Todas las Nochebuenas
La diferencia entre una Navidad y otra, la diferencia entre tener 10 a?os y 20, la diferencia entre creer de verdad y creer porque no queda m¨¢s remedio, que es la diferencia entre las cosas que van a pasar en cualquier momento y las que est¨¢n pasando ahora
Luca pide mollejitas de primero, chulet¨®n de segundo y cocacola en un restaurante argentino, porque ayer Argentina gan¨® un Mundial y ¨¦l tiene apellido italiano de Buenos Aires, si eso es posible, y en mitad de la comida saca su m¨®vil y ense?a una foto, que es una foto de la misma comida hace un a?o en un restaurante alem¨¢n. Entonces empieza esta columna. Porque Luca, que tiene 13, hace un a?o s¨®lo era un ni?o. No hace un a?o, sino hace unos meses. Quiz¨¢ hace unos d¨ªas. Pero hubo un momento muy violento del que quiz¨¢s ¨¦l no fue consciente en que Luca se despert¨® y ya era un adolescente, y me dan ganas de decirle que de eso va la vida: de cuando dejamos de ser ni?os, de c¨®mo al principio intentamos volver a toda costa, en seguir creyendo en las cosas en que cre¨ªamos, y pasamos unos a?os tristes y confusos hasta que nos rendimos y renunciamos a seguir saltando, felices, encima de los charcos. Ser adulto ya es pisarlos sin querer, y disgustarse.
Como con Jacobo y varios amigos m¨¢s al d¨ªa siguiente (Jacobo prepara arroz con zorzales y pichones, que corto en rodajas perfectas y de ah¨ª el ¨¦xito del arroz), y me toca Eva al lado de la mesa. Eva, madre de cuatro hijos (tres chicas y un chico), tiene una teor¨ªa: las ni?as acompasan mejor la cabeza y el cuerpo cuando est¨¢n creciendo, los ni?os no. Los ni?os se encuentran de repente una ma?ana cualquiera con las manos grandes, las piernas largas, la nariz y las orejas de adulto, quiz¨¢ bigote, y su cabeza sigue siendo la de un ni?o: manejan el cuerpo como un tipo conduce un deportivo sin tener el carn¨¦, chocan con los marcos de las puertas, se ven rid¨ªculos comprando gominolas y jugando al escondite con el cuerpo de un se?or. ¡°Su adolescencia¡±, resume Eva con humor a mi juicio demasiado afilado, ¡°dura desde los 12 hasta los 31 a?os; la de las chicas, de los 12 a los 18¡å.
Pienso en mi hijo, que tiene 10 y est¨¢ en capilla. ¡°Yo tambi¨¦n tengo mis derechos¡±, dijo a su madre cuando ella le amenaz¨® con castigarlo sin hacer un viaje. Ese ni?o que sospecha que tiene sus derechos, pero no acierta a¨²n a saber cu¨¢les son, est¨¢ en la v¨ªspera de dejar de ser ni?o. Probablemente haya escuchado ya algo sobre los Reyes Magos, quiz¨¢ est¨¦ prorrogando voluntariamente el estado de ingenuidad, ese que a duras penas quieren establecer para s¨ª mismos los adultos para no responsabilizarse de algo. Pero su inteligencia no ha contado con su cuerpo, que est¨¢ empezando a estirarse de tal forma que a veces, como dec¨ªa Umbral de su hijo, se le escucha crecer. Y aunque ¨¦l no lo sepa, nosotros s¨ª. Y lo vemos cada d¨ªa, cada hora, abandonando definitivamente algo que todav¨ªa no sabe lo valioso que es, y que perseguir¨¢ el resto de su vida: el momento en el que no te despierta la alarma ni tu jefe, sino tus abuelos. El momento en el que dejas de so?ar no porque haya salido el sol, sino porque va a salir. La diferencia entre una Navidad y otra, la diferencia entre tener 10 a?os y 20, la diferencia entre creer de verdad y creer porque no queda m¨¢s remedio, que es la misma diferencia entre las cosas que van a pasar en cualquier momento y las cosas que est¨¢n pasando ahora. Por eso crecer es una traici¨®n, por eso me gusta pensar que parir viene de parto, que es marchar, y por eso no hay mejor sue?o que el sue?o en brazos de tu madre. Y hay un instante, de un d¨ªa a otro, y siempre demasiado pronto, en que esas madres ya no pueden levantarte, y tienes que levantarte solo.
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