Tiempo de Navidad, tiempo de coser los rotos
En estos d¨ªas en los que tan f¨¢cil resulta volver a la infancia es cuando se descubren los desgarros a los que obliga la vida
En el Evangelio de san Lucas se cuenta que Jos¨¦ y Mar¨ªa subieron de Nazaret a Bel¨¦n para empadronarse. Obedec¨ªan a un edicto del emperador C¨¦sar Augusto que aplic¨® en Siria el gobernador Cirino. Mar¨ªa estaba embarazada y, cuando llegaron all¨ª, ¡°se le cumplieron los d¨ªas del alumbramiento, y dio a luz a su primog¨¦nito, lo envolvi¨® en pa?ales y lo acost¨® en un pesebre, porque no hab¨ªa sitio para ellos en la posada¡±. El ?ngel del Se?or se ocup¨® enseguida de avisar a unos pastores que dorm¨ªan al raso en las cercan¨ªas y que hac¨ªan turnos para vigilar al reba?o. Les anunci¨® que les acababa de nacer un salvador y que lo reconocer¨ªan porque sus padres ten¨ªan a la criatura con pa?ales en un pesebre. Se produjo inmediatamente despu¨¦s un poco de barullo porque vino una ¡°multitud celestial¡± a colocarse junto al ¨¢ngel y alabar a Dios. Los pastores fueron a Bel¨¦n, encontraron al ni?o, hablaron de lo que les hab¨ªa ocurrido y cuantos los escuchaban quedaban maravillados. Y as¨ª empez¨® m¨¢s o menos todo, seg¨²n una de las versiones.
Hay otras. En la del Evangelio seg¨²n san Mateo se habla, en cambio, de unos magos de Oriente que llegaron a Bel¨¦n para adorar a ese ¡°rey de los jud¨ªos¡± que acababa de nacer. En esta versi¨®n se explica que era Herodes quien reinaba en Judea. Le llegaron noticias de lo que hab¨ªa ocurrido y no le gustaron, as¨ª que envi¨® a que mataran a todos los ni?os de Bel¨¦n y de la comarca entera. El ¨¢ngel del Se?or intervino con premura y se meti¨® en un sue?o de Jos¨¦ para avisarle del riesgo que corr¨ªa el peque?o. ¡°Huye a Egipto¡±, le dijo. Lo hizo, y lo salv¨®.
Son d¨ªas estos en que se recuerda y se celebra el nacimiento de Jes¨²s, y menos mal que no se acude mucho a las fuentes, porque es f¨¢cil hacerse un l¨ªo y es complicado entender c¨®mo ocurr¨ªan entonces las cosas. Nada se sabe del ?ngel del Se?or en el siglo XXI, nadie conoce su aspecto, y tampoco ha habido noticias de esa ¡°multitud celestial¡± que lo suele acompa?ar en algunas ocasiones especiales para alabar a Dios. Hay mucha gente, de hecho, que desde el siglo XIX ha dado incluso por muerto a Dios. Otros, en esa misma ¨¦poca, se afanaron en cambio en estudiar al personaje hist¨®rico, al Jes¨²s de carne y hueso que creci¨® en Nazaret. Uno de ellos fue el historiador Ernest Renan. Fue el responsable de una misi¨®n cient¨ªfica que explor¨® en 1860 y 1861 la zona donde vivi¨® Jes¨²s. Habla con asombro de Nazaret, de ese ¡°conglomerado de casas edificadas sin estilo¡± que presentan un ¡°aspecto seco y pobre¡±. De los alrededores escribe que ¡°son deliciosos¡± y afirma que ¡°ning¨²n otro lugar del mundo fue tan propicio para ensue?os de felicidad absoluta¡±.
A cuantos hemos vivido en Occidente nos llevan desde hace siglos cocinando en una cazuela a fuego lento con los ingredientes de estas historias de Jes¨²s. Forman casi parte de un paisaje interior y por eso todo el mundo se acuerda de las Navidades de su infancia. Luego, claro, vas creciendo. Y comienzan los desgarros. Estos d¨ªas tienen a veces algo que ver con el af¨¢n de intentar coser esos rotos que se van arrastrando de cualquier manera, o por lo menos de hacerles alg¨²n apa?o. Que tengan suerte, que les vaya bien en estos festejos. El ¨¢ngel del Se?or est¨¢ desaparecido y corren tiempos dif¨ªciles.
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