Malabarismos
Aunque el nombre de Ratzinger parece el de un interior del Bayern de M¨²nich, en realidad fue un te¨®logo que en medio de los lobos voraces hizo de Dios, como Pel¨¦, un juego de la imaginaci¨®n
Se acaban de ir a la tumba el expapa Joseph Ratzinger y el rey Pel¨¦ con las pompas f¨²nebres respectivas a cargo de sus propios fieles, puesto que ambos hab¨ªan sido sumos pont¨ªfices, cada uno de una distinta religi¨®n. Uno fue te¨®logo y el otro un mago ...
Se acaban de ir a la tumba el expapa Joseph Ratzinger y el rey Pel¨¦ con las pompas f¨²nebres respectivas a cargo de sus propios fieles, puesto que ambos hab¨ªan sido sumos pont¨ªfices, cada uno de una distinta religi¨®n. Uno fue te¨®logo y el otro un mago con el bal¨®n. Para Jorge Luis Borges, la teolog¨ªa pertenece al g¨¦nero de la literatura fant¨¢stica. En este sentido, puede que no haya habido literato capaz de manejar la ciencia ficci¨®n con tanto rigor como Joseph Ratzinger, un sofista superdotado, que hizo con la fe y la raz¨®n los mismos malabarismos que Pel¨¦ realizaba con la pelota. Su jugada maestra se produjo cuando con zapatos rojos de Prada pis¨® sin mancharlos el campo de exterminio de Auschwitz y formul¨® la pregunta: ?d¨®nde estabas, Se?or, cuando suced¨ªa esto? Sab¨ªa de sobra que no obtendr¨ªa respuesta alguna. No la hay. Los sofistas griegos ten¨ªan una inteligencia muy creativa. A partir de un principio falso eran capaces de elaborar una construcci¨®n l¨®gica prodigiosa, llena de quiebros sutiles entre el s¨ª y el no, con lo que siempre encontraban un resquicio sorprendente para evadirse de los arcanos m¨¢s oscuros. Se dice que si los te¨®logos supieran con absoluta certeza que Dios no existe, seguir¨ªan produciendo teolog¨ªa como quien se entretiene envolviendo a Dios en un infinito encaje de bolillos. El futbol es hoy otra religi¨®n. Cientos de millones de fieles han cambiado el templo por el estadio donde se practica el oficio lit¨²rgico de implorar en cada partido el favor del bal¨®n, su ¨²nico dios verdadero. Como sumo sacerdote de esta religi¨®n, Pel¨¦ introduc¨ªa a ese dios en su cerebro y le bastaba con una leve flexi¨®n de cadera para sacarlo por la parte m¨¢s inesperada del cuerpo. Aunque el nombre de Ratzinger parece el de un interior del Bayern de M¨²nich, en realidad fue un te¨®logo que en medio de los lobos voraces hizo de Dios, como Pel¨¦, un juego de la imaginaci¨®n.