Zarinas de Zara
Las dependientas de Inditex le han montado una huelga a la patrona para cobrar lo mismo que los varones de los almacenes y est¨¢n en trance de lograrlo
Mi primera prenda de Zara fue un vestido azul pastel con cuello barco y manga francesa que solo me quit¨¦ para lavarlo durante mi primer verano de universitaria. No era nada del otro mundo, pero, aqu¨ª y entonces, parec¨ªa de otro planeta. Ten¨ªa, no s¨¦, ese algo de las revistas que no encontrabas en la ropa de mercadillo ni en la de las tiendas de barrio ni en la de los grandes almacenes, ni siquiera en la de las boutiques finas donde se vest¨ªan las pudientes de la ¨¦poca. Lo de Zara no era lo mismo, claro, pero, si no era bueno, daba el pego. Y, sobre todo, pod¨ªas pagarlo. Compr¨¦ aquella primera dosis de lo que para m¨ª se convirti¨® en droga dura en la calle de Carretas, la primera sucursal que Amancio Ortega abri¨® en Madrid desde que empezara vendiendo batas de boatin¨¦ en una mercer¨ªa de A Coru?a. En aquel templo, adem¨¢s del g¨¦nero, llamaban la atenci¨®n las sacerdotisas. Chicas mon¨ªsimas vestidas a la ¨²ltima con ropa de la casa que te miraban un palmo por encima del hombro y te respond¨ªan con un ¡°lo que hay colgado, cielo¡± si osabas molestarlas pregunt¨¢ndoles si ten¨ªan m¨¢s modelos o m¨¢s tallas. Parec¨ªan, realmente, las zarinas de Zara. Como si fueran a heredar el negocio. Si ganaban cuatro perras trabajando como mulas, era su problema y parec¨ªan compensarlo con su orgullo de pertenencia a una secta de la que, adem¨¢s, eran clientas cautivas.
El resto es historia. La diversificaci¨®n de la firma hasta vender desde bragas a colchas, la expansi¨®n global de la marca, el ascenso de Ortega al olimpo de los magnates m¨¢s ricos del mundo y, hace unos meses, su relevo por parte de su hija Marta en el trono zarista. Desde entonces, y hasta ayer mismo, no se hab¨ªa o¨ªdo una voz m¨¢s alta que otra, ni una voz a secas, sobre las condiciones laborales de la plantilla. Alguna de aquellas chicas mon¨ªsimas han ido menguando y ensanchando, como yo misma, lo s¨¦ porque las he visto envejecer en directo d¨ªa a d¨ªa doblando jers¨¦is a destajo. Ahora, si no han volado a otros nidos, son las encargadas de las j¨®venes, y unas y otras han dicho basta. Las dependientas de Inditex, el 80% de la plantilla, han dejado de tragar con lo de que calladitas est¨¢n m¨¢s monas, se han atrevido a hacerle una huelga a la nueva patrona para cobrar lo mismo que sus compa?eros varones de los almacenes y est¨¢n en trance de lograrlo. Y yo que me alegro, aunque, a estas alturas, soy casi accionista de la casa. Es m¨¢s, si hubiera justicia en el mundo, Marta Ortega deber¨ªa incluirme en el reparto de dividendos. Con lo que me he dejado en esas cajas en estos 35 a?os podr¨ªa tener no solo la hipoteca pagada, sino un cochazo en el garaje y un barco atracado en Altea, digo Arteixo.
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