Lengua, lealtad y patria
El espa?ol teje complicidades con Suecia a trav¨¦s de un cancionero descubierto por un diplom¨¢tico malague?o, un vinilo con las canciones antifranquistas de Chicho S¨¢nchez Ferlosio o los chilenos exiliados que se instalaron all¨ª
En noviembre de 1921 un crucero acorazado de la Marina sueca arribaba al puerto de M¨¢laga. Lo recibieron autoridades militares espa?olas y suecas entre salvas; el f¨¦retro que sacaron del buque envuelto en las banderas de los dos pa¨ªses era el de Rafael Mitjana (1869-1921), un diplom¨¢tico malague?o fallecido en Estocolmo que fue enterrado con honores en su tierra natal.
A cinco grados bajo cero, con el cielo bastante oscuro aunque son las tres de la tarde, entro en la Biblioteca Carolina, en Upsala, Suecia. Sin rebuscar demasiado, en una vitrina vertical dentro del peque?o museo que se visita dentro de la biblioteca, veo un libro impreso en Venecia en 1556 del que solo se conoce un ejemplar, el que tengo delante de m¨ª. Rafael Mitjana, diplom¨¢tico en la legaci¨®n espa?ola en Estocolmo a principios del siglo XX y gran music¨®logo, lo descubri¨® en 1907 y lo bautiz¨® con el nombre del lugar que lo conserva: estoy delante del Cancionero de Upsala y algo me sobrecoge como fil¨®loga. Contiene 70 composiciones musicales, muchas an¨®nimas, 54 de ellas con letras (en espa?ol, en gallego y catal¨¢n); que exista nos ayuda a conocer m¨¢s la m¨²sica que se cantaba en las calles y cortes espa?olas de la ¨¦poca imperial. De las manos que compilaron las piezas y de c¨®mo lleg¨® a Suecia este impreso sabemos muy poco, pero el nombre propio de Mitjana, su descubridor, es clave en la conservaci¨®n de este cancionero cuya estirpe, difusi¨®n y circulaci¨®n es oscura.
Piso la nieve al salir de la biblioteca y una vaga analog¨ªa me trae a la memoria el recuerdo del documental de David Trueba Si me borrara el viento lo que yo canto (2019). Varios componentes se repiten: en lugar de un cancionero del siglo XVI nos referimos al vinilo de 1963 del que se habla en ese documental. De nuevo hay m¨²sica, hay anonimia y hay una conexi¨®n entre Espa?a y Suecia. Esta vez no hay un buque imponente, sino un Renault 4 en cuyos bajos cruz¨® escondido un magnet¨®fono desde Madrid a Estocolmo. Dos periodistas suecos hicieron un viaje de ida y vuelta desde la capital sueca a Madrid para grabar clandestinamente las canciones de protesta del genial Chicho S¨¢nchez Ferlosio y difundirlas en un disco que triunf¨® en Escandinavia bajo el t¨ªtulo Canciones de la resistencia espa?ola. Su compositor y cantante fue presentado en el disco como an¨®nimo, su identidad se revel¨® al instaurarse la democracia en Espa?a. La sensibilidad de los suecos con la situaci¨®n de Espa?a bajo el franquismo se despert¨® con ese disco y mientras que en Espa?a nos deslumbr¨¢bamos con las rubias suecas y sus bikinis, desconoc¨ªamos que al aterrizar de vuelta en Estocolmo los turistas suecos se topaban con que muchos de sus paisanos los esperaban en el aeropuerto con carteles de reproche en que los acusaban de estar regalando divisas a Franco.
Yo misma estoy en ese aeropuerto ahora, ya de vuelta de las jornadas sobre ense?anza del espa?ol que me han tra¨ªdo a Suecia y que me han hecho conocer a decenas de profesores provenientes de Espa?a, de M¨¦xico, de Rumania, de Argentina... y de Chile. Por este mismo aeropuerto, a partir de 1973, en Suecia entraron miles de chilenos. Con el decidido apoyo del Gobierno de Olof Palme, muchos chilenos se instalaron en Suecia, huyendo del garfio de la represi¨®n de Pinochet. El embajador sueco en Chile, Harald Edelstam, fue en Santiago el providencial Schindler de los chilenos atemorizados por la dictadura militar y facilit¨® que huyeran de su pa¨ªs y escaparan a Suecia. Cerca de 60.000 chilenos o descendientes de chilenos viven actualmente en Suecia; sus casos nos sirven para estudiar cient¨ªficamente eso que en la Ling¨¹¨ªstica llaman ¡°lengua de herencia¡±, la lengua que se aprende en casa dentro de un entorno social que tiene mayoritariamente otro idioma. El espa?ol de los chilenos suecos es una de esas lenguas de herencia. El t¨¦rmino es cient¨ªfico y, al mismo tiempo, po¨¦tico y entendible.
Otro de esos t¨¦rminos cient¨ªficos que resultan claros para el no especialista es ¡°lealtad¡±. Cuando los hablantes salen de su zona de origen y llegan a una sociedad que no comparte su lengua, los ling¨¹istas estudiamos si la mantienen en casa, si la usan con sus hijos en el nuevo territorio, si los nietos terminan olvidando la lengua de herencia y la cultura de la que proced¨ªan. Suele ocurrir que la condici¨®n socioecon¨®mica de partida y la cultura ling¨¹¨ªstica que se trajera de casa determina la conservaci¨®n de la lengua de herencia, la lealtad a ella, en las segundas o terceras generaciones. Medir la lealtad ling¨¹¨ªstica ayuda a valorar la relaci¨®n con la sociedad de procedencia y de destino.
Aunque la palabra ¡°lealtad¡± tenga en la lengua com¨²n resonancias positivas, en Ling¨¹¨ªstica se emplea como un elemento medible y cuantificable que se estudia a partir de las historias de vida de las familias. Pero hoy quiero desposeer a esta palabra de su valor t¨¦cnico y quiero hablar de las lealtades que personas concretas, hispanohablantes o no, han tenido con elementos fundamentales de nuestra historia cultural: nuestros impresos antiguos, nuestras disidencias, nuestras penalidades.
El avi¨®n est¨¢ bajando en altura. La escritura me asegura lo que quiero honrar como recuerdo de este viaje, la memoria de todas estas personas leales en Suecia: los dos diplom¨¢ticos, el espa?ol Mitjana y el sueco Edelstam, los suecos an¨®nimos que iban con carteles de denuncia al aeropuerto y que no ve¨ªan en Espa?a solo el sol maravilloso que a ellos les faltaba sino la libertad que nos faltaba a nosotros, los periodistas que viajaron a Espa?a para grabarle un disco a un disidente, los suecos chilenos que cerraban la puerta de casa y escuchaban a V¨ªctor Jara, una profesora balear que me contaba all¨ª que sigue usando el catal¨¢n con sus ni?os en casa. No siempre tengo claro qu¨¦ es la patria pero estas lealtades se acercan mucho a mi idea de patria.
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