol¨ªticas formales territorialmente delimitadas (locales, auton¨®micas, estatales) junto a las que coexisten pol¨ªticas emocionales con capacidad de trascender esos mismos per¨ªmetros formales. Si bien en una sociedad red interconectada como la actual, asistimos a un fen¨®meno de emancipaci¨®n de las pol¨ªticas emocionales respecto a las formales, habida cuenta que las primeras escapan a la continuidad territorial que imponen las segundas, como sucede por ejemplo con la cultura que se va asentando conforme se esquivan masivamente las legislaciones nacionales para ver f¨²tbol gratis por internet, en el caso de la prostituci¨®n esta relaci¨®n entre pol¨ªticas es todav¨ªa interdependiente por depender su consumaci¨®n del acceso carnal al cuerpo de una mujer.
As¨ª pues, la aplicaci¨®n de una perspectiva comparada es complicada, dado que la prostituci¨®n representa una forma de explotaci¨®n muy heterog¨¦nea y situada sobre niveles de concreci¨®n muy variables. Por ello se analiza integrada en un sistema, distingui¨¦ndose cuatro modelos: prohibicionista, abolicionista, neoabolicionista y reglamentarista.
En la vecina Francia, la ley abolicionista del 13 de abril de 2016 sanciona el consumo, el proxenetismo y la tercer¨ªa locativa (el que proporciona el lugar donde se produce), reconociendo a las mujeres prostituidas como v¨ªctimas, frente a una realidad rica en matices: en Lyon las mujeres se prostitu¨ªan en las calles del barrio de Perrache y en furgonetas estacionadas en avenidas que conectan barrios perif¨¦ricos, mientras que en Estrasburgo ejerc¨ªan en el lado franc¨¦s de la frontera, pero se proteg¨ªan de multas residiendo en el alem¨¢n. Paralelamente, el acceso a Espa?a por La Jonquera favorec¨ªa (y sigue favoreciendo) el turismo sexual en grupos fundamentalmente de j¨®venes. Una primera evaluaci¨®n de diciembre de 2019 reconoce una reducci¨®n de la prostituci¨®n de calle, un desplazamiento ocasional de esta fuera del cintur¨®n de la ciudad (como es el caso de Lyon) y una puesta en contacto entre consumidores y mujeres prostituidas que se ha trasladado a internet. Dicho informe reconoce igualmente una invisibilizaci¨®n creciente del fen¨®meno.
Suecia fue el primer Estado en aplicar el sistema abolicionista con la Ley Sexk?pslag de 1999. Esta fue el resultado de un largo proceso de m¨¢s de 20 a?os de investigaciones, comisiones parlamentarias y presiones del movimiento feminista, y tuvo mucho que ver con que una gran parte del Parlamento sueco estuviera compuesto en ese momento por mujeres. Como se?ala la experta Gunilla Ekberg, Suecia considera que la prostituci¨®n es inaceptable en una sociedad igualitaria y que no solo es da?ina para las personas que la ejercen, sino para todas las mujeres, al perpetuarlas como objetos sexuales que pueden ser compradas y usadas para la gratificaci¨®n sexual de los hombres.
La ley sueca no solo ha cumplido una funci¨®n normativa, sino tambi¨¦n educativa y pedag¨®gica, pues no solo se apoya en las sanciones, sino que tambi¨¦n se despliega asistencialmente, al servicio tanto de mujeres prostituidas como de prostituidores. Como en Francia, la evaluaci¨®n de su impacto es complicada: datos oficiales subrayan una disminuci¨®n de la prostituci¨®n sobre todo de calle, as¨ª como del n¨²mero de personas tratadas con fines de explotaci¨®n sexual, por las dificultades con las que se encuentran proxenetas y tratantes para establecerse en el pa¨ªs. Por su parte, el ¨¦xito de su vocaci¨®n pedag¨®gica es del todo n¨ªtido: m¨¢s de un 70% de la ciudadan¨ªa apoya la ley.
