Empat¨ªa, atenci¨®n y m¨¢quina
El algoritmo tiene libertad de mostrarle contenido de fuentes que no haya elegido. Es la inteligencia artificial la que decide qu¨¦ asuntos van a captar nuestra atenci¨®n de forma m¨¢s efectiva
La guerra es el arte del enga?o. Eso dice el manual de estrategia m¨¢s antiguo y difundido de la historia. El arte de la guerra, atribuido al general Sun Tzu, se emplea para casi todo, especialmente en el mundo empresarial. ?Podr¨ªamos aplicarlo tambi¨¦n a la lucha por captar la atenci¨®n? Desde que las mal llamadas redes sociales pueblan nuestras vidas, la forma en la que entendemos la popularidad ha cambiado. Ya no hay famosos, ...
La guerra es el arte del enga?o. Eso dice el manual de estrategia m¨¢s antiguo y difundido de la historia. El arte de la guerra, atribuido al general Sun Tzu, se emplea para casi todo, especialmente en el mundo empresarial. ?Podr¨ªamos aplicarlo tambi¨¦n a la lucha por captar la atenci¨®n? Desde que las mal llamadas redes sociales pueblan nuestras vidas, la forma en la que entendemos la popularidad ha cambiado. Ya no hay famosos, hay influencers. A un o una influencer no se le distingue solo por su n¨²mero de seguidores, sino tambi¨¦n por lo que muestra. La mayor¨ªa de los mortales ofrecemos lo extraordinario, mientras los influencers pueblan sus perfiles con lo m¨¢s mundano, incluso con sus desgracias. Sin embargo, las desgracias son relativas. La pareja m¨¢s influyente del momento, los duques de Sussex, muestra el desasosiego que les oblig¨® a escapar primero del palacio de Buckingham y despu¨¦s de Canad¨¢ en un avi¨®n privado en el que hasta su mascota dorm¨ªa en cama. Meghan y Harry aterrizaron en la mansi¨®n californiana de un benefactor. El multimillonario Tyler Perry se conmovi¨® ante su suerte sin conocerlos personalmente. Perry se reflejaba en la figura de Meghan. ?l tambi¨¦n hab¨ªa triunfado en un mundo que le resultaba ajeno. La empat¨ªa funciona as¨ª.
Nos identificamos con quien m¨¢s se nos parece, especialmente si conocemos su rostro con precisi¨®n. No se puede empatizar con una estad¨ªstica o con un n¨²mero, como el de los miles de personas que mueren cada a?o migrando para llegar a Europa o Estados Unidos.
La empat¨ªa es una emoci¨®n imprescindible, pero como todas las emociones, peligrosa, injusta y manipulable. Un ejemplo reciente y terrible lo encontramos en el trato de preferencia que han recibido en la prensa y en el coraz¨®n de los europeos los refugiados ucranios frente a los sirios o afganos. Aunque tambi¨¦n ellos vayan perdiendo protagonismo a medida que nuestra atenci¨®n decrece por la duraci¨®n de la guerra.
Hay gente tan poderosa que no necesita empat¨ªa (aunque s¨ª atenci¨®n). Cuando Jeff Bezos vol¨® al espacio, sali¨® euf¨®rico de su nave y dio las gracias a los empleados y clientes de Amazon que hab¨ªamos pagado por su experiencia. Imagino que fue un acto sincero, pero son¨® ir¨®nico. Se desconocen las cifras exactas de lo que cost¨® esta aventura espacial. Se sabe que un millonario pag¨® 28 millones de d¨®lares por un puesto en el Blue Origin al que finalmente renunci¨® por problemas de agenda. Haga su c¨¢lculo.
El manual chino dictamina que para ganar hay que conocerse a uno mismo y conocer tambi¨¦n al enemigo. La primera parte puede ser m¨¢s o menos laboriosa, pero suena abarcable. La segunda ya es m¨¢s complicada. En la lucha por el bien m¨¢s lucrativo del momento, ?c¨®mo se llega a conocer a la opini¨®n p¨²blica? ?Es incluso la opini¨®n p¨²blica a quien hay que conocer? Pensar en seres humanos es una forma trasnochada de entender qui¨¦n hay detr¨¢s de eso que llamamos atenci¨®n. En un mundo tiktoquizado, ?qui¨¦n selecciona el contenido que se ofrece a los usuarios? ?Una editora? ?Un editor? ?Un ser humano? No, la m¨¢quina.
El algoritmo decide qu¨¦ vemos en nuestra pantalla y cu¨¢ndo. Adem¨¢s, desde que TikTok se llev¨® al p¨²blico m¨¢s joven las reglas han cambiado sustancialmente. Si usted pertenece a una generaci¨®n cercana a la m¨ªa puede que no tenga cuenta en esta red, pero probablemente s¨ª la tiene en Facebook, Instagram o Twitter. All¨ª tambi¨¦n han cambiado las reglas. Antes se generaba contenido que le interesase al lector o al usuario, incluso, all¨¢ por los inicios de Facebook o Twitter, public¨¢bamos para las personas a las que conoc¨ªamos. Ahora, a pesar de la gente a la que usted siga o que le siga, el algoritmo tiene libertad de mostrarle contenido de fuentes que no haya elegido. La inteligencia artificial, verdadera ganadora en esta empresa, decide qu¨¦ contenido va a captar nuestra atenci¨®n de forma m¨¢s efectiva. Entonces, siguiendo a Sun Tzu, conocer al enemigo supondr¨ªa conocer a la m¨¢quina, adaptar nuestro contenido no para nadie, sino para el programa. ?Qu¨¦ le gusta al algoritmo? ?C¨®mo va a elegir mi contenido?
Primero desaparecieron los textos, luego las im¨¢genes fijas y ahora lo que nos queda son los v¨ªdeos que secuestran la atenci¨®n en segundos. De unos segundos pasamos a minutos y de minutos a horas, y as¨ª hasta llegar a las dos horas y media que seg¨²n un estudio de Global Web Index el a?o pasado invertimos diariamente en las redes. Las consecuencias que tienen estas adicciones en la salud mental solo empiezan a vislumbrarse. Seg¨²n el ¨²ltimo libro de Johan Hari, El valor de la atenci¨®n, un trabajador medio solo es capaz de concentrarse en una tarea durante tres minutos. Si usted ha le¨ªdo este texto del tir¨®n, ya estar¨ªa bien por encima de la media. Enhorabuena. Aprovechando este ¨¦xito, voy a retirarme. Solo quien es victorioso en el templo de los c¨®mputos saldr¨¢ victorioso en la batalla, dice Sun Tzu, y la lucha contra la m¨¢quina me queda excesivamente grande.