Los secretos que se lleva a la tumba Benedicto XVI
Ratzinger neg¨® que el esc¨¢ndalo ¡®Vatileaks¡¯ tuviera nada que ver en su renuncia. La explicaci¨®n ser¨ªa convincente de no ser por los muchos a?os que ha sido capaz de sobrevivir despu¨¦s
Benedicto XVI pasar¨¢ a la historia no solo por haber dimitido de un cargo hasta entonces vitalicio, sino por haber dado vida a la figura del papa em¨¦rito, que es en realidad el que hereda esa condici¨®n. Ha sentado un precedente ¡ªuna suerte de jubilaci¨®n voluntaria¡ª que puede mantenerse o no, dependiendo de lo que decidan sus sucesores. Su renuncia, un acto de libertad total, pr¨¢cticamente sin precedentes si exceptuamos el cese de Celestino V en el siglo XIII, es un hecho tan sobresaliente que dominar¨¢ para siempre su notable biograf¨ªa eclesi¨¢stica.
Sus 24 a?os al frente de la Congregaci¨®n para la Doctrina de la Fe, disciplinando a te¨®logos rebeldes y defendiendo la pureza del dogma; su apuesta por la liturgia tradicional y su convicci¨®n de que el misterio religioso reclama cierta magnificencia est¨¦tica; sus m¨²ltiples escritos, incluidos los tres tomos sobre la infancia de Jes¨²s que fueron ¨¦xito de ventas; sus enc¨ªclicas, exhortaciones motu proprio y discursos pronunciados en su pontificado que atestiguan su condici¨®n de gran intelectual¡ Un solo hecho, su renuncia, se impone sobre los dem¨¢s. Joseph Ratzinger la justific¨® aludiendo a los achaques de la edad. Le faltaban las fuerzas para seguir llevando el tim¨®n de la Iglesia. Ya hab¨ªa cumplido los 78 a?os cuando fue elegido papa el 19 de abril de 2005, y acababan de instalarle un marcapasos. El suyo iba a ser un pontificado de transici¨®n. Pero nadie imagin¨® que su duraci¨®n, apenas ocho a?os, fuera a marcarla el interesado y no los designios del Alt¨ªsimo.
Muchos entendieron su renuncia como una decisi¨®n l¨®gica ante la permanente rebeld¨ªa de la curia que le hab¨ªa dejado en rid¨ªculo con el esc¨¢ndalo Vatileaks. Recordar¨¢n que un mayordomo papal se dedic¨® a robar y hacer p¨²blicas cartas y otros materiales confidenciales del pont¨ªfice. Pero Ratzinger neg¨® a su bi¨®grafo oficial, Peter Seewald, dos semanas antes de anunciar su marcha, que aquel esc¨¢ndalo tuviera nada que ver en su decisi¨®n. Simplemente, se sent¨ªa sin fuerzas. La explicaci¨®n era convincente y el tema hubiera quedado zanjado de no ser por los muchos a?os que Benedicto, que acaba de morir con 95 a?os, ha sido capaz de sobrevivir. De hecho, su etapa de em¨¦rito ha sido m¨¢s larga que su pontificado. Y ese detalle viene a reabrir la cuesti¨®n. ?Qu¨¦ le decidi¨® realmente a hacerse a un lado para permitir que un nuevo c¨®nclave eligiera al arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, como su sucesor? Si entonces se sent¨ªa incapaz de dirigir la Iglesia, hay que preguntarse si no era aventurado ya postularse como pont¨ªfice a los 78 a?os cumplidos. Y Ratzinger lo hizo. Mantuvo un papel muy activo durante las exequias de Juan Pablo II y en el posterior c¨®nclave, hasta el punto de convertirse en la m¨¢s s¨®lida promesa de regeneraci¨®n de una Iglesia carcomida por los esc¨¢ndalos. ?Se trataba de preservar a toda costa el legado y la memoria de su antecesor, ante el estallido inminente de los casos de abusos sexuales que han sacudido a la Iglesia? ?Le empujaron los esc¨¢ndalos enormemente publicitados a abandonar precipitadamente el palacio apost¨®lico? Probablemente nunca lo sabremos. Su muerte deja espacio al papa Francisco, eso s¨ª, para plantearse una posible retirada a la que ya ha aludido alguna vez. Dos papas em¨¦ritos a la vez hubieran sido demasiado.
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