La ley abolicionista sueca ha servido de modelo no solo a Francia, previamente tambi¨¦n a Noruega (2009), pa¨ªs que ha a?adido sanciones a nacionales que incurrieran en la pr¨¢ctica de turismo sexual en el extranjero, Islandia (2010) o Irlanda del Norte (2015). Conviene no confundirlo con el sistema neoabolicionista, el cual no proh¨ªbe la prostituci¨®n ni su consumo, pero s¨ª la existencia de burdeles y el proxenetismo: se descriminaliza la prostituci¨®n, siempre que no se ejerza de manera organizada o se obtenga lucro de la ejercida por otras personas. Algunos de los pa¨ªses que se encuentran en esta modalidad son Italia, B¨¦lgica, Rep¨²blica Checa, Portugal, Luxemburgo, Dinamarca, Estonia o Finlandia.
Finalmente, el sistema reglamentarista justifica su vocaci¨®n por la consideraci¨®n de la prostituci¨®n como hecho inevitable. Presenta dos vertientes. Una higienista, que se justifica en la necesidad de control de los peligros que se le atribuyen, y que se despliega a su vez en dos direcciones, una m¨¦dica y otra policial. Se trata de un modelo que tiene a¨²n vigencia en Grecia. Y otra legalista que se enmarca en el despliegue de la ideolog¨ªa neoliberal propio de los a?os noventa y que defiende que la prostituci¨®n se pueda realizar de manera voluntaria, por lo que propone una reglamentaci¨®n laboral. Su modelo paradigm¨¢tico es Holanda, pa¨ªs que lo aplica desde el a?o 2000. La evaluaci¨®n de su impacto es controvertida: incremento en la industria del sexo y en la violencia contra las mujeres, sin observarse mejoras en sus condiciones (incluso se mantienen los asesinatos); las mujeres cobran menos y siguen dependiendo de proxenetas; ha aumentado el uso de sedantes entre las mujeres prostituidas y su bienestar emocional es menor que en 2001; siguen existiendo v¨ªctimas menores de edad y trata; en su mayor¨ªa las mujeres prostituidas son extranjeras sin permiso de residencia, que operan de manera clandestina. Otros pa¨ªses que disponen de esta regulaci¨®n son Suiza, Austria o Alemania.
Volviendo a Espa?a, el nuestro es tambi¨¦n en este sentido un pa¨ªs especial, pues a diferencia de la mayor parte de democracias de nuestro entorno, el debate comienza instal¨¢ndose sobre una de las principales v¨ªas de liberaci¨®n de la sociedad civil durante la Transici¨®n, la de la sexualidad. Entre el ansia de libertad dentro de nuestras fronteras y el nuevo encaje del pa¨ªs en un marco internacional contaminado por el relato del triunfo de la libertad en los estertores de la Guerra Fr¨ªa, los ochenta se plantean en Espa?a como un per¨ªodo muy complejo en el que se entremezclan y confunden nociones de libertad en ocasiones sobre planos muy distantes entre s¨ª. El encapsulamiento como mito de toda la d¨¦cada tampoco facilita una lectura retrospectiva. Pero precisamente por ello, no deber¨ªa resultarnos tan parad¨®jico que hoy d¨ªa haya quien invoque aquellas libertades que se asocian a la d¨¦cada de los ochenta, algunas pretendidamente neutrales en lo pol¨ªtico, para oponerse a las transformaciones en favor de la igualdad frente a las que deber¨ªa sucumbir toda sociedad democr¨¢tica 40 a?os m¨¢s madura. En tiempos de despliegue global del neoliberalismo, es fundamental que los Estados construyan barreras legislativas a su inercia para diluirse en descargos sobre la ciudadan¨ªa tomando a la libertad como excusa, los cuales solo pueden desembocar en asunciones tan peregrinas como que somos libres de ser pobres, de aceptar un trabajo precario o de ser objeto de la explotaci¨®n sexual.
El estatus de v¨ªctima no es ni puede aspirar a ser de libre elecci¨®n. Por ello, consideramos que la m¨¢s urgente de estas barreras legislativas es la abolici¨®n de la prostituci¨®n en nuestro pa¨ªs.
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