Enmarcando el campo de batalla
Que abandonen toda esperanza quienes todav¨ªa conf¨ªan en una presentaci¨®n m¨¢s o menos racional de las propuestas electorales de los dos grandes partidos
La disputa sobre el aborto en la Comunidad de Castilla y Le¨®n fue algo m¨¢s que una an¨¦cdota; muestra a las claras cu¨¢l va a ser a partir de ahora la estrategia de Vox cara a toda la serie de elecciones a la vista. Primero, que este partido no desea convertirse en el tonto ¨²til del PP; es decir, recoger votos de los m¨¢s radicales de la derecha para entreg¨¢rselos despu¨¦s al partido de Feij¨®o sin imponerle condiciones onerosas. En segundo lugar, que su campa?a se montar¨¢ sobre ¡°guerras culturales¡±, aunque m¨¢s propiamente habr¨ªa que calificarlas de ¡°guerras identitarias¡±. Como al otro polo de la izquierda le pierde tambi¨¦n este tipo de cuestiones, vamos a seguir con el raca-raca de la pol¨ªtica abortista, la cuesti¨®n de los trans, o cu¨¢l sea el feminismo ¡°verdadero¡±. Esto se suma, como es obvio, a nuestra familiar disputa territorial, la cuesti¨®n de las esencias patrias. Lo que nos espera, pues, es mucha, demasiada, metaf¨ªsica: qui¨¦n representa mejor el ¡°ser¡± de alguien; cu¨¢les son las aut¨¦nticas posiciones moralmente correctas. La din¨¢mica entre lo woke y anti-woke t¨ªpica de la polarizaci¨®n estadounidense ya la hemos hecho nuestra. La verdad es que da mucha pereza.
Que ah¨ª sea donde se sienten c¨®modos los extremos es algo hasta l¨®gico y natural; lo malo es que va a salpicar a todos los dem¨¢s. A la vista de la euf¨®rica reacci¨®n del PSOE ante el espectacular resbal¨®n de Ma?ueco, queda claro que su principal arma para promover la movilizaci¨®n de la izquierda es agitar el fantasma de un gobierno de coalici¨®n entre PP y Vox. El se?uelo de los conservadores puesto en pr¨¢ctica casi desde los inicios de esta legislatura es id¨¦ntico: si votas PSOE tienes que tragarte a todos sus comparsas, los Podemos, Bildu, ERC, etc. Como se puede observar, la competencia entre los dos grandes partidos no se va a dilucidar a partir de sus m¨¦ritos respectivos, sino por la animadversi¨®n hacia las potenciales ¡°compa?¨ªas necesarias¡± de cada cual. Que abandonen toda esperanza quienes todav¨ªa conf¨ªan en una presentaci¨®n m¨¢s o menos racional de las propuestas electorales de estos partidos; bajo las condiciones de la econom¨ªa de la atenci¨®n lo que acabar¨¢ quedando en la retina del ciudadano com¨²n es el choque entre los odios respectivos; las pasiones negativas por encima de las consideraciones racionales. Los extremos marcar¨¢n la agenda de la campa?a. O no. Depender¨¢ del grado de autoestima que a¨²n les quede a los dos grandes partidos. Despu¨¦s de cada elecci¨®n pactar¨¢n con quien se preste a ello, la cuesti¨®n es cu¨¢l es la distancia que est¨¦n dispuestos a asumir respecto de sus extremos m¨¢s d¨ªscolos durante la campa?a, si bajar¨¢n a hacerles eco o, por el contrario, buscar¨¢n un perfil propio alejado del ruido y la demagogia.
Latour atribu¨ªa a Durkheim esa magn¨ªfica frase ilustrada de ¡°sin racionalismo no hay rep¨²blica francesa¡±; los valores de la rep¨²blica ¨Dde la democracia habr¨ªa que decir¨D, exigen un enfrentamiento montado sobre la discusi¨®n racional, no sobre disputas metaf¨ªsicas. M¨¢s que por sus ¨¦xitos electorales, que tambi¨¦n, el vigor de los populismos se ha manifestado por su capacidad para contaminar todo el discurso pol¨ªtico y por haber convertido la exigencia schmittiana del enfrentamiento existencial entre el nosotros y ellos en el principal punto de referencia para la autoubicaci¨®n pol¨ªtica. Los resultados est¨¢n a la vista, instituciones degradadas y una pobre y poco pedag¨®gica capacidad para reflexionar entre todos sobre los muchos desaf¨ªos que tenemos a la vista. El contra qui¨¦n se combate se prioriza sobre el qu¨¦ o por qu¨¦ debemos de combatir. Esto es sobre lo que deseamos que se nos hable, sobre problemas concretos, no sobre la intr¨ªnseca maldad del adversario.
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