El becario es un jeta vividor y un vago
La precariedad de los j¨®venes ha hecho saltar por los aires el paradigma de entregar la vida al trabajo. La Generaci¨®n Z compensa su falta de futuro dedic¨¢ndose a vivir el presente, porque el tiempo personal es hoy el oro de quienes no tienen la plata
A una antigua compa?era de piso le ofrecieron hace a?os echar m¨¢s horas en el colegio donde ense?aba, y parec¨ªa imposible rechazarlo porque no andaba sobrada de dinero. ¡°Pero no voy a cogerlo. Me ocupar¨ªa todas las tardes, y las quiero para estar a mi rollo¡±, me solt¨® sin despeinarse. Menudos j¨®venes malcriados, vividores, que prefieren su tiempo libre, a echar m¨¢s horas como har¨ªan sus padres.
Nada de eso, sino que asistimos al cambio generacional de la?llamada?Generaci¨®n Z. Es com¨²n entr...
A una antigua compa?era de piso le ofrecieron hace a?os echar m¨¢s horas en el colegio donde ense?aba, y parec¨ªa imposible rechazarlo porque no andaba sobrada de dinero. ¡°Pero no voy a cogerlo. Me ocupar¨ªa todas las tardes, y las quiero para estar a mi rollo¡±, me solt¨® sin despeinarse. Menudos j¨®venes malcriados, vividores, que prefieren su tiempo libre, a echar m¨¢s horas como har¨ªan sus padres.
Nada de eso, sino que asistimos al cambio generacional de la?llamada?Generaci¨®n Z. Es com¨²n entre los veintea?eros juzgar con un cierto sentimiento de l¨¢stima, tal vez inconfesable, las vidas trabaj¨®licas que percibieron en sus mayores. Creen que estos no se sintieron plenamente realizados. Por eso, ellos buscan una rutina que no pivote exclusivamente sobre su carrera, seg¨²n varios estudios sociol¨®gicos.
Y ese cambio de mentalidad est¨¢ enrareciendo entornos laborales, llevando a sus s¨¦niors a pensar que el subordinado es un jeta, como le escuch¨¦ a una amiga de unos 50 a?os. Se preguntaba si tal vez son menos profesionales, al no mostrar una intensa sacralizaci¨®n del trabajo. Se compara con ellos a su edad, afe¨¢ndoles un supuesto ¡°menor compromiso¡±. Claro que habr¨¢ vividores pasando de puntillas sobre sus tareas, pero no cabe confundir el cambio generacional con que los j¨®venes sean menos entregados o se esfuercen menos.
Al contrario, la Generaci¨®n Z prefiere los empleos con un prop¨®sito en la vida, un impacto que les ilusione, lo que dista mucho del mon¨®tono esquema fordista. Pero nada m¨¢s lejos de romantizar un cambio cultural que tiene ra¨ªces en la precariedad que sufren.
Primero, porque para muchos amigos disponer de m¨¢s tiempo libre para sus aficiones, o realizarse en el trabajo, es un sustitutivo de sus bajos salarios, como forma de opio que les permite sentirse menos fracasados. Constatan que tienen curr¨ªculums potentes, pero no expectativas de futuro; solo les queda el presente.
En cambio, la profesi¨®n era el epicentro vital para muchos de nuestros padres, porque a¨²n ofrec¨ªa, en general, recompensas como comprar una vivienda, o formar una familia. Si hoy quienes pueden emanciparse con su salario son unos pocos privilegiados, el paradigma de quien entrega su vida al trabajo, irremediablemente, salta por los aires. Llevarse tareas a casa, responder correos electr¨®nicos en fin de semana, o salir horas m¨¢s tarde, pueden volverse renuncias est¨¦riles para quien piensa que le pueden despedir ma?ana.
La practicidad se vuelve otro valor supremo.?Varios amigos se quejan de la ¡°p¨¦rdida de tiempo¡± por c¨®mo su jefe dise?a ciertos procedimientos, o consideran que calientan la silla a ratos. Perciben la cultura de la empresa cl¨¢sica como r¨ªgida frente a sus necesidades. El teletrabajo o la semana de cuatro d¨ªas, que empieza a rodar en el Reino Unido, son demandas de su ¨¦poca, aunque implique demostrar m¨¢s a los empleadores.
Esa quiebra de las relaciones laborales cl¨¢sicas llega hasta lo personal. Los centennials no quieren un futbol¨ªn en la oficina, al estilo motivacional de Silicon Valley; quieren echarse un futbol¨ªn con quien les plazca. ¡°?A m¨ª por qu¨¦ me tiene que decir mi jefe qui¨¦nes tienen que ser mis amistades?¡±, me deslizaba un amigo, sobre el hecho de que su compa?¨ªa creyera que estar en la oficina serv¨ªa para forjar lazos, o tener que asistir a fines de semanas en casas rurales con el equipo.
Lo m¨¢s curioso es que nuestros j¨®venes a¨²n tengan el arrojo de marcar l¨ªmites entre la esfera personal y la laboral, pese a la inestabilidad en la que viven. Quiz¨¢s, romper con la hegemon¨ªa del trabajo en sus vidas se ha vuelto para la juventud una?forma de protesta social y entre generaciones. Nuestros j¨®venes no pueden hoy llevar el control de sus vidas por completo, porque la escasez econ¨®mica les empuja a la falta de autonom¨ªa, a una suerte de ni?ez eterna. En cambio, a¨²n creen sentirse due?os de su propio destino en cosas peque?as, pero valiosas para resarcir su autoestima, como dar sentido a sus vidas dibujando por las tardes, en el caso de mi compa?era.
El becario no es un jeta, quiz¨¢s, ni un maleante. Es una persona de su ¨¦poca, que bastante tiene con no derrumbarse al llegar a su piso alquilado con otros tres colegas, mientras arrastra una enorme culpa por su desgracia. El tiempo o la realizaci¨®n personal es hoy el oro de quienes no tienen la plata